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COLUMNA
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No te acostumbres a vivir mal

Cuando decidimos aceptar el malestar en lugar de resolverlo permitimos situaciones que deberían ser inconcebibles

Vicky López Saubidet, en su vídeo de TikTok.
Delia Rodríguez

“¿Me dais un consejo de vida?“, pedía alguien hace unos días en TikTok. En los comentarios, muchas chicas respondían con la misma frase: “No te acostumbres a vivir mal”. El origen del aforismo —al menos el de su éxito reciente— es fácil de rastrear. En octubre de 2024, una maquilladora y peluquera argentina llamada Vicky López Saubidet publicó un vídeo mientras paseaba al aire libre con el carrito de sus bebés, desarrollando una idea que le había transmitido su madre. Transcribo su discurso:

“No te acostumbres a vivir mal. Es una frase que me dijo muchas veces mi mamá: ‘Vicky, no te acostumbres a vivir mal’. Y les voy a explicar, porque es muy bueno el concepto (...). Estos anteojos que yo tengo puestos tienen rota la patilla, el otro día se les salió. En vez de mandarlo arreglar, lo que hago es encastrarlo con fuerza cada vez que los quiero usar. Siempre obviamente se me caen, pero me acostumbré a vivir mal y lo que hago es lo pongo ahí, chao, y sigo usándolos sin arreglarlos jamás. La cerradura de mi casa. Yo no puedo abrir la puerta porque está dura. En vez de llamar a un cerrajero y arreglarlo, entro por la puerta de la cocina, lo cual es un incordio, porque tengo por ejemplo que dejar a los bebés afuera estacionados, entro por la cocina, doy la vuelta, abro la puerta y ahí recién los puedo entrar. Pero no llamo a un cerrajero. Ya me acostumbré, me acostumbré a vivir así, directamente apunto para la cocina cada vez que llego. Mi secador de pelo. Se le sale el difusor (...). Cada vez que me seco el pelo, cinco o seis veces se cae el difusor (...). ¿Qué hago? Abrir un cajón abajo del secador. Entonces, cuando se cae, se cae en el cajón y no me tengo que agachar 55 veces porque además se cae, rebota y se va. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Vos te acostumbras a vivir mal y después la solución (...) es bastante sencilla. Un día, llamás al cerrajero, en dos minutos el tipo te lo arregló y ya tenés puerta, ya podés entrar por la puerta de entrada; vos vas un día a la óptica y te ponen el tornillo acá y ya está. Son como pequeñas incomodeces a las cuales te acostumbras y terminás viviendo mal al pedo”.

Desde su publicación, el vídeo ha tenido más de dos millones de visualizaciones, sin contar las de otras cuentas que, a su vez, agradecían y comentaban el consejo, aumentando su leyenda. “Ella no entiende el impacto que tuvo en mi vida. Pienso en ese vídeo todos los días de mi vida. No me acuerdo de cómo se llama pero yo la amo. Digo ‘no te acostumbres a vivir mal’ y voy y lo hago. Toda mi vida la hago por ella”, dice otra mujer joven, visiblemente entusiasmada. Hay mucha sabiduría en el concepto. Es evidente que no se refiere solo a recoger la ropa de la silla del dormitorio. Cuando decidimos aceptar el malestar en lugar de resolverlo, aumentamos nuestro umbral de tolerancia, permitiendo situaciones que deberían ser inconcebibles. “He ido al médico y la enfermera ha aprovechado para tomarme la tensión y ponerme unas vacunas que me faltaban. Eso no solo se aplica a tu vida sino también al sistema. Hoy me ha sorprendido sorprenderme de que se haga medicina preventiva porque nunca tienen tiempo, y es así como debería ser”, me dice una amiga, la escritora Carmen Pacheco, sobre el vídeo. Ahora que se debate públicamente sobre nuestro grado de permisividad con la corrupción, supongo que la vida pública también se desintegra así, normalizando la degradación, dejando de arreglar algo que acaba estropeándolo todo. No nos acostumbremos a vivir mal.

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Sobre la firma

Delia Rodríguez
Es periodista y escritora especializada en la relación entre tecnología, medios y sociedad. Fundó Verne, la web de cultura digital de EL PAÍS, y fue subdirectora de 'La Vanguardia'. En 2013 publicó 'Memecracia', ensayo que adelantó la influencia del fenómeno de la viralidad. Su newsletter personal se llama 'Leer, escribir, internet'.
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