El pánico a otro ‘pinchazo’ de Feijóo
El clima del Madrid político revela el miedo en la derecha ante la falta de ilusión que genera el líder del PP y su desunión con Vox


La derecha está ansiosa. Por más escándalos que haya en torno al Gobierno de Pedro Sánchez, en ningún lado está escrito que Alberto Núñez Feijóo tenga que ser el próximo presidente. El chasco de la noche del 23 de julio de 2023 aún pesa, cuando el Partido Popular casi acarició La Moncloa. Y el miedo a que vuelva a repetirse ese escenario es lo que más angustia a la derecha ahora.
Es el clima de opinión palpable entre varios de sus altavoces del Madrid político: Feijóo quizás no sea la alternativa más “ilusionante”. De un lado, argumentan que el PP está a por uvas en el momento de mayor debilidad de la legislatura; quieren que plante más batalla. Del otro, la imagen de desunión entre Vox y PP disipa el objetivo compartido de echar a Sánchez. El PP montará su manifestación el domingo a modo de acto de partido y Santiago Abascal ya hizo lo propio frente a La Moncloa. Para ser de tal gravedad el momento político, según ellos mismos sostienen, no se aprecia ni ese frente común, ni esas ganas: es la crítica de los más hiperventilados.
Así que la derecha ha vuelto a la misma ansiedad que se llevó a Albert Rivera por delante. Es decir, el mismo esquema de autosabotaje. Hoy se exige al líder de turno de la derecha llegar cuanto antes al poder, ir al choque fontal lo que queda de legislatura o proponer un plan ideológicamente más escorado, como aliciente para que a uno le voten. Todo lo que no sea eso, o bien sabe a poco, o no sabe a nada, como se repite a diario desde los altavoces del interior de la M-30.
Ahora bien, el derribo no es como ha funcionado la alternancia en nuestro país la mayor parte del tiempo —más bien, los gobiernos han caído por su propio peso—. Antes de 2015, la gente que se disgustaba con el PSOE, podía votar al PP o abstenerse —y viceversa— y las urnas acababan castigando al Ejecutivo de turno por desgaste. Entre las causas, podían apelar a su incapacidad para gobernar — Sánchez lleva dos años sin nuevos Presupuestos—; la falta de explicaciones en asuntos relevantes —véase el apagón, cuyas causas aún apenas se conocen—; o los escándalos que lo rodean —de algunos, sería prudente esperar a ver su recorrido judicial—. Ello no implica vivir al margen de otros asuntos de gestión favorables: la economía crece y la paz en Cataluña es evidente —los partidos independentistas están presos de la amnistía y sus votantes, frustrados—. Se trata de asumir que la ideología no siempre es la excusa para que permanezca cualquier Gobierno, y a la vez, es casi lo único que se le exige hoy al líder de la oposición para que llegue al Gobierno, desde que la polarización hace estragos. Pero hubo un tiempo donde sentir que el Ejecutivo de turno ya no daba más de sí era motivo suficiente para que pasara el siguiente.
Precisamente, dentro de la propia derecha es donde se produce el mayor autosabotaje. “El PP es blandito” o “no borrará todas las políticas de Sánchez” son coletillas mucho más frecuentes de escuchar que la promesa de que “el PP no tendrá tantos escándalos, no vivirá en la parálisis y limpiará la imagen de las instituciones”. Quizás tampoco se las crean, en el fondo. Aun así, el votante del PP seguramente se conformaría con heredar el poder, de forma que esos mensajes tampoco le causarán demasiada molestia.
El problema está en Vox. Fueron ellos quienes perdieron 600.000 votos en 2023. Es la ultraderecha la que necesita estímulos fuertes para que hacer caer a Sánchez tenga sentido, a riesgo de desmoralizarse. Su comportamiento hoy es imprevisible, por más encuestas favorables: también existía una enorme ansiedad hace dos años por desbancar al PSOE del poder, y Santiago Abascal pinchó la noche del 23-J. Curiosamente, los mensajes sobre “echar al PSOE sabe a poco si luego no se hacen políticas muy de derechas” vienen de la ultraderecha y de los altavoces del Madrid político, muchos de los cuales, son afines a Isabel Díaz Ayuso.
Con todo, Feijóo asume que aún queda legislatura para rato y por eso no presenta una moción de censura que no ganará, a cambio de montar una manifestación para salvar la cara. Viendo su perfil político anterior, eso de las protestas en las calles parece más una concesión a quienes le sostienen al frente de Génova 13, que un anhelo propio. El líder del PP obtuvo clemencia del tándem del aznarismo-ayusismo la noche del 23-J al mejorar los resultados de su partido, primero, y luego, al sumarse a las movilizaciones contra la amnistía. Pero nada de esto le salvará de la caída si la noche de un 2027 muy lejano no logra llegar al poder.
El pánico a otro pinchazo de Feijóo está ya instalado en el corazón de la derecha: no existe una certeza plena de que, frente ante este Sánchez, sea posible llegar a La Moncloa. Algunos simplemente se autosabotean por hiperventilados, otros, realmente creen que este líder del PP no es el elegido, sino que quizás está por llegar, en forma de Ayuso.
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