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tribuna
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Si el PNV se harta de Pedro Sánchez

Para el centroderecha vasco, aliarse con el PP a largo plazo podría ser incluso hasta necesario

Alberto Núñez Feijóo (de pie) conversa con Aitor Esteban durante el fallido debate de investidura del presidente del PP en septiembre de 2023.
Estefanía Molina

El PNV es el canario en la mina. No es de esperar que ponga contra las cuerdas a Pedro Sánchez en esta legislatura, a no ser que se produzca un giro trágico en el plano judicial, pero la soledad de los nacionalistas vascos dentro del bloque de investidura empieza a ser notoria. Para la estrategia del PNV, aliarse con la derecha española a largo plazo incluso podría ser hasta necesario.

De un lado, porque el partido vasco lleva 13 años seguidos gobernando, de forma que acusa el desgaste entre sus bases, por más que haya introducido cambios recientes en su dirigencia. Salvó los muebles en 2024 por los pelos, aunque consiguió reeditar otra vez su coalición de gobierno con el Partido Socialista de Euskadi (PSE). Del otro, existe una potente brecha generacional que beneficia a la izquierda abertzale. Y aun así, el problema del PNV no es tanto que muchos jóvenes vascos prefieran a Bildu, o que el PP codicie sus votantes. Las alarmas vienen de que parte del votante propio haya decidido quedarse en casa: querría votarles a ellos, pero han dejado de estar motivados. Por eso, que todo siga políticamente igual en adelante, probablemente les coloque ante el temido ante el sorpasso de Bildu en 2028.

Así que si el revulsivo no viene desde dentro de la política vasca —no es de esperar que PNV y PSE rompan su coalición—, solo queda que venga de fuera, desde el plano nacional. Es decir, mediante un cambio de Gobierno. España hace tiempo da síntomas de estar girando a la derecha, y convivir en el mismo bloque que Sumar o Podemos cada vez parece un plato de peor gusto para el principal partido del centroderecha vasco. Basta leer el artículo que Josu Jon Imaz, exdirigente de la formación y hoy presidente de Repsol, publicó hace unos meses criticando el impuesto energético, acusando de “demagogia” y “populismo” a algunos socios de izquierdas de Sánchez.

No es la economía el único escollo o motivo de distanciamiento respecto al bloque de investidura. El PNV es también uno de los partidos más sacudidos por la preocupación ante la cuestión migratoria, el tema estrella de la derecha europea, y de algunos gobiernos socialdemócratas. Según el CIS de marzo, alrededor de un 19,1% de los votantes de la formación nacionalista vasca cree que la migración es “el principal problema del país”, un dato muy por encima del resto de formaciones. Incluso supera al de los electores de Vox (12,4%). A las derechas nacionalistas les perjudica que su votante crea que se está perdiendo una supuesta identidad vasca o catalana, o que su lengua se diluya o hable cada vez menos. De ahí el chasco para Carles Puigdemont, tras no lograr esta vez tampoco la oficialidad del catalán en Europa, o la forma en que algunos cuadros de Junts hacen seguidismo del discurso de Aliança Catalana. El PNV, en cambio, parece mantenerse algo más prudente en ese tema, de momento, quién sabe si por miedo a las críticas. Ahora bien, una de las últimas rencillas con el PSE en el seno del Gobierno vasco tuvo que ver, entre otras cosas, con el tema de la migración.

Así pues, en ningún lado está escrito que el PNV no pueda contemplar al PP como opción a apoyar en una próxima legislatura. El problema de abrazar a las derechas españolas sigue siendo cómo compartir ecuación con Vox, sin sufrir el evidente desgaste de aupar a un gobierno con la ultraderecha dentro.

Sin embargo, la política española nunca es estática. El partido de Santiago Abascal también ha virado en sus pretensiones desde que irrumpió en el año 2018. Vox podría llegar a la conclusión que le conviene regalar su voto al Partido Popular, sin entrar en un eventual Ejecutivo nacional, como forma de seguir creciendo a costa de un PP débil. Es la misma estrategia que adoptaron cuando rompieron los gobiernos autonómicos con los populares a cuenta de la inmigración. Está claro que los altavoces de la derecha pondrían el grito en el cielo porque llevan meses tratando de domesticar a Vox para que vuelva al redil pactista con el PP, pero Abascal es más impredecible que nunca, desde que entró en el grupo de Patriotas en Europa.

Existe un precedente: Aitor Esteban y Albert Rivera mantenían durísimos debates por la cuestión nacional, pero ambos sostuvieron a Mariano Rajoy entre 2016 y 2018. La diferencia es que entonces Ciudadanos sí mantenía un acuerdo de investidura con el PP, algo que el PNV difícilmente podría aceptar para el caso de Vox, en el actual contexto.

Los cambios nunca son rápidos, pero esa es la virtud del canario en la mina: acusar el derrumbe o los giros sociológicos. Si el PNV se harta de Sánchez, ya sea por estrategia electoral o por desgaste, se hará evidente la verdad incómoda de esta legislatura: que existe una mayoría de derechas en el Congreso desde 2023. La pregunta es cuánto tardará un Puigdemont que no esté preso de la amnistía, una vez aplicada, en reconciliarse con el PP definitivamente —quizás, pegarse al centroderecha español también le permitiría frenar el avance de Aliança Catalana—. O incluso, el propio PNV, en asumir que quizás les convenga que Feijóo gobierne, para darle a su electorado el revulsivo que necesita ante la temida pujanza de Bildu.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y en el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER. Presenta el podcast 'Selfi a los 30' (SER Podcast).
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