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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La comida, otra herramienta de control en Gaza

No se puede dejar la ayuda humanitaria en la Franja en manos de Israel, porque solo la utiliza para aprovecharse de la desesperación

Familiares de un fallecido se lamentan durante el funeral en el campamento de Jan Yunis.
El País

El caótico reparto de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza por parte de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza se ha saldado con al menos un muerto y 47 heridos por disparos de los soldados israelíes, violentos disturbios e interrupciones constantes en la entrada y reparto de una ayuda a todas luces insuficiente. Las escenas ponen en evidencia la peligrosa instrumentalización de la asistencia humanitaria a la población civil del castigado territorio palestino por parte de Israel con la colaboración de Estados Unidos. Lejos de aliviar de forma efectiva el sufrimiento de una población que ya ha pagado con más de 50.000 vidas la ofensiva militar desde octubre de 2023, la iniciativa israelo-estadounidense ha contribuido a una mayor desorganización en la distribución de unos recursos esenciales y, con toda lógica, ha sido duramente cuestionada por su falta de neutralidad y transparencia.

Saltándose cualquier consenso internacional, Estados Unidos e Israel han decidido unilateralmente encomendar a una organización privada con sede en el paraíso fiscal de Delaware y en Suiza —y apuntalada con empresas de seguridad privada y veteranos de guerra— la gestión de lo que debería ser una ingente cantidad ayuda urgente que necesita la castigadísima población palestina. Para ello han despreciado, como suele hacer Netanyahu, los canales multilaterales de Naciones Unidas en un insulto a los principios fundamentales del derecho internacional humanitario. La ONU, a través de sus agencias especializadas como la de los refugiados palestinos (UNRWA), el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud, cuenta con la experiencia, la estructura y, sobre todo, la necesaria legitimidad para operar en escenarios de emergencia. Son estos organismos los que deben liderar la entrega de ayuda porque garantizan eficacia, imparcialidad y respeto a la dignidad de las personas.

Desde un punto de vista estrictamente humanitario, no era necesario llegar las escenas de descontrol vividas el martes y miércoles para saber el riesgo y la extrema dificultad que conlleva repartir bienes de primera necesidad a una población desesperada, de la cual el 80% depende de la ayuda internacional para sobrevivir, sometida a una extrema escasez de alimentos, medicinas y agua potable, con una infraestructura sanitaria devastada y unos servicios básicos colapsados. Pero, como en todo lo que se refiere a la población palestina de Gaza desde hace año y medio, para Benjamín Netanyahu se trata de convertir la ayuda en un instrumento estratégico y en último término una herramienta más de control.

Pese a los intentos israelíes, la ayuda humanitaria no debe caer en manos de Netanyahu. Cuando se habla de hambre, lo mínimo es garantizar que la ayuda llegue de manera organizada, equitativa y eficaz. Algo que, obviamente, no está sucediendo.

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