Castigadas sin sexo
Renunciar a las relaciones sexuales con hombres por el machismo es como dejar de comer porque el mercado está lleno de ultraprocesados


En Corea del Sur se ha iniciado un movimiento de mujeres llamado 4B que rechaza tener citas con hombres, las relaciones heterosexuales, el matrimonio y la maternidad. Recuerda un poco a los feminismos radicales de los setenta o la propuesta de las lesbianas políticas. Aquí no son pocas las que están adoptando el celibato voluntario, y la directora y realizadora francesa Ovidie promueve la huelga de sexo (heterosexual) como forma de protesta radical ante una cultura sexual colonizada por el imaginario violento de la pornografía y el falocentrismo.
Es una opción, pero no sé si nos va a solucionar algo. La queja de las mujeres sobre las actitudes machistas en la intimidad y las pocas habilidades de sus compañeros de cama son recurrentes. Y ahora no tienen como excusa la moral represora que no les permitía “practicar” más que con la prostituta por tener que pasar por el matrimonio para tener relaciones sexuales. Se diría que las dotes amatorias de los varones son inversamente proporcionales a las libertades que se han conquistado en este terreno. Pero nadie nos dijo que la liberación iba a traernos buenos amantes, menos cuando ya desde el principio la moral tradicional fue sustituida por una “ética” capitalista en la que nosotras éramos el objeto que se podía comprar y vender.
Yo por lo que sea, porque no me he deconstruido lo suficiente, porque no soy lo bastante radical o porque me dio por reproducirme, les tengo cierto cariño a los hombres y no los doy por perdidos. Hablamos siempre de los que nos hacen la vida imposible, pero mentiríamos si de repente negáramos todos los buenos momentos, tan gozosos, tan apasionantes, que hemos vivido con ellos.
Al final, una huelga de sexo o una renuncia a las relaciones con hombres no deja de ser un castigo que nos infligimos a nosotras mismas y que además alimenta el tópico de que para nosotras el sexo es menos importante que para ellos. Sería como dejar de comer porque el mercado está saturado de ultraprocesados.
Mejor es ahondar en la raíz de este malestar sexual. Mejor sería pensar en una educación sexual que no hable solo de órganos reproductores sino de deseo y respeto, de una ética de la intimidad sexual, tomar medidas contra la cultura de la explotación sexual en la que vivimos. O igual poner el listón incluso más bajo y redactar algún tipo de manual de buenos modales en este terreno. Sería una pena que el mercado, el porno y la ultraderecha fascista nos arrebataran el sexo libre que sigue siendo, a pesar de todo, un invento maravilloso. Y que encima no contamina.
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