Mañana os mataré a todos
Dentro de los mil debates estúpidos y encendidos que alimentan nuestro día a día y que al final lo único que denotan es que la indignación es parte de nuestro privilegio, debiéramos pararnos a pensar qué papel cumplen los viejos


A un abuelo llamado Manuel se le muere trágicamente su mujer. Se ve abocado a vivir en el piso de su hijo, con la nuera y la nieta. El abuelo no encaja, farfulla en la soledad de su cuarto, habla con espíritus, a su nuera le parece que trama algo. Un día, a la hora de la cena, Manuel rompe su silencio y hace una advertencia: “Mañana os voy a matar a todos”. Este es el comienzo de Viejos, película española de terror cuya historia estaba escrita antes de la pandemia, pero a la que lógicamente los guionistas añadieron aspectos inspirados en una época tan trágicamente relacionada con la vida de los ancianos. No pienso escribir “nuestros mayores” porque ese plural implica un compromiso ético que nuestra sociedad incumple en mayor o menor grado con esa parte de la población. Hiela la sangre escuchar el tono de Isabel Díaz Ayuso hablando de la irremediabilidad de la muerte en aquellos días de pesadilla, como si lo único que debiera importar de esos ciudadanos es que estuvieran vivos o muertos y no así de qué manera daban el último paso de su existencia. A los que sufren se les ayuda a morir, pero qué esperar de políticos sin escrúpulos que difamaron al doctor Montes por defender la muerte digna.
Se diría que la presidenta madrileña no es consciente de que el tono chulesco es insólito en este asunto. Tiene mil oportunidades para emplearlo en otros debates, pero da la impresión de que confía en que ese habla castiza y faltona es la clave de su éxito y ya no sabe distinguir entre los distintos registros del lenguaje que nos llevan a hablar más bajo o más alto según donde estemos y coloquial o gravemente conforme al tema que abordamos. Esa conciencia del tono en que se habla se está perdiendo: si a una mujer o a un hombre la chulería les da rédito y votos en política emprenderán un camino sin retorno. Pero este asunto es de una gravedad extrema: hablamos de personas al borde de la muerte que se aferraban a los barrotes de una cama desesperadas por la asfixia. Lejos de sus hijos, lejos del viejo hogar y del barrio donde desarrollaron sus vidas. Dentro de los mil debates estúpidos y encendidos que alimentan nuestro día a día y que al final lo único que denotan es que la indignación es parte de nuestro privilegio, debiéramos pararnos a pensar qué papel cumplen los viejos en esta comedia, y sí, digo viejos porque la considero una palabra más pura y más noble que todas esas otras que envueltas en el corsé de la corrección esconden en el fondo una mirada condescendiente que nos libra de un firme compromiso.
¿Qué pasaría si volviera una pandemia, fatalidad que entra dentro de lo posible? Nada ha cambiado. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos enteramos de que en una residencia se ha recibido comida con moho o con gusanos. Los familiares están atentos, hacen lo que está en su mano, pero debiera tratarse de un asunto de primer orden. Todos estamos siempre a punto de ser viejos, aunque en esta sociedad de juventudes alargadas hay muchos incautos que viven ignorándolo. Viejos y viejas, que en un gran porcentaje enfrentarán solos ese futuro que ya llega, sin descendencia que se ocupe de los cuidados y apartados de cualquier debate público. Porque ser viejo es eso, que tu voz no cuente, que otros hablen por ti, que se te dirijan al oído con un tonillo infantiloide, que se te considere un ser sin deseos, sin voluntad propia, sin soberanía, a expensas de la entrega de las hijas o de lo que te permitan los ahorros.
Me decía mi amigo el guionista Javier Trigales hablando de Viejos, que el género de terror es incluso más veraz que el cine social porque, en definitiva, habla de nuestros miedos y el miedo es en gran parte lo que condiciona nuestra manera de estar en el mundo. Una noche, en la cena, el viejo Manuel advierte, “mañana os mataré a todos”. Esa frase es la voz de una venganza colectiva que no debiéramos tomar a la ligera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Más información
Archivado En
Últimas noticias
Al menos dos muertos y ocho heridos en un tiroteo en la universidad de Brown, en Estados Unidos
‘Los domingos’, en cine, y ‘Anatomía de un instante’, en serie, ganan en los premios Forqué 2025
Hamás acusa a Israel de “socavar el alto el fuego” en Gaza al atacar al número dos de su brazo armado
Pedri dirige y Raphinha ejecuta en el Barça de Flick
Lo más visto
- Guardiola elimina la prohibición de que los jefes de servicio de la sanidad pública ejerzan en la privada y sube un 59% la derivación de pruebas
- El jefe de la misión de rescate de María Corina Machado: “Fue una de las operaciones de mayor riesgo en las que he participado”
- Rusia eleva la presión sobre la UE con una demanda para evitar que financie a Ucrania con sus activos congelados
- Los 50 mejores libros de 2025
- Sin duchas ni camas adecuadas, y con obras en marcha: así estrenaron 30 niños extranjeros el centro de acogida de La Cantueña de Ayuso






























































