Un BCE exigente y previsor
La institución compensa el mal trago de la subida de tipos de interés en 0,5 puntos con protección a los países débiles


El Banco Central Europeo (BCE) inaugura una nueva etapa severa, con alzas continuas pero graduales de los tipos de interés, con la intención de contribuir a la lucha contra la inflación, y lo hace tras 11 años de descensos continuos. Al mismo tiempo, dispone de un nuevo mecanismo con el que apoyará sin ninguna restricción a los países miembros cuyas primas de riesgo se disparen y amenacen con fragmentar la eurozona.
El alza de tipos estaba anunciado para ayer; la novedad es que se endureció. El nuevo mecanismo antifragmentación o Instrumento de Protección a la Transmisión de la política monetaria (TPI, por sus siglas en inglés) no tenía fecha: crearlo a tiempo y decidir que su cuantía (para la compra de bonos de países en dificultades) no tendrá límite prefijado, sino que dispondrá de lo necesario, son avances enormes.
La iniciativa confirma claramente el compromiso de Christine Lagarde en defensa de una eurozona integral y armónica, tras haber mostrado algunas vacilaciones en la lucha contra las primas de riesgo disparadas, y sirve para reforzar el perfil federal de la institución, al consagrar la solidaridad y descartar cualquier ruptura de la eurozona, como la que apuntó en la Gran Recesión, entre 2008 y 2012. Es verdad que el aumento de los tipos de interés constituye para muchos una áspera receta: se endurecerán las nuevas hipotecas fijas a las familias (y las variables, desde ya), se encarecerán los créditos empresariales y a la inversión. Si la senda de aumentos continuados no se modula con extrema prudencia, perjudicará al crecimiento de la economía, a la actual recuperación y al empleo, y eso afectará a todos. Habrá que permanecer vigilantes.
Desde hace un mes, el BCE había anunciado que subiría sus tipos, pero solo 0,25 puntos. El endurecimiento hasta situarlos en el 0,5% duplica pues al previsto, pero sigue siendo muy inferior a la horquilla de tipos entre el 1,5% y el 1,75% donde los ha puesto la Reserva Federal, que propala temores de recesión. Seguramente la influencia del primer banco central del mundo, así como el reciente disparo de la inflación al 8,6% en la eurozona, dificultaban, si no imposibilitaban, el mantenimiento de la política expansiva.
En cuanto al TPI, la simultaneidad de su creación con el alza de tipos viene a confirmar la posición unánime del consejo de gobierno de Fráncfort de que evitar una divergencia demasiado ostensible de primas de riesgo (el diferencial de tipos entre bonos y créditos de países más prósperos y los de países más endeudados) constituye no un mero aditamento sino que es un elemento esencial de la política monetaria. Esta novedad, empujada también por la crisis italiana, es irreversible, y trascendental. El TPI comprará, pues, bonos públicos (y si conviene, privados) a la escala que marque “la severidad de la crisis”, y esas compras “no quedan restringidas”: carecen de límite ex ante.
La condicionalidad para acceder a ellas es además proporcionada, pues no se establecen requisitos fijos, rígidos o estrictos a los países en apuros. Se enumeran “criterios” que evaluará el consejo: no estar sometido a procedimiento de déficit fiscal excesivo (nadie lo está ahora, con las reglas fiscales suspendidas) ni tampoco exhibir graves desequilibrios macroeconómicos (como los grandes superávits de algunos países prósperos), tener una trayectoria de deuda sostenible, y cumplir con los compromisos con la Comisión sobre los planes nacionales de recuperación en el programa Next Generation UE. Algo del todo asumible y digerible por cualquier país sensato. Y la presunción subyacente es que los 19 lo serán.
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