Gangrena
Lo verdaderamente imprescindible es acabar lo antes posible con el relato de odio que sostiene una tradición criminal, el machismo asesino que ha vuelto a golpearnos


Es un asunto muy delicado. Es tan difícil acertar que la única solución razonable parece cortar por lo sano. Se podrá alegar que, en ese caso, pagarían justos por pecadores, pero ningún maltratador es un hombre justo, ni siquiera en el caso de que el objeto exclusivo de su violencia sea su pareja, o su expareja, y no sus hijos. Un hombre injusto no puede ser un buen padre. Un maltratador sólo podrá transmitir a sus hijos las ideas perversas, machistas, crueles y violentas que le han convertido en lo que es. Que muchos maltratadores hayan sido antes niños maltratados, o testigos de maltrato, no supone ningún atenuante, al contrario. Sólo prueba que lo verdaderamente imprescindible es acabar lo antes posible con el relato de odio que sostiene una tradición criminal, el machismo asesino que ha vuelto a golpearnos. Anna y Olivia no eran sólo dos niñas, son todos los niños. Rocío no era sólo una mujer, es todas las mujeres. La violencia machista es una gangrena que ataca a toda la sociedad, hombres, mujeres y niños, más allá de los nombres, los apellidos de cada víctima y cada verdugo. Combatirla es tan urgente que las pequeñas arbitrariedades que pueda comportar esta lucha no deberían frenar nuestro esfuerzo. Cada vez que un maltratador le dice a la madre de sus hijos que no volverá a verlos vivos, es demasiado tarde para actuar. La única medida preventiva eficaz consiste en retirar la custodia compartida a cualquier padre acusado o sospechoso de maltrato. ¿Esta medida causaría el sufrimiento de muchas familias? Seguramente. ¿Habría evitado la muerte de muchos menores? Sí, sin duda alguna. ¿Qué es más valioso, el derecho de un padre, el dolor de unos abuelos o la vida de un niño? Contesten ustedes mismos a esta pregunta.
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