Alimentos
No basta con indignarse ante las colas del hambre, no basta con dar limosna de lo que nos sobra, no basta con encogerse de hombros y decirnos que den los que tienen más


Y sí, sólo faltaba la muerte de Maradona, que yo personalmente he sentido muchísimo, porque llevo a Argentina en el corazón, porque Diego era Argentina, porque siempre les he querido a él y a la albiceleste, esa selección a la que acabo apoyando en casi todos los Mundiales. Ahora, mientras nos duele la cabeza de leer cifras millonarias, los presupuestos, las ayudas europeas, las pérdidas de la crisis, las cifras de la recuperación, sólo faltaba eso para acabar de distraer nuestra atención de un propósito tan modesto como imprescindible. Porque sí, yo también escribí en otras épocas que las ONG maquillan los compromisos del Estado, que la atención de los más desprotegidos tiene que ser un servicio público. Pero la situación en la que estamos lo ha cambiado todo, ha barrido el viejo concepto de la caridad para situar en primer plano la obligación moral de la solidaridad individual. Porque no basta con indignarse ante las colas del hambre, no basta con dar limosna de lo que nos sobra, no basta con encogerse de hombros y decirnos que den los que tienen más. No podemos asumir que tantos conciudadanos nuestros tengan la despensa vacía mientras nos llegan por WhatsApp ofertas Amazon de paletas de bellota por 15,45 euros. Es muy sencillo. Basta con calcular cuántos kilos de arroz, de potitos, de pasta, de legumbres, pueden comprarse con ese dinero y entrar en la web para invertirlo mejor en la página www.granrecogidadealimentos.org. Este año lo necesitan más que nunca y nunca han sido menos visibles, porque la pandemia ha eliminado su recurso más efectivo, los voluntarios que recogían los carros en las puertas de los mercados. Todavía estamos a tiempo de ayudar. Piénsenlo y comprobarán que no existe una inversión mejor.
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