Fenómenos morbosos
Boris Johnson ha roto la regla de juego y sentado un precedente grave. No se puede firmar un tratado y luego legislar para liquidarlo

Extraña época en la que intelectuales izquierdistas adoran a un pensador de extrema derecha como Carl Schmitt, el jurista de Hitler y de la polarización, y políticos y pensadores de la derecha leen, subrayan y citan los Cuadernos de la cárcel del fundador del partido comunista italiano, Antonio Gramsci, el filósofo que desarrolló la idea de hegemonía cultural y explicó las crisis revolucionarias.
Uno de los últimos en citarle ha sido Michael Gove, ministro del Gobierno conservador de Boris Johnson, como arranque de una celebrada conferencia pronunciada este verano sobre la reforma del servicio público. “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”.
Son muchos, a derecha e izquierda, los que se sienten transportados a la época turbulenta de Schmitt y Gramsci, en busca incluso de inspiración para la resolución de nuestras crisis de ahora. Hace cien años, como hoy, hay revolucionarios en ambas orillas, la de la revolución conservadora que condujo a los fascismos, y la de la revolución bolchevique que construyó el sistema soviético.
Gove es uno de ellos, perfectamente instalado en el conservadurismo más antieuropeo y ultraliberal, al igual que Boris Johnson y Dominic Cummings, el brujo del Brexit. Su pseudoizquierdismo no le sirve tan solo para las citas, sino incluso para inspirarse en el reformismo del presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, con sus políticas sociales, las ayudas de Estado y sus programas de inversiones públicas.
La ruptura del vínculo europeo es el primer capítulo de la nueva y disfrazada revolución conservadora con la que el trío formado por Johnson, Gove y Cummings quiere transformar las estructuras británicas. Según estos nacionalistas, la burocratizada Unión Europea es el primer obstáculo a remover para el despegue del Reino Unido. Esta podría ser la explicación y la excusa para el incumplimiento por parte de Johnson, al alimón, de los Acuerdos de Paz del Viernes Santo sobre Irlanda del Norte y del acuerdo del Brexit, pactado con Bruselas y firmado por él mismo y con el que se presentó y ganó la mayoría de gobierno.
Londres se ha unido a la lista de los vulneradores de la legalidad internacional. El precedente es grave. Mentir y romper la regla de juego no sale nunca gratis. La confianza dilapidada tarda en recuperarse, incluso cuando las urnas desautorizan inmediatamente a quienes personifican los “fenómenos morbosos” descritos y sufridos por Gramsci.
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