La nueva censura es la vieja censura
Se impone un provincianismo temporal: la historia se juzga solo con los ojos de la actualidad, lo que nos impide entender el presente y el pasado


En las protestas contra el racismo en Estados Unidos, reproducidas en buena parte del mundo, se reivindica una causa justa. Hemos visto violencia de las autoridades y la grosera tergiversación de Trump. En los aspectos simbólicos hay cuestiones llamativas, de religiosidad kitsch: el gesto de expiación de la rodilla en tierra, la destrucción de los falsos ídolos. Reparar la realidad es difícil y resulta más sencillo acudir a las representaciones.
HBO ha anunciado la retirada de Lo que el viento se llevó: se repondrá con una contextualización. Desaparece Little Britain de la BBC porque “los tiempos han cambiado”, y se elimina un capítulo de Fawlty Towers. Una creadora de Friends pide disculpas por la falta de diversidad de su serie. Se parece a lo de siempre. Asociamos la censura a fuerzas conservadoras, pero, si la censura se hace siempre en nombre de las buenas intenciones, tampoco es nuevo que se justifique con ideas de izquierda. Es arbitraria: ¿por qué una obra sí y otra no, qué requiere una explicación y qué no? ¿Una serie debe representar el mundo, y qué mundo? Necesita sacerdotes: ven las trampas y protegen a otros que según ellos no las detectan. Un temperamento adolescente, sensible y agresivo a la vez, pasa por crítica cultural: gente con problemas de comprensión guía nuestras interpretaciones. A menudo son personas cercanas al gremio. El impulsor del veto a Lo que el viento se llevó es un guionista: ¿quién si no podría pensar que una película genera racismo y no al revés?
Se impone un provincianismo temporal: la historia se juzga solo con los ojos de la actualidad, lo que nos impide entender el presente y el pasado. No solo se odia el racismo: son sospechosas las obras que lo describen. Lo facilita la tecnología, que magnifica a los grupos de indignados narcisistas. Lo permite el capitalismo global: gran parte de la producción televisiva está en manos de plataformas estadounidenses que simultanean el escaqueo fiscal con la obsesión por la reputación. Ayuda el oportunismo: los más entusiastas expían sus pecados en la vida de los otros.
Lenny Bruce decía en el biopic que dirigió Bill Fosse: “Es la supresión de la palabra la que le da su fuerza, su violencia, su ferocidad”. Quien se preocupe por la igualdad debería tenerlo en cuenta. Quien se preocupe por la libertad debería recordar que con frecuencia las religiones intentan imponer su idea de lo sagrado, y que la modernidad consistió en domesticar ese impulso. @gascondaniel
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