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ELECCIÓN JUDICIAL
Columna
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¿Qué me puede prometer un juez? Kutsy

En medio de toda la parafernalia discursiva de estas campañas debamos elegir a quienes, por honestidad, harán las más aburridas y no nos prometerán más que su imparcialidad, su conocimiento de las leyes y su experiencia

El Comité de Evaluación del Poder Ejecutivo de la Ciudad de México en el proceso de selección para jueces y magistrados en 2025.
Yásnaya Elena A. Gil

Llevamos ya unas semanas con las campañas de los candidatos a jueces, magistrados y ministros y lo que ha pasado va de lo indignante a lo hilarante, con varias honrosas excepciones. Tal vez uno de los casos más patéticos sea el del llamado “ministro chicharrón”, Arístides Rodrigo Guerrero García, quien aspira a convertirse en ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que ha lanzado a las redes sociales un video en el que se compara a sí mismo con un “chicharrón preparado”. Hay otros candidatos que, como la abogada Carla Escoffié ha denunciado, se han puesto a prometer cosas que no pueden cumplir porque no está en manos de un juez hacerlo.

Las campañas han revelado que, en realidad, el rango de lo que puede prometer un juez o jueza en campaña es bastante estrecho. Juguemos por un rato a que soy una entusiasta del derecho positivo y del Estado de derecho, ¿qué esperaría de una jueza o juez ideal? Tal vez pensemos en alguien como el inspector Javert, el famoso personaje de la novela Los miserables de Victor Hugo; aunque no es juez, Javert es un apasionado de la ley y cree que esta debe aplicarse de un modo implacable, es casi como si la ley hablara a través de su boca y lo hiciera de la manera más aséptica y objetiva posible, tanto, que termina siendo injusto ante nuestra intuición como lectores.

Sin embargo, nadie quiere a Javert; él es el antagonista, el villano de la novela; si Javert emprendiera una campaña para que votaran por él y así convertirse en juez, probablemente perdería la elección por ser antipático y odioso en extremo. Otra posibilidad es pensar en un juez como Porfirio Petrovich, el personaje construido por Fiódor Dostoyevski en la extraordinaria novela Crimen y Castigo que, a diferencia de Javert, puede comprender las complejidades de un crimen y de quien lo comete, puede sostener y aplicar matices filosóficos al derecho, puede considerar muchas aristas, pero eso no le impedirá aplicar la ley en última instancia.

En cualquier caso, aunque sabemos que la interpretación y la aplicación de la ley no son procesos desprovistos de influencias sociales y políticas, lo que se espera de un juez o jueza, idealmente, es que aplique el derecho de manera imparcial y que no se deje influir por intereses creados, que conozca suficientemente las leyes de modo que, por decir un ejemplo, se pueda guiar por el “principio pro persona” que establece que, cuando se interpretan las normas relacionadas con derechos humanos hay que optar por la interpretación que proporcione una protección más amplia de estos derechos.

Necesitamos juezas y jueces honestos, imparciales, muy instruidas en su campo y con una gran capacidad de interpretación justa del marco legal. Entonces, lo que puede hacer un candidato a juez en campaña es, realidad, convencernos de que posee una lista cerrada de atributos, por lo que, si son honestos, harán una campaña más o menos aburrida sin prometernos nada que suene espectacular; otros crearán metáforas ridículas como el del “chicharrón preparado” que les restarán seriedad, uno de los atributos que esperaríamos de quienes administran justicia.

¿Podríamos pedirles a quienes se están postulando que transformen el sistema judicial y lo hagan más accesible a la gente? ¿debo votar por quienes prometan más y mejores defensores de oficio? ¿es eso plausible? En realidad no, si son honestos no pueden prometernos hacer cosas que no están en sus manos: un juez no puede crear leyes, eso es atribución del poder legislativo, un juez no maneja presupuesto público como ha recalcado la licenciada Escoffié, un juez no es un activista.

Tal vez en medio de toda la parafernalia discursiva desplegada en estas campañas debamos elegir a quienes, por honestidad, harán las campañas más aburridas y no nos prometerán más que su imparcialidad, su conocimiento de las leyes y su experiencia en interpretarlas además de mostrar evidencias y experiencias que sostengan todo eso; tal vez debamos elegir a quienes no son los más simpáticos ni graciosos, a quienes no suenen tan radicales ni pretenciosos. Tal vez, debamos elegir al antipático y odioso Javert o, en el mejor de los casos, al sabio y considerado Petrovich teniendo en cuenta que ambos son honestos y harán su mejor esfuerzo por aplicar e interpretar el derecho de la manera más imparcial posible y eso, ese esfuerzo, parece muy poco, pero es mucho y es justo lo que se necesita de un juez, no más, no menos.

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