¿Quién debería elegir las extraescolares: los padres o los hijos?
Si hay interés y dinero para pagar las actividades, llega el momento de hacer un cónclave y ver si pesa más lo que los adultos creen que es lo más conveniente o lo que los menores quieren explorar


Con el nuevo curso se acerca otra vez el abismo de la conciliación y su gran vacuna con efectos secundarios: las extraescolares. Habrá una parte importante de actividades que se cursen para conocer nuevos campos o potenciar habilidades, pero para muchas familias lo esencial es que estas actividades den una hora y pico de margen para recoger más tarde a los niños. Así que muchos padres empiezan a valorar desde junio la oferta educativa de la zona, mirando precios, horarios, combinaciones familiares y reseñas verbales de amigos y conocidos, que recomiendan o critican según les haya ido.
Los encargados de las extraescolares ya conocen las típicas dudas y abandonos de última hora de las familias y por eso tienen un remedio infalible: la matrícula. Ese concepto abstracto, que a veces solo consiste en renovar el cobro de los alumnos que continúan, les permite rascar una mensualidad encubierta por si al final el interés del alumno o de la familia solo dura un par de semanas.
Sea como sea, una vez has mirado decenas de flyers y PDFs, si hay interés y dinero para pagarlo, llega el momento de hacer el cónclave extraescolar. Y aquí surge el dilema: ¿quién debe tomar la última decisión? ¿Los padres porque valoran el global de todo el curso? ¿O los hijos porque les tiene que apetecer? Aunque ya sepamos que, a veces, las ganas van y vienen y a los dos meses te pueden montar un pollo para que les borres de esa actividad que hasta hace nada era imprescindible para su existencia.
Por si ayuda con el debate familiar, aquí os traigo razones para todas las edades.
Es mejor que decidan los padres
- Los padres llevan toda la vida decidiendo la formación y la agenda de la criatura.
- Ellos saben o intuyen qué es lo que más le conviene. Se abre en qué idioma es el necesario ahora o en el futuro, qué deporte te mantiene más activo y saludable al tiempo que te permite escalar socialmente o qué habilidades hay que mejorar para ser una persona de provecho dentro de unos años.
- Los progenitores son los que pagan y pueden decidir dónde va su dinero. Sobre todo, porque hay opciones mucho más caras que otras y mucho menos prácticas.
- Los adultos pueden valorar de manera equilibrada si el niño necesita hacer algo de deporte para quemar energía después de horas de clases sentado o si, por el contrario, necesita una extraescolar mucho más tranquila, para centrarse y calmarse.
- Los padres conocen la logística que hay más allá de la propia extraescolar, sobre todo si se hace fuera del centro educativo. Recogidas del cole (sobre todo si hay hermanos que salen a otra hora o que tienen otra actividad), meriendas y uniformes para cambiarse, qué hacer durante el rato muerto, qué hacer con los otros hermanos, qué hacer con la cena y los deberes... Que luego se junta todo y la gente acaba de mal humor. El puzzle se complica en muchos casos y acaba determinando la viabilidad global de la extraescolar. Porque una semana uno se apaña, pero todo un curso es agotador…
- Son los que tendrán que gestionar matrículas y bajas, dar la cara por sus hijos cuando no puedan o no quieran ir a la extraescolar… Al menos, que puedan elegir una actividad o unos encargados que les sean amables en este aspecto.
- Conocen a sus hijos y sus decisiones impulsivas o caprichosas. Si deciden apuntarse porque un amigo se apunta, y no por la extraescolar propiamente, un adulto sabe valorar hasta qué punto hay que lanzarse o no.

Es mejor que decidan los niños
- Los niños son los que se comerán la actividad, así que al menos que les den esa pequeña parcela de autonomía, que les sube la autoestima y la confianza por poder decidir.
- Los menores deciden qué talento explorar o promover. Porque igual les importan muy poco las clases de música y van a odiar el piano y el violín toda la vida.
- Ellos pueden saber qué amigos o compañeros de clase también están apuntados… y suspirar por pasar aún más tiempo con sus amigos o, por el contrario, querer esquivarles a toda costa.
- Los niños se pasan el día entero en clase. Por mucho que la extraescolar sea beneficiosa para su futuro, ellos son los que deben sentir qué es beneficioso para su presente. Y si se sienten demasiado cargados de trabajos y deberes extra, deben tener la libertad para poderse negar y pedir unas simples tardes de relax casero.
- Si deciden los menores, también aumenta su compromiso para continuar con la extraescolar hasta final de curso, y no les entran las prisas por desapuntarse.
- Que decidan ellos no implica que pierdan el criterio para quejarse si al final la extraescolar no da lo que promete y en el flyer vendían humo.
En cualquier caso, lo ideal es que sea una decisión conjunta y familiar, valorando pros y contras, donde el niño sienta que se le escucha y se valora su opinión y los padres vean viable la logística durante todo un curso. Porque además de ayudar con la gestión conciliadora, cada extraescolar debería ser un rato semanal de ilusión para los niños, para probarse a ellos mismos y descubrir o potenciar sus talentos. Y ya de paso, para que los adultos descubran esa cafetería nueva y pierdan el rato mirando Instagram…
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