Armenia y Azerbaiyán escenifican el acuerdo de paz de Trump con tímidos intercambios comerciales
La llegada a Ereván de trigo y gasolina despierta la sospecha de que se trate de gestos calculados para satisfacer al presidente de EE UU

Un tren con 1.280 toneladas de gasolina de 95 octanos prémium llegó a Armenia procedente de Azerbaiyán el pasado 18 de diciembre. El cargamento —el primero que viaja entre los dos países desde la disolución de la Unión Soviética— transitó desde la capital azerbaiyana, Bakú, atravesando Georgia, hasta Armenia, tras un acuerdo firmado el pasado 28 de noviembre entre los viceprimeros ministros de los dos países enfrentados en un largo conflicto. Este pacto marcó un giro histórico entre Bakú y Ereván, que durante décadas se pelearon por el control de la región de Nagorno Karabaj.
La población de este territorio reconocido como parte de Azerbaiyán estaba formada por armenios de religión cristiana hasta septiembre de 2023. Pero la victoria militar de Bakú forzó entonces el éxodo de unas 100.000 personas, lo que en la práctica acabó con este enclave de población armenia en territorio azerbaiyano. Los dos países habían librado una sangrienta guerra por Nagorno Karabaj a finales de la década de 1980. Desde entonces, recurrentes estallidos bélicos habían revivido periódicamente esa guerra de décadas.
Hasta el pasado 9 de agosto. Ese día, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Alíyev, y el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, se dieron la mano ante un complacido Donald Trump. El presidente de Estados Unidos auspició un acuerdo de paz que definió como “histórico” para poner fin a ese conflicto de décadas y, de paso, establecer el TRIPP (siglas en inglés de la Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional), un proyecto de infraestructura para conectar Azerbaiyán con su exclave de Najicheván, ambos separados por una franja del territorio del sur de Armenia. Ese corredor recoge la construcción de carreteras, líneas de tren, oleoductos y telecomunicaciones que explotarán empresas estadounidenses al menos durante 99 años.

Ese negocio planteado por Trump era inviable sin que esos dos Estados del Cáucaso Sur firmaran un acuerdo que prevé el establecimiento de relaciones turísticas, comerciales y diplomáticas entre ellos.
En octubre de 2025, antes de la llegada del cargamento de gasolina, Azerbaiyán había levantado su prohibición de tránsito de mercancías destinadas a Armenia, vigente durante décadas. El final de ese veto permitió también que algunos cargamentos del trigo, otra mercancía vital, procedentes de Rusia y Kazajistán cruzaran territorio azerbaiyano por ferrocarril. Sin embargo, desde la firma del acuerdo de paz en agosto, las fronteras terrestres entre Armenia y Azerbaiyán permanecen herméticamente cerradas y el tránsito del tren cargado con combustible se llevó a cabo por rutas ferroviarias indirectas vía Georgia. No hay pasos fronterizos en funcionamiento ni normalización diplomática plena. No hay tampoco garantías de que esos envíos de trigo y de gasolina no sean gestos calculados para satisfacer a Trump y escenificar algo parecido al corredor que el presidente de Estados Unidos quiere impulsar.
Tras la llegada del cargamento de gasolina del 18 de diciembre, el primer ministro armenio se apresuró a atribuir la transacción al acuerdo de paz: “El comercio se está llevando a cabo entre empresas privadas, pero, por supuesto, es la paz establecida entre Armenia y Azerbaiyán la que ha creado las condiciones políticas para ello”, declaró Pashinián.

¿Gasolina azerbaiyana?
Mientras el Gobierno armenio proclama victorias comerciales, la población se pregunta si la gasolina que llegó en diciembre proviene realmente de Azerbaiyán o si se trata de fuel de otros países reexportado por Bakú; es decir, si Ereván está comprando combustible barato a su hasta ahora enemigo o más bien está importando con un recargo gasolina que Azerbaiyán ha adquirido antes a otros Estados. De confirmarse esa última posibilidad, para muchos armenios eso equivaldría a financiar al ejército de un Estado que ha sido su némesis durante más de 30 años y que creen que podría atacar su país nuevamente dada la fragilidad del acuerdo de paz.
En una entrevista al medio armenio ArmInfo, el analista en seguridad energética Vahe Davtyan cuestionaba el verdadero origen del combustible comprado por Armenia. Según este experto, entre el 85% y 90% de la gasolina 95 prémium consumida en Azerbaiyán proviene de Rusia, Rumania y Emiratos Árabes Unidos, lo que sugiere que el envío a Armenia probablemente consistió en gasolina comprada antes a terceros países.
Azerbaiyán comenzó a producir gasolina 95 prémium en la segunda mitad de 2024, pero el Gobierno tuvo que fijar precios artificialmente bajos para garantizar su competitividad frente a la gasolina importada, de mucha mejor calidad. El resultado fue que la refinería de Bakú redujo un 45% la producción de ese combustible para dar prioridad al de 92 octanos, de peor calidad, pero preferido por los consumidores azerbaiyanos. De forma significativa, la producción de la gasolina de 95 octanos no fue incluida en el presupuesto estatal de Azerbaiyán para 2026, lo que podría reforzar la tesis del combustible reexportado.
El reparto de la gasolina importada desde Azerbaiyán y su trasfondo político aumentan las suspicacias de la población armenia. De esas alrededor de 1.200 toneladas, la mitad, 600 toneladas, fueron adquiridas por Mega Trade, una empresa de la familia de Khachatur Sukiasyan, magnate y diputado del partido gobernante Contrato Civil, mientras que el segundo comprador permanece sin identificar. Mega Trade comercializa el combustible a través de la red de estaciones de servicio Ran Oil, que la vende un 17% más barata respecto a la media del mercado nacional.
Sukiasyan, aliado y amigo de Pashinián, ha obtenido así acceso privilegiado a combustible barato cuando el Gobierno necesita demostrar frente a la población que su política de normalización con Azerbaiyán da frutos tangibles.
Esos precios rebajados ofrecen un respiro propagandístico al Gobierno, pero el escepticismo ciudadano supera el entusiasmo oficial. Frente a esta gasolina que llega al consumidor a buen precio, la opinión pública del país está dividida. Una parte de los ciudadanos, fatigados por décadas de conflicto, aboga por la normalización con su antiguo enemigo como una vía para acceder a productos asequibles. Mientras, grupos de oposición lanzan campañas de boicot contra las gasolineras que venden combustible azerbaiyano.
El ministro de Economía, Gevorg Papoyan, ha intentado zanjar la polémica asegurando que los armenios “son libres de elegir la gasolina que compran” y que la función de su Gobierno es “proveer combustible de calidad”.
Dependencia de Rusia
En 2024, Armenia importó alrededor del 65% de la gasolina de Rusia, una dependencia que preocupa a Ereván. Sobre todo porque el país se ha acercado en los últimos años a Occidente y en enero dio un nuevo paso en esa dirección al rubricar un acuerdo de cooperación estratégica con Estados Unidos. Al mismo tiempo, Ereván trata de mantener un cierto equilibrio con Rusia, país del que depende para su aprovisionamiento energético y comercial, y que aún disfruta de una gran base militar en territorio armenio.
Después de que Bakú permitiera el tránsito por su territorio de mercancías con destino a Armenia, 1.050 toneladas de trigo ruso llegaron también a ese país en noviembre, seguidas por 1.000 toneladas de trigo kazajo. Se espera que otras 2.000 toneladas de ese cereal lleguen desde la ciudad rusa de Volgogrado en las primeras semanas del año 2026.

Esa apertura llega en un momento crítico para la seguridad alimentaria armenia, que también tiene mucho que ver con el conflicto de Nagorno Karabaj. Después de que los bombardeos de Azerbaiyán sobre la autoproclamada República de Artsaj [como denominan los armenios a esa región en disputa] forzaran la rendición del enclave en septiembre de 2023, 100.000 armenios huyeron en 72 horas hacia Armenia. Ereván no solo afrontó esa crisis de refugiados, sino que también perdió una fuente importante de producción de cereales. Antes de 2020, Nagorno Karabaj aportaba entre 38.000 y 50.000 toneladas anuales, cubriendo el 6% al 9% del consumo nacional. El autoabastecimiento de trigo de Armenia cayó del 53% en 2016 al 23% en 2024, lo que dejó al país dependiente de las importaciones rusas.
En este contexto, Alekséi Overchuk, viceprimer ministro ruso, describió el reciente tránsito de cereal ruso como un paso “verdaderamente significativo” y manifestó que Moscú contempla aumentar el tránsito de mercancías hacia Armenia vía Azerbaiyán, incluyendo fertilizantes agrícolas. La red ferroviaria armenia opera bajo una subsidiaria de Ferrocarriles Rusos con contrato hasta 2038, lo que añade complejidad debido a la dependencia rusa.
Algunas informaciones no confirmadas apuntan a que Armenia podría estar considerando comprar trigo ucranio para reducir su dependencia de las importaciones rusas. El primer ministro Pashinián ha adoptado un tono pragmático al declarar que comprar trigo “no es como un matrimonio”, algo que enfatiza la disposición de su país a abrirse a los mercados que más le beneficien y diversificar sus socios comerciales.
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