Los últimos avances de los paramilitares de Sudán cimientan la fractura interna del país
La captura de la práctica totalidad de Darfur y de Kordofán Oeste por parte de los rebeldes acelera la división territorial de la nación y aleja las perspectivas de un alto el fuego


El pasado lunes, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Sudán asestaron un nuevo golpe al ejército con el que llevan más de dos años y medio inmersas en una feroz guerra civil. Sin encontrar oposición, los paramilitares tomaron Heglig, una zona en la frontera con Sudán del Sur donde se halla el mayor campo petrolífero del país. A pesar de la magnitud de la pérdida, las tropas regulares, atrapadas, decidieron no atrincherarse para evitar dañar las instalaciones.
La toma de Heglig marcó un nuevo punto de inflexión en el conflicto. El ejército y el gobierno militar han perdido una importante fuente de ingresos para sustentar su esfuerzo bélico, y los rebeldes se han hecho con una infraestructura estratégica. Casi más trascendental aún, con la captura de Heglig las Fuerzas de Apoyo Rápido extendieron su dominio sobre todo el oeste de la vasta región de Kordofán, en el centro-sur de Sudán, acelerando así la partición del país.
“La caída de Heglig acelera la fragmentación de Sudán y marca el inicio de una nueva fase del conflicto centrada en los recursos”, advierte Ali Mahmoud, exembajador de Sudán ante la oficina de la ONU en Ginebra. “La transformación de las RSF en un pseudo-Estado que controla recursos obligará a actores regionales, sobre todo a Sudán del Sur, a tomar decisiones pragmáticas, dolorosas y difíciles, que remodelarán alianzas y soberanías”, anticipa.
Actualmente Sudán se encuentra dividida en dos zonas principales. El ejército y su gobierno controlan el norte, el este y el centro del país desde Puerto Sudán, en el mar Rojo. Las Fuerzas de Apoyo Rápido, que en verano formaron un consejo presidencial y un ejecutivo paralelos, dominan a su turno la práctica totalidad de Darfur, donde han sido acusadas de perpetrar un genocidio, y de la contigua Kordofán Oeste; un territorio similar en extensión al de Ucrania.
El bando del ejército se considera el único representante legítimo de Sudán y ha mantenido la frágil estructura del Estado en las zonas que controla, mientras que el gobierno de las RSF asegura estar intentando reactivar la limitada maquinaria estatal en Darfur. Los paramilitares no han mostrado sin embargo ningún deseo de administrar territorios y sus acciones se leen como intentos de proyectar una cierta institucionalización y distribuir poder entre sus aliados.
“Sin duda, se trata de una situación difícil”, reconoce Alaa Nugoud, portavoz de la coalición de grupos armados y políticos que lideran las RSF (Tasis) y ministro de Salud de su gobierno. Sin embargo, él atribuye las dificultades para gobernar a la destrucción de las infraestructuras en las zonas que controlan y al desplazamiento de funcionarios. También al temor de los que se han quedado a volver a trabajar y que se les asocie con las RSF, y a la poca estructura estatal en Darfur y Kordofán tras décadas de abandono por parte del Gobierno central.
Con todo, Nugoud insiste en que su objetivo no pasa por separarse sino por poner en marcha un gobierno en las zonas controladas por las RSF que rivalice políticamente con el bloque que lidera el ejército, al que consideran heredero del régimen del ex dictador Omar Al Bashir, depuesto en 2019 tras 30 años en el poder. “No estamos creando un nuevo Estado, sino un gobierno para arrebatarle la legitimidad a las autoridades de Puerto Sudán”, asegura.
A efectos prácticos, Sudán lleva partida desde el inicio de la guerra, dado que ambos bandos han instrumentalizado los flujos comerciales y humanitarios y bloqueado el movimiento de personas y mercancías a través del frente. Un sector que hace tiempo que tiene que lidiar con esta división es el humanitario, que accede a las zonas gobernadas por el ejército a través de Puerto Sudán, coordinándose con sus autoridades, y a los territorios bajo control paramilitar desde Chad mediante arreglos acordados con ellos, según explican fuentes del sector.
A nivel comercial existe una situación similar y el aislamiento de Darfur y zonas de Kordofán respecto al resto del país ha revitalizado flujos mercantiles, a veces asociados al contrabando, con mercados en regiones limítrofes con Sudán. Un caso ilustrativo es el mercado de Naam, en la zona desmilitarizada de Abyei, un territorio disputado entre Sudán y Sudán del Sur, que ha pasado de ser un mercado eminentemente local a un mercado clave de Kordofán y Darfur.
El fantasma de la atomización
Esta división cada vez más evidente está forzando a la comunidad internacional a adaptarse. Desde que a finales de octubre las RSF extendieron su control sobre la práctica totalidad de Darfur con la toma atroz de la última gran ciudad de la región, El Fasher, Egipto y Turquía han reforzado su coordinación con el ejército sudanés para atacar las líneas de suministro de los paramilitares, frenar la holgada asistencia militar que reciben de Emiratos Árabes Unidos, y tratar de congelar el frente en Kordofán, según ha informado el medio egipcio Mada Masr.
En paralelo, El Cairo y Washington redoblaron sus esfuerzos diplomáticos para fraguar una tregua humanitaria entre el ejército y las RSF, aceptando tácitamente la fractura del país. Su empuje, sin embargo, ha sido hasta ahora en vano. El jefe del ejército y presidente de la junta militar de Sudán, Abdelfatá Al Burhan, ha reiterado públicamente que la solución al conflicto es ante todo militar, y el líder de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, declaró recientemente un alto el fuego unilateral pero en ningún momento ordenó a los suyos detener la violencia.
Un portavoz del Departamento de Estado estadounidense asegura que “se ha presentado un texto sólido para una tregua” y que han instado “repetidamente a las partes a que [la] acepten tal y como se ha presentado, sin condiciones previas”. “La tregua no solo salvará vidas, sino que debería ser un paso fundamental hacia un diálogo sostenido y una paz duradera”, agrega.
Uno de los mayores obstáculos para la paz, sin embargo, es la fractura interna de los bandos beligerantes, que permanecen unidos en gran medida gracias a su hostilidad compartida hacia el enemigo y a la guerra, por lo que una tregua amenaza con romper todavía más el país. En el caso del ejército, su heterogénea coalición incluye a sectores islamistas y el grueso de los aparatos de seguridad del régimen de Al Bashir, grupos de autodefensa locales y movimientos armados, sobre todo de Darfur, que históricamente han luchado contra el Gobierno central.
Las RSF carecen todavía más de coherencia interna. En Darfur, su gran feudo, se movilizan principalmente de forma descentralizada mediante redes tribales en comunidades sobre todo árabes que pueden extenderse más allá de Sudán. Armadas hasta los dientes, estos actúan por lo general ad hoc con fines concreto y a cambio de una parte del botín. Esta naturaleza local, fragmentada y transaccional también plantea graves problemas para detener la violencia.
“Nos encontramos ante un punto de inflexión en la historia del Sudán que conocemos”, opina Mahmoud, “y si no se reúne la sensatez y el coraje necesarios para dialogar y poner fin a esta guerra demencial no veo futuro”. “No debemos minimizar el papel negativo que desempeñan actores regionales y externos en el recrudecimiento de la devastadora guerra en Sudán”, desliza, “pero es nuestra responsabilidad como sudaneses garantizar que el país siga unido”.
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