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El matrimonio de menores persiste en Marruecos mientras se retrasa la reforma del Código de Familia

Más de 10.000 mujeres de menos de 18 años se casaron el año pasado, en su mayoría en zonas rurales pobres y sin educación ni empleo

Juan Carlos Sanz

La tentativa de matrimonio de una chica de 14 años con un hombre adulto sacudió a la sociedad marroquí la semana pasada, tras difundirse en las redes sociales imágenes de los esponsales tradicionales (sin valor legal) en un pueblo de la provincia de Kenitra, al norte de Rabat. Paralizada tras una denuncia de la Federación de la Liga de los Derechos de las Mujeres, la boda rural celebrada por el rito de la Fatiha (la simple lectura de un versículo del Corán) muestra la persistencia de los matrimonios de menores de 18 años en Marruecos. De acuerdo con un reciente informe del Consejo Superior del Poder Judicial, los jueces aprobaron el año pasado 10.691 de estos casamientos, en un 98% de mujeres, pese a que desde 2004 el Código de Familia los prohíbe como norma general.

El caso de la adolescente de Kenitra, según ha informado el diario Assabah, muestra que el recurso a las bodas informales burla la legislación vigente y viola derechos de las mujeres reconocidos por la Constitución de 2011 (promulgada tras las movilizaciones populares de la Primavera Árabe) y en las convenciones internacionales suscritas por Marruecos hace más de tres décadas.

En la etapa reformista del inicio de su reinado, el rey Mohamed VI promovió en 2004 la modernización de la Mudawana o Código de Familia a fin de prohibir los matrimonios de menores de 18 años, aunque dejó abierta la puerta a los autorizados por los jueces, sin fijar límite mínimo de edad.

A finales de 2024, una nueva enmienda de la legislación a iniciativa real fue avalada por el Consejo de los Ulemas (doctores del islam) y limitó a los 17 años la excepción del permiso judicial para las bodas de menores, vetando definitivamente las de edad inferior. Casi un año después, esta reforma sigue sin ser aprobada por el Parlamento.

Las asociaciones feministas reclamaron en octubre pasado que se ponga fin de una vez a “las reformas a medias” del Código de Familia. Agrupadas en la Coordinación Femenina de Marruecos ―una alianza de más de 60 organizaciones a la que se suman destacadas mujeres del mundo académico, económico y sindical―, reivindican una legislación que “garantice realmente la igualdad de las ciudadanas”, sin limitarse a “meras modificaciones técnicas”, mediante la abolición del matrimonio de menores, de acuerdo con un manifiesto citado por el portal digital Hespress.

El frente feminista destaca la iniciativa de Mohamed VI de actualizar la Mudawana en su discurso del Trono de julio de 2022, y el “importante giro” que representó la primera reforma instada por el rey en 2004. Por ello, aspira a que el nuevo Código de Familia marque un nuevo hito y se acomode por completo a la Constitución de 2011 y a las convenciones de la ONU sobre protección de las mujeres y los niños. “La historia dirá si en este momento clave elegimos la justicia y el progreso o se privilegian cálculos [políticos] circunstanciales y compromisos conservadores”, advierte el manifiesto feminista.

A menos de un año de la celebración de las próximas legislativas, los partidos marroquíes negocian ya con el Ministerio del Interior sobre la organización de los comicios. En las elecciones de 2021, los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) fueron desalojados del poder tras haber encabezado el Gobierno durante todo el decenio anterior. Su actual secretario general, el ex primer ministro Abdelilá Benkirán, se halla en horas bajas en el Parlamento, donde su partido se ha desplomado de 125 a 13 escaños. Tras regresar al timón del PJD a comienzos de este año, Benkirán ha enarbolado la bandera de la oposición a la reforma de la Mudawana en un intento de recuperar el voto conservador y religioso en las legislativas del año que viene.

Al igual que lo sucedido dos décadas atrás, Mohamed VI tuvo que volver a efectuar un arbitraje en 2024, encomendado esta vez al dictamen de los ulemas. Buscaba evitar que la tensión entre los sectores conservadores e islamistas, contrarios a la reforma del Código de Familia, y la sociedad civil laica y el movimiento feminista ―que reclamaba avances para las mujeres― amenazasen la estabilidad del país magrebí. Hace 20 años, los islamistas convocaron manifestaciones masivas contra la enmienda de la Mudawana, que llegaron a congregar a más de un millón de participantes en Casablanca.

Frente de rechazo

El islamista Benkirán sigue manteniendo abierto el frente de rechazo ante las reformas promovidas por el soberano de la dinastía alauí, que ejerce como líder religioso en calidad de Comendador de los Creyentes, potestad que le reconoce el artículo 41 de la vigente Constitución.

“El matrimonio es el fundamento y el centro de la vida de las chicas jóvenes”, aseguró el pasado verano el líder del PJD, quien precisó que con ello pretendía alertar sobre lo que considera “fenómeno del retraso excesivo en la edad media de casamiento”, que en Marruecos ronda los 26 años para las mujeres y los 31 para los hombres. También aludió a la multiplicación de la “soledad femenina”, en una despectiva alusión a las denominadas solteronas, entre las mujeres con titulación académica y que mantienen su actividad laboral.

“No puedo autorizar lo que Dios ha prohibido, pero tampoco impedir lo que el Altísimo ha permitido”. Este fue el mensaje lanzado hace tres años por Mohamed VI al poner en marcha la segunda reforma del Código de Familia. El monarca impulsó entonces la creación de una comisión integrada por juristas, teólogos y representantes de la Administración para recoger las enmiendas de partidos, ONG y de la sociedad civil, ante de ser sometidas al dictamen de los doctores de la religión islámica.

Excepción a la regla

El ministro de Justicia, Abdelatif Uahbi, insistió en diciembre de 2024, al presentar las grandes líneas de la reforma de la Mudawana, en que la edad legal de matrimonio en Marruecos ha quedado fijada en 18 años, con la única excepción a la regla de los celebrados a partir de los 17, bajo estrictas condiciones ―autorización judicial, examen médico forense, investigación de la situación social― que garanticen su carácter excepcional.

El 63% de las 16.985 peticiones de autorización de matrimonio de menores presentadas en 2024 fueron aceptadas por los jueces, una tasa similar a la del año inmediatamente anterior, cuando fueron registradas 20.192 solicitudes. La mayoría de los casos del año pasado se refieren a chicas de 17 años (avaladas por la justicia en el 70% de peticiones) y de 16 años (53%). Las autorizaciones bajan notablemente para las de 15 años (13%), y por debajo de esa edad son muy reducidas (1,67%).

El 3,3% de los casamientos

Los matrimonios de menores representan el 3,3% de los 300.000 casamientos celebrados cada año en Marruecos, sin contar los casos de bodas informales tradicionales en zonas del interior agrícola y en las regiones montañosas, así como en las periferias de aluvión demográfico de las grandes ciudades. El casamiento tradicional por Fatiha puede superar el 10% de los enlaces registrados, según las estimaciones de un estudio publicado por el periódico Le Matin en 2020.

Del último informe del Consejo Superior del Poder Judicial se desprende, además, que las menores desescolarizadas reciben un porcentaje más alto de autorizaciones judiciales (64%) que las que prosiguen sus estudios (48%). El 96% de las solicitudes corresponden a mujeres que no ejercen una actividad laboral. Y, de ellas, un 78% proceden también del medio rural, donde los jueces aceptan, como media, cuatro de cada cinco peticiones.

“En tanto que una chica no haya cumplido los 18 años, edad en la que tiene capacidad legal para tomar sus propias decisiones, cualquier acto sexual cometido sobre ella constituye una violación”, sostiene la abogada y líder feminista Jadiya Ruggany en declaraciones al semanario Tel Quel. “Es una violación legitimada por la Mudawana”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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