Ucrania y Rusia se preparan para una guerra de años pese al desgaste humano en ambos bandos
Putin no quiere poner fin a la invasión y Zelenski asegura que su país puede resistir si Europa le ayuda


En diciembre de 2022, todavía en el primer año de la invasión rusa de Ucrania, el historiador estadounidense Paul d’Anieri preveía que el conflicto podría terminar por agotamiento. “Las guerras también terminan con la gente tan cansada que acaban aceptando cosas que al principio no habrían aceptado”, decía en una entrevista en EL PAÍS este académico de estudios del mundo eslavo de la Universidad de California Riverside. Casi tres años después, las sociedades de los dos países contendientes muestran señales de agotamiento cada vez mayores, pero sus Gobiernos se preparan para continuar combatiendo en el largo plazo.
La sociedad ucrania recibió como una sacudida unas declaraciones de Donald Tusk en el diario The Sunday Times el 26 de octubre. El primer ministro polaco revelaba que Zelenski le había confiado que su ejército estaba listo para aguantar en el frente dos o tres años más. El discurso oficial de Zelenski en los últimos meses había sido que la guerra debía finalizar este 2025. Ante el revuelo causado, el jefe de Estado ucranio compareció ante los medios para aclarar que, gracias al apoyo financiero y militar europeo, su país estaba capacitado para resistir estos tres años más. En ningún caso, subrayó Zelenski, es su voluntad que la guerra se prolongue.

Eso, en todo caso, no depende en primera de instancia de él. El líder ruso, Vladímir Putin, se niega a aceptar el alto el fuego que le volvieron a reclamar este octubre Zelenski y sus aliados occidentales. La doctrina de Putin es que la paz solo se conseguirá cuando se reconozca a Rusia el derecho de conquista de las provincias que el nacionalismo ruso considera que no son ucranias. Quizá no todas, pero de momento las que tiene prácticamente en el saco: Donetsk y Lugansk.
Las palabras de Zelenski coinciden con los vaticinios de importantes centros de análisis internacionales. “La guerra puede durar cinco años más, los objetivos rusos siguen siendo maximalistas”, aventuró el 16 de octubre en una conferencia en Kiev Mason Clark, investigador del estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra. “Por supuesto que es posible que la guerra dure más años”, abunda Thibault Fouillet, militar francés y subdirector del Instituto de Estudios de Estrategia y Defensa de la Universidad de Lion III: “La única forma de detener una guerra a gran escala es la capitulación de una de las partes o un acuerdo político”.
Rusia avanza en el frente, pero a un ritmo muy lento, algo que Fouillet no duda en calificar de “estancamiento táctico”: “Por esto es improbable que una de las partes colapse y se produzca una capitulación, por lo que si no hay un acuerdo político, esta guerra puede durar más años, incluso con una menor intensidad”.
Fouillet no es el único observador occidental que contempla la posibilidad de una guerra que prosiga con menos activos militares involucrados. El estadounidense Centro para Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) publicó el pasado septiembre un informe en el que concluía que “la opción más posible es una guerra sin fin de baja intensidad”, en la que Rusia “persiga dejar a Ucrania en un limbo fuera de la Unión Europea, de la OTAN y dependiente de los designios rusos”.
El CSIS subrayaba precisamente que Rusia ya tiene presupuestada una economía que sustente la guerra dos o tres años más, contemplando incluso que las sanciones occidentales terminen haciendo mella en la economía y la sociedad rusa: “Ni una recesión causada por las sanciones ni una economía estancada serán seguramente una preocupación para la estabilidad del régimen de Putin”, vaticinaba.

La guerra entre Rusia y Ucrania es sobre todo una lucha de desgaste del oponente. El Kremlin, el agresor, pone toda la carne en el asador para proseguir con la invasión gracias a la financiación de China. Kiev, el agredido, resiste con el apoyo imprescindible de Europa. La Unión Europea ya ha comprometido lo necesario para mantener el Estado ucranio a flote hasta 2027. Los aliados de la OTAN han iniciado además este agosto la compra de armamento estadounidense para Ucrania. Falta según Kiev, para dar un giro a la guerra, que Europa apruebe el uso de las decenas de miles de millones de euros en activos rusos congelados en el exterior.
Efecto de las sanciones
En el ámbito económico, Zelenski confía en que las nuevas sanciones sobre el sector energético ruso diezmen de manera notable la financiación del ejército de Putin. El centro de estudios políticos Dilova Stolitsia estima que las pérdidas por la venta de petróleo alcanzarán en un año el suficiente nivel para frenar significativamente el empuje ruso en el frente.
Oleksi Melnik, codirector del instituto de estudios políticos y de defensa Razumkov, está convencido de que Rusia no podrá mantener abierto el conflicto tres años más porque su economía ya empieza a debilitarse: “Los presupuestos regionales están cayendo, los buenos salarios que prometen a los reclutados irán cayendo porque no habrá dinero, incluso Rusia tendrá problemas de movilización”.
Maksim es un oficial ucranio de una unidad de drones en la provincia de Járkov que asegura haber liquidado a cientos de enemigos. Habla con la sinceridad de quien ha dado todo y más por su país. Por eso admite que si le hubieran preguntado hace tan solo cuatro meses qué esperaba de la guerra, no hubiera dudado en que acabaría mal: “Mi agenda de contactos en el móvil va reduciéndose y reduciéndose, entre los compañeros heridos, que han muerto o que han dejado el ejército. Mi previsión era que en tres años estaríamos tan jodidos que aceptaríamos claudicar al deseo ruso, pero en junio llegó Robert Brovdi y mi esperanza ha vuelto”.

Brovdi, carismático militar ucranio, fue nombrado el pasado junio comandante de las Fuerzas de Sistemas no tripulados, es decir, de todo el poderío de drones ucranios. Está liderando ataques diarios contra el sector petrolero y gasístico ruso. Una consecuencia de ello, dice Maksim, es la inflación que sufre la población rusa. Lo sabe por experiencia propia: “Tengo familia en Rusia y por primera vez en todos estos años me cuentan que están evitando según qué gastos porque los precios se han disparado”.
Falta de soldados
Pese a las señales de debilitamiento rusas, Fouillet cree que el principal perjudicado de prolongar la contienda sería Ucrania, y por una razón humana: “Este escenario, en mi opinión, es el peor para Ucrania, pues pone a prueba la capacidad de su población, debido a la escasez de personas dispuestas al reclutamiento y, además, a la necesidad de mantener un alto nivel de asistencia y apoyo exterior a pesar de los cambios políticos. En este sentido, la dimensión principal es, sin duda, la movilización y la disminución de efectivos, lo cual afecta a la cohesión de la nación ucrania y aumenta el costo político de esta guerra”, señala.
Son escasos los hombres que se presentan voluntarios para incorporarse al ejército ucranio. El propio Gobierno estima en 1,5 millones los varones en edad de servicio militar que evitan la llamada obligatoria para el alistamiento. Las deserciones, además, se han disparado: la fiscalía general hizo público este octubre que cerca de 200.000 soldados habían abandonado su posición sin consentimiento desde 2022. La cifra es el doble que hace un año y equivale a un 20% de las tropas.
Viacheslav tiene 22 años, es de Kiev y es graduado en ingeniería agrónoma. Una nueva normativa, que entró en vigor en agosto, permite a los jóvenes de 18 a 22 años abandonar el país —al contrario que el resto de hombres adultos en edad de servicio militar, que no pueden cruzar la frontera—. El objetivo del Gobierno es facilitar que desarrollen sus estudios en el extranjero. El problema es que se ha producido una fuga altísima de estos jóvenes.
Viacheslav cumple los 23 años en 2026 y no duda en que abandonará Ucrania antes de su aniversario, pero no para proseguir sus estudios: “No quiero morir en la guerra, tampoco quiero pasarme años en el ejército sin saber cuándo volveré a la vida civil”, dice. Su objetivo es encontrar un empleo en el sector agrícola en España.
Casi 100.000 hombres entre los 18 y los 22 años cruzaron entre septiembre y octubre la frontera con Polonia, según datos de las autoridades polacas publicadas por Politico. “Eso, para poner un ejemplo del problema que es, equivale a las tropas del ejército británico”, remarca Serhii Usenko, profesor de Medicina en la Universidad Nacional de Járkov y médico militar. “Yo veo cada día en el hospital la cantidad de heridos, de soldados agotados mentalmente de tantos años luchando, y veo que ni siquiera tenemos médicos suficientes, ni suficientes alumnos en la universidad”, prosigue Usenko. “Para defendernos más años, para levantarnos, necesitamos que regresen los millones de personas que se han ido al extranjero”.
Misiles de crucero rusos impactaron el 1 de marzo de 2022, en la primera semana de la guerra, en la sede del Gobierno provincial de Járkov. Frente al edificio maltrecho atiende a EL PAÍS Anatoli Zayetsi, de 57 años. Ha salido del hospital, se recupera de su tercera herida en combate. Veterano de la guerra de Donbás (2014-2021), exmilitar soviético que combatió en Yemen y Etiopía, conoce bien al enemigo: “El imperialismo ruso no parará, es su sino”, augura. Zayetsi es consciente de los retos que plantea Usenko, pero concluye que Ucrania no tiene alternativa: “Los que estamos luchando, por mal que estemos, tenemos más motivación que ellos, porque no tenemos otra opción que seguir defendiendo nuestro hogar”.
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