Starmer responde al auge de la ultraderecha con la idea de que controlar la inmigración irregular es progresista
El primer ministro británico anuncia la imposición de documentos de identidad digitales y defiende un “patriotismo renovado” de la izquierda


Cuando el pasado 14 de septiembre cerca de 150.000 personas inundaron el centro de Londres convocadas por el líder ultraderechista e islamófobo convicto conocido como Tommy Robinson —su verdadero nombre, que oculta, es Stephen Yaxley-Lennon— saltaron por fin las alarmas en el Partido Laborista. Y muchos volvieron a echar de menos una respuesta más enérgica del primer ministro, Keir Starmer, que hasta ese momento casi había aplaudido el despliegue de banderas orquestado por todo el país a través de las redes sociales. La cruz de San Jorge, roja sobre fondo blanco, es el estandarte de Inglaterra, y el ultranacionalismo se ha apropiado de ella como símbolo de batalla.
El primer ministro británico, que se enfrenta a un creciente malestar interno en su partido poco más de un año después de ganar las elecciones, ha decidido por fin intentar plantar cara a la amenaza. Su idea es que luchar contra la inmigración irregular es también una política progresista. Starmer ha aprovechado este viernes la Cumbre de Acción Para el Progreso Global, un foro multilateral de líderes internacionales de centroizquierda, tanto actuales como pasados, para plantear una respuesta progresista a la ola de xenofobia e islamofobia.
“Estamos ante la elección política que ha de definir nuestro tiempo: o una estrategia en la que se plantea un agravio depredador, que se alimenta de los problemas de la clase trabajadora y usa la infraestructura de la división”, ha atacado Starmer el discurso de la ultraderecha, “o un patriotismo renovado, enraizado en nuestra comunidad que ayude a construir un mejor país”.
Starmer intenta desesperadamente desde hace tiempo el difícil equilibrio de presentar una imagen de mano dura frente a la inmigración incontrolada y salvaguardar a la vez el enfoque compasivo ante el asunto que se espera de un Gobierno laborista. La respuesta ha sido triple: práctica, política y emotiva.
Carné de identidad digital
Para empezar, el primer ministro ha recuperado la idea que intentó impulsar con poco éxito hace ya dos décadas el también laborista Tony Blair. La imposición por ley de documentos nacionales de identidad (DNI), un asunto que siempre ha provocado contestación y rechazo en un país muy celoso de las libertades individuales. La tecnología ha revolucionado el enfoque. Ya nadie debe llevar un DNI en el bolsillo a todas partes. Es posible un sistema de identificación digital, que el Gobierno exigiría para ser contratado o para alquilar una vivienda.
Downing Street admite de este modo que la facilidad con que muchos inmigrantes irregulares acceden a su economía sumergida ha sido un foco de atracción en los últimos años, como recordó a Starmer el presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante la firma de su acuerdo bilateral de cooperación para frenar el cruce de embarcaciones ilegales del canal de la Mancha.
“No es una política compasiva de izquierdas acabar dependiendo de un tipo de oferta laboral que explota a los trabajadores extranjeros y socava unos salarios justos. Es un simple hecho que cada nación necesita controlar sus propias fronteras”, ha proclamado Starmer. “Durante muchos años ha sido demasiado fácil llegar hasta el Reino Unido, infiltrarse en la economía sumergida y permanecer aquí ilegalmente”, ha descrito.
La imposición de documentos de identidad digitales llevará su tiempo. Se abre ahora un periodo legal de consultas y, si finalmente acaba siendo aprobado por el Parlamento británico, podría ser una realidad para el final de una legislatura que acaba en teoría en 2029. Un plazo amplio para un problema urgente, que sugiere más bien la necesidad que tiene Starmer de recuperar la voz en un debate social y político que hoy está claramente perdiendo.
La guerra de las banderas
Todas las encuestas sitúan hoy al partido de la derecha extrema y populista Reform UK, liderado por Nigel Farage, en primera posición. Los medios británicos ya plantean seriamente la posibilidad de que un personaje tan tóxico acabe un día siendo primer ministro del Reino Unido. Farage se ha beneficiado de una campaña que ha llenado el país de banderas con la cruz de San Jorge, frente a un Gobierno que no sabía muy bien cómo reaccionar. Hasta ahora.
“Esto es algo miserable, triste y sobre todo fácilmente desmontable por falso. Pero a la vez es algo que cohesiona, porque se alimenta de problemas reales en un mundo real. E identifica un enemigo claro: nosotros”, ha señalado Starmer al resto de líderes progresistas de la cumbre de Londres. “Son creencias envenenadas que vimos en toda su magnitud en las calles de Londres, hace dos semanas, y que anuncian una batalla violenta en nuestra nación, en todas las naciones. No hace falta ser un historiador para saber a dónde conduce ese tipo de veneno, se puede intuir”, ha concluido el primer ministro, con una referencia velada a los fascismos del siglo XX, en su primer discurso sólido y articulado contra el resurgir de la ultraderecha en el Reino Unido.
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