Trump convierte el homenaje a Charlie Kirk en un punto de inflexión para el avance del nacionalismo cristiano en Estados Unidos
El movimiento MAGA, que considera al activista asesinado como un “mártir”, defiende la mezcla de un credo conservador religioso con la política

Incluso para los estándares de un país que aún no ha conocido un presidente que no fuera cristiano; en el que los actos políticos, sobre todo los republicanos, empiezan con una oración colectiva; y la frase “Dios bendiga a Estados Unidos” es un comodín para cerrar cualquier discurso, el memorial de Charlie Kirk celebrado el domingo tuvo pocos precedentes en la historia reciente por su confusión entre los asuntos de la religión y la política.
Durante las cinco horas que duró el homenaje, en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aprovechó para incidir en el ataque a sus adversarios políticos, esa “izquierda radical” a la que promete hacer pagar la muerte de Kirk, algunos de sus aliados de mayor rango de la Casa Blanca —de Marco Rubio, secretario de Estado, al vicepresidente J. D. Vance, ambos católicos— hablaron con gran detalle de su fe y de la del homenajeado. Ante una multitud de unas 100.000 personas que llenó dos estadios deportivos a las afueras de Phoenix (Arizona), recordaron las enseñanzas de Jesucristo, compararon a Kirk con San Esteban, primer mártir cristiano, y citaron la Biblia con un detalle más propio de un seminario que de la congregación de la plana mayor de la primera potencia mundial.
Asesinado de un balazo en el cuello mientras hablaba en una universidad de Utah ante una multitud de estudiantes, Kirk era evangélico y, según declaró en una entrevista en 2019, decidió tras el instituto “tener una relación mucho más cercana con Jesucristo y leer más la Biblia”. “Decidí, básicamente, dejar de disculparme por mi cristianismo”.

En el homenaje de este domingo, esa parte de su historia primó sobre la vertiente política que lo convirtió en un referente en el movimiento MAGA (Make America Great Again) y en una pieza esencial en el triunfo electoral de Trump en las pasadas elecciones entre el electorado joven. También en un activista ultraconservador que, aunque ahora cueste creerlo dado el cierre de filas de la derecha en torno a su legado, tenía sus detractores en el Partido Republicano por su retórica divisiva.
Algunos de los asistentes que lograron entrar en el estadio principal, una mole con capacidad para unas 70.000 personas en la que juegan los Cardinals a fútbol americano, vestían camisetas con un fragmento de la Epístola a los Romanos. Y todos recibieron unas cartulinas rojas, azules y blancas (el mismo código de vestimenta que les habían sugerido los organizadores). Por un lado, llevaban un mensaje —“Este es nuestro punto de inflexión”— que hacía referencia tanto a Turning Point, nombre de la organización de proselitismo conservador juvenil que Kirk fundó a los 18 años, como al deseo de que la desaparición de su líder marque un antes y un después en la expansión y unidad del conservadurismo y de los valores cristianos en Estados Unidos.

Por el otro, esos carteles tenían inscrita una frase del profeta Isaías (“Aquí estoy yo, Señor, envíame a mí”), que a la viuda, Erika Kirk, le sirvió en su discurso para asumir la inevitabilidad del martirio de su marido. “Hace 11 días, Dios le tomó la palabra y se lo llevó consigo”, dijo sobre su asesinato a manos de un joven de 22 años llamado Tyler Robinson, criado en una familia mormona y republicana de Utah que había, según su madre, abrazado el “izquierdismo” en el último año y ahora se enfrenta a la pena de muerte. Ese mensaje de perdón saltó por los aires cuando llegó el turno de Trump y el presidente dijo: “Lo siento, Erika, yo odio a mis rivales”.
En la enorme cola que se formó para entrar al recinto, los asistentes hablaron a menudo de esa condición de “mártir” de Kirk: “de las ideas conservadoras”, “de la libertad de expresión”, “de la juventud que se atreve a pensar distinto”... Desde la tribuna de oradores, la idea también hizo fortuna. El podcaster Benny Johnson sentenció: “Si derrocas a un tirano, su poder desaparece. Si matas a un mártir, lo haces más fuerte”. Vance, que se convirtió al catolicismo en 2019, definió al homenajeado como un “mártir del cristianismo”. Y Trump, que cerró el acto con algo que se pareció bastante a uno de sus mítines, también lo consideró un “mártir”, pero de las “libertades estadounidenses”, con lo que subrayó esa doble vertiente política-religiosa de un acto que siguieron millones de personas de todo el mundo por televisión o por internet.

“Siempre hemos necesitado menos Gobierno”, afirmó el secretario de Defensa, Pete Hegseth, citando el clásico ideal del Partido Republicano. “Pero lo que Charlie entendió e infundió a su movimiento es que también necesitábamos mucho más Dios”, añadió.
Ese partido que Trump se ha llevado por delante solía relegar los asuntos de la fe frente a los de, por ejemplo, la defensa del libre mercado. En la era MAGA, la prioridad es avanzar en ese “nacionalismo cristiano” que pone en duda la separación Iglesia-Estado y defiende que Estados Unidos es un país fundado por cristianos, sobre principios cristianos y que hay que hacer todo lo posible porque eso siga siendo así frente al wokismo, la lógica demográfica y la secularización: según un reciente estudio del Pew Reseach Center, el cristianismo sigue siendo la fe mayoritaria (un 64% de los estadounidenses decían profesarla en 2020) pero va camino de dejar de serlo en 2070 (cuando las predicciones vaticinan que habrá un 52% de no creyentes).
Pastores extremistas
“Existe una profunda convicción de que Estados Unidos tiene un propósito específico, ordenado por Dios, distinto y superior al propósito divino para otras naciones”, escribe David French en el prólogo de The Religion of American Greatness (La religión de la grandeza estadounidense, IVP, 2022), una denuncia de la deriva extremista de los pastores de muchas congregaciones, especialmente en el Sur, tras la irrupción de Trump en política y el estallido de las guerras ideológicas. “Existe una conexión con una versión del pasado que hace a la nación singularmente virtuosa, y existe un profundo sentimiento de que el destino de la iglesia misma está ligado al destino de la nación: que a medida que Estados Unidos se vuelve menos estadounidense, invariablemente se volverá menos cristiano”.
Tal vez nada hable con mayor elocuencia del pacto de mutuo aprovechamiento entre el nacionalismo cristiano y Trump, muchos de cuyos seguidores lo consideraron un “elegido por Dios” tras sobrevivir a su primer intento de asesinato, que el hecho de que uno de los eslóganes favoritos del movimiento MAGA diga: “Jesucristo es mi salvador; Trump es mi presidente”. Este domingo, la frase adornaba unas cuantas gorras de las decenas de miles de personas que hicieron cola durante horas.
El extraño viaje que ha permitido al presidente de Estados Unidos convertirse en héroe del conservadurismo cristiano es uno de los aspectos más fascinantes de su ascenso político. Durante la campaña que lo llevó por primera vez a la Casa Blanca, tuvo claro que necesitaba el apoyo −no tan fácil de lograr, dado su pasado− de los evangélicos blancos, que, tras las dudas iniciales sobre la piedad del candidato republicano acabaron dándole un 81% de sus votos (un porcentaje que repitió en 2020 y 2024).
Y eso, pese a que uno de los primeros patinazos de su campaña de 2016 llegó cuando prometió en un discurso en la universidad evangélica conservadora que protegería “el cristianismo”. “Puedo decirlo. No tengo por qué ser políticamente correcto”, agregó. Para subrayar sus palabras, citó la Biblia: la segunda epístola a los Corintios, concretamente, a la que Trump se refirió como “Corintios 2″ (Corinthians, 2), para sorpresa y burla de los estudiantes presentes.
Este domingo, al presidente se le notó menos familiarizado con las enseñanzas cristianas que otros de los miembros de su Gobierno, aunque llevaba la lección mejor aprendida. En su discurso, recordó que “Charlie estaba convencido” de que Estados Unidos “necesita no solo un reajuste político, sino también un despertar espiritual”. “Tenemos que recuperar la religión en Estados Unidos, porque sin fronteras, ley y orden y religión, nos quedaremos sin país. Queremos que la religión vuelva a Estados Unidos. Que Dios retorno a esta hermosa tierra con una fuerza nunca vista”, afirmó.
A juzgar por el espectáculo multitudinario de unidad que ofrecieron este domingo en un estadio de Arizona, Trump y los suyos confían en que la muerte de Kirk signifique un “punto de inflexión” en ese viaje de regreso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
