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Decenas de miles de soldados y el potente misil Oréshnik: así son las maniobras con las que Rusia desafía a la OTAN este viernes

Los ejercicios militares en Bielorrusia, una reedición de los que precedieron en 2021 a la invasión de Ucrania, se celebran apenas dos días después de la incursión de drones rusos en Polonia

Fuego de artillería y carros de combate en los ejercicios Zapad 2021 en Nizhni Novgorod, en Rusia
Javier G. Cuesta

Un gran contingente de las Fuerzas Armadas rusas ya está desplegado en Bielorrusia, a las puertas de Europa, para entrenar desde este viernes una guerra abierta contra la OTAN. El ejercicio Zapad 2025 incluirá la puesta a punto del misil balístico Oréshnik, mucho más peligroso que los drones con los que Moscú tanteó este miércoles las defensas de la Alianza Atlántica en Polonia. El Kremlin asegura que estas maniobras no están dirigidas contra nadie, lo mismo que mantenía hace cuatro años, cuando trasladó a Bielorrusia las fuerzas que intentaron asaltar Kiev. Mientras, la propaganda rusa celebra las debilidades que, según su narrativa, demostraron Polonia y sus aliados ante un ataque sorpresa.

Rusia y Bielorrusia llevan a cabo cada año varios tipos de maniobras conjuntas. Las Zapad, organizadas cada cuatro años desde 2009, son especiales. En las últimas, celebradas en septiembre de 2021, Washington fue finalmente consciente de que la invasión de Ucrania era inminente. “Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que era extraño, su escala y alcance eran mucho mayores que la anterior edición”, reconocería tiempo después a Politico el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Mark Milley.

En diciembre de aquel año los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, anunciaron otros ejercicios conjuntos inéditos, Resolución Aliada, para febrero de 2022. Moscú prometió entonces a los líderes europeos que retiraría a sus tropas de Bielorrusia una vez acabaran las maniobras. El 24 de febrero de 2022, invadieron Ucrania desde aquel territorio en el camino más corto para tomar Kiev.

Los ejercicios Zapad 2025 durarán del 12 al 16 de septiembre. Su dimensión real es secreta, aunque según el Ministerio de Defensa bielorruso, participarán unos 13.000 militares, además de decenas de aeronaves. No obstante, la inteligencia occidental sospecha que serán muchos más. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha advertido del despliegue de “hasta 150.000 militares” en suelo bielorruso. Como precedente, Moscú anunció 12.800 combatientes “activos” en Zapad 2021, pero luego reconoció que el contingente rondó los 200.000 militares, supuestamente involucrados en otras tareas que nunca llegó a especificar.

En respuesta a la creciente tensión, Polonia y Letonia cerrarán su espacio aéreo a lo largo de sus fronteras con Rusia y Bielorrusia, y Varsovia reforzará su presencia militar con el despliegue de 40.000 soldados durante las maniobras.

El alto mando ruso observará con atención el desempeño en estas maniobras de sus Tropas de Misiles de Designación Estratégica: las fuerzas nucleares del Kremlin. El ministro de Defensa bielorruso, Víktor Jrenin, adelantó en agosto que tendría especial protagonismo el misil balístico Oréshnik. Putin probó su nueva arma contra Ucrania en diciembre de 2024 y amenazó con atacar sistemáticamente con ella los centros políticos y de mando de su rival.

Aunque la inteligencia occidental duda sobre la capacidad de Moscú para producir en masa esta modificación del misil intercontinental RS-26 Rubezh, el Oréshnik supone una nueva amenaza para Europa. Su diseño le permite golpear a distancias más cortas que el Rubezh, lo que hace unos años supondría incumplir el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), abandonado tanto por Estados Unidos (en 2019) como por Rusia (el pasado agosto). Con un alcance de 2.000 a 5.000 kilómetros y capaz de portar ojivas nucleares o explosivos convencionales, su proyectil podría caer a una velocidad de Match 10, unos 12.300 kilómetros por hora, en cualquier ciudad de la Unión Europea.

Los drones que volaron sobre Polonia este miércoles alcanzan los 190 kilómetros por hora y Varsovia afirma que derribó al menos 3 de los 19 que penetraron en su espacio aéreo. Ucrania, que recibe a diario entre un centenar y más de medio millar de drones y misiles hipersónicos, suele reportar tasas de intercepción de entre el 50% a casi el 100%.

Los medios del Kremlin y sus blogueros proguerra han celebrado discretamente lo que consideran un fracaso de la defensa antiaérea de la OTAN. Al mismo tiempo, para exculpar a Moscú, sostienen que se trató de un ataque de Kiev de falsa bandera o un error provocado por las acciones de guerra electrónica ucranias que pretenden desviar los drones y misiles rusos.

“De no ser por [el aviso de] los bielorrusos, los polacos podrían haber ignorado por completo el vuelo de los drones hacia su territorio”, afirma el bloguero militar Alexánder Kots, con más de medio millón de seguidores en Telegram. “Qué bien estaría que destruyéramos el aeródromo polaco de Rzeszów como ha hecho Israel con Doha”, agrega.

Esta base aérea polaca es un importante nudo logístico en la ayuda militar que Occidente envía a Ucrania. Según revelan el diario alemán Bild y la revista Der Spiegel, varios drones rusos iban dirigidos a este aeródromo.

Putin intenta atraer a Lukashenko a la guerra

La percepción entre los analistas militares rusos es que un enfrentamiento con la OTAN es bastante factible en el futuro. Una fuente próxima al Ministerio de Defensa ruso manifestó a este periódico que Putin busca revertir los resultados de la Guerra Fría y devolver a Rusia el estatus de “gran potencia”, con el objetivo maximalista de recuperar “su propia esfera de influencia y el derecho a imponer condiciones” en el este de Europa.

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, declaró en junio que Rusia podría estar preparada para una guerra con la OTAN en 2030. El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos estima que será una “amenaza militar significativa” a partir de 2027.

Los ejercicios rusos Zapad tienen su antecedente en los Zapad soviéticos, que también involucraban a las repúblicas bálticas y Ucrania, sometidas entonces al mandato de Moscú. Las mayores maniobras tuvieron lugar en 1981 con unos 150.000 soldados del Pacto de Varsovia. En aquel entonces la OTAN sospechaba que los ejercicios eran una tapadera para invadir Polonia, sumida en protestas contra el régimen comunista, títere del Kremlin.

Hoy Polonia, Estonia, Letonia y Lituania están protegidos por la OTAN, mientras que la dictadura de Lukashenko sobrevive sobre el alambre. Rescatado por Putin de las protestas por fraude electoral de 2020, el régimen bielorruso facilitó a Moscú su territorio como plataforma para invadir Ucrania y ha concedido parte de su soberanía a Rusia bajo el Estado de la Unión, aunque ha logrado evitar hasta ahora tener que tomar parte activa en la guerra contra Ucrania.

Lukashenko, en el poder desde 1994, no quiere poner todos los huevos en la cesta de Putin. El dictador ha estrechado lazos con los Gobiernos de Joe Biden y Donald Trump en los dos últimos años con guiños como la liberación de decenas de presos políticos. La última tanda, este mismo jueves con la excarcelación de 52 detenidos tras reunirse en Minsk con el representante de la Casa Blanca John Cole.

Entre los liberados figuran el político Nikolai Statkevich y el filósofo Vladímir Matskevich, además de más de una decena de ciudadanos extranjeros. Algunos de los encarcelados llevaban más de una década en prisión. Sin embargo, en el país aún quedan 1.177 presos políticos, según el recuento de la ONG bielorrusa Viasná, galardonada con el premio Nobel de la paz en 2022.

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