Trump acaba con el aislamiento de Putin sin lograr el alto el fuego en Ucrania
El presidente ruso se enroca en sus exigencias pese al entusiasta recibimiento en Alaska del estadounidense

Buenas palabras pero ningún resultado tangible. La anticipadísima cumbre de Anchorage entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin, lanzada con toda pompa, circunstancia y alfombra roja para recibir al ruso, concluyó tras dos horas y media casi en sordina: sin un acuerdo sobre Ucrania ni sobre cómo proceder a partir de ahora. Tampoco sin el compromiso de una trilateral que incluya el líder ucranio, Volodímir Zelenski, y mucho menos un alto el fuego. Pero los dos líderes han expresado su interés en volver a verse “pronto” y han calificado los contactos de “productivos”. Y Trump ha declarado que aunque ahora no se haya logrado “lo más importante”, cree que se puede acabar consiguiendo. Su interlocutor ruso, que ha dejado claro que no cede en sus posiciones, ha apuntado que la próxima cita podría tener lugar en Moscú.
En cierto modo, la reunión en la base de Elmendorf-Richardson, en las afueras al norte de Anchorage, en Alaska, ha acabado al gusto de todos. Putin ha conseguido lo que quería de este encuentro sobre todas las cosas: la foto junto al presidente estadounidense, en suelo estadounidense y con los aviones y soldados de EE UU rindiéndole pleitesía: una demostración al mundo de que se ha extinguido el estatus de paria internacional en que había quedado desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania, en febrero de 2022. Todo ello sin haber tenido que ofrecer ninguna concesión.
Por su parte, Trump promueve la imagen que busca de estadista en pos de la paz. A miles de kilómetros, el presidente ucranio, Volodimir Zelenski, y los europeos, pueden suspirar de alivio: no hay una cumbre trilateral en el horizonte, pero tampoco los dos líderes han llegado a un acuerdo que presione a Kiev a aceptar la pérdida de territorios u otras condiciones de paz inaceptables para ella. Este último era el gran temor en Ucrania y en las capitales europeas: que Putin aprovechase el cara a cara para convencer al estadounidense sobre sus exigencias de territorio ucranio.
“Hemos cerrado muchos puntos. Quedan solo unos pocos pendientes. Algunos no son demasiado importantes. Uno es probablemente el más importante, aunque tenemos buenas posibilidades de conseguirlo. No lo hemos conseguido, pero tenemos una buena posibilidad de lograrlo” en el futuro, declaraba el estadounidense.
Si sus palabras describían la realidad, o eran un mero intento de poner al mal tiempo buena cara, no está claro. El republicano había anticipado que le bastarían apenas unos pocos minutos para determinar si el ruso iba en serio cuando hablaba de paz o simplemente iba de farol para ganar tiempo. En ese caso, aseguraba, volvería a casa y santas pascuas, pero Putin tendría que encarar “graves consecuencias”.
La cumbre no ha durado unos pocos minutos, pero su duración de dos horas y media ha sido más corta de lo previsto en los programas informales que manejaba la Casa Blanca, y mucho más breve de las seis o siete horas que había anticipado el Kremlin. Aunque los detalles sobre lo transcurrido son aún confusos, la reunión parece haberse limitado a su primera parte: la conversación entre los dos líderes casi a solas, acompañados únicamente de sus responsables de Exteriores. No ha habido negociaciones más amplias junto al resto de las respectivas delegaciones, ni almuerzo de trabajo. Incluso las declaraciones de Trump han sido más breves de lo que acostumbra el estadounidense cuando comparece ante la prensa.
Ninguno de los líderes aceptó preguntas en su intervención conjunta ante los medios. El presidente ruso fue el que tomó primero la palabra, para destacar que los dos países son “vecinos” y comparten “un amplio patrimonio cultural común”. Según aseguraba, al saludar a Trump a su llegada le saludó “como vecino”, “con palabras cálidas” y expresando su satisfacción por volverle a ver.
“Hemos trabado con el presidente Trump una relación de trabajo y confianza muy buena. Tengo todos los motivos para considerar que, si seguimos por este camino, podremos llegar cuanto antes al fin del conflicto”, declaraba Putin, en una intervención más extensa que la de su anfitrión.
Y dejaba claro que no se ha movido un centímetro de las posiciones que traía, y que son las mismas desde el comienzo de la invasión. Expresaba su esperanza de que “el entendimiento que hemos alcanzado aquí nos ayude a acercarnos a la paz en Ucrania” y reiteraba que “Rusia quiere sinceramente acabar el conflicto” en el país ocupado. Pero —y aquí el gran obstáculo— “todas las causas de la raíz del conflicto tienen que resolverse”. Para Putin, resolver esas causas pasa por bloquear definitivamente cualquier aspiración de Kiev a ingresar en la OTAN; limitar el armamento occidental del que pueda disponer su vecino; y poner definitivamente bajo su control las provincias de Luhansk y Donetsk, incluidas las zonas bajo control de las fuerzas ucranias. Algo que el líder ucranio, Volodímir Zelenski, y los aliados europeos rechazan tajantemente.
Putin lanzaba también un llamamiento a Kiev y sus socios europeos. Esperaba que “tomen todo esto de manera constructiva, y que no empiecen a poner obstáculos o intenten detener con provocaciones y maquinaciones entre bambalinas el progreso que hemos conseguido”.
El ruso acababa sus declaraciones con una invitación provocadora: “¿La próxima vez, en Moscú?”, apuntaba, arrojando un guante que Trump no quiso desdeñar completamente. “Es una propuesta interesante”, respondía. “Me pueden poner un poco verde por ello, pero es algo que puedo imaginarme que ocurra”. Poco más tarde, los dos presidentes despegaban de la base militar de regreso a sus respectivas capitales. Primero partía el ruso. Casi de inmediato le seguía el estadounidense.
El siguiente paso de Trump, de momento, iba a ser una ronda de llamadas. Primero a Zelenski, para informarle de lo tratado en la reunión. Después, a los dirigentes europeos, que a lo largo de los últimos días habían lanzado todo un despliegue diplomático, desde un encuentro en Chevening, la residencia de descanso del ministro de Exteriores británico, con el vicepresidente J.D. Vance y otros altos cargos de EE UU, a una videoconferencia con el propio Trump, para evitar que el antiguo agente de la KGB lograse persuadir con sus argumentos al inquilino de la Casa Blanca. Trump resaltaba en sus declaraciones que corresponderá al ucranio y al ruso decidir qué propuestas quieren plantar para poner fin a la guerra.
La reunión de Anchorage era la séptima entre ambos líderes, pero la primera de un presidente estadounidense con el inquilino del Kremlin desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala de Ucrania hace más de tres años y medio.
El encuentro había comenzado rodeado de expectación, con un cálido apretón de manos entre ambos a pie de pista en la base militar. Ambos habían querido hacer alarde de sintonía, con sonrisas y saludos mientras recorrían la alfombra roja hacia un podio donde posaron para las fotos oficiales del saludo.
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