Friedrich Merz cumple 100 días como canciller de Alemania en medio de críticas y con su popularidad a la baja
La coalición gobernante de democristianos y socialdemócratas se resiente por la crisis económica, las divisiones internas y la inestabilidad en el escenario internacional


Su accidentada investidura fue un presagio de lo que vendría después. El canciller alemán, Friedrich Merz, llega a sus 100 días en el cargo con cada vez más líneas divisorias tanto dentro de los partidos como entre ellos, que reflejan la fragilidad de una coalición de Gobierno que se fraguó a gran velocidad entre democristianos y socialdemócratas conscientes de que la crisis de la economía alemana y la inestabilidad política internacional no podía esperar más.
Contra todo pronóstico, Merz fracasó en la primera ronda para ser elegido canciller el pasado 6 de mayo, algo inédito en la historia de la República Federal de Alemania. Tras unas horas de nerviosismo, finalmente se organizó una segunda votación y esta vez sí salió elegido como canciller. Pero el daño ya estaba hecho. Ese día dejó constancia de las primeras grietas de una alianza que muchos parecían haber aceptado a regañadientes.
La coalición de Gobierno no es un “matrimonio por amor”, como ha dejado claro el presidente del grupo parlamentario de la Unión —formada por la Unión Cristianodemócrata (CDU) y la Unión Cristianosocial (CSU)—, Jens Spahn, con motivo de los 100 días de gobierno, por si aún había alguna duda. El aniversario que se cumple este jueves llega en época de vacaciones, donde tradicionalmente los políticos permanecen apartados de la palestra.
Este año, sin embargo, las guerras en Gaza y Ucrania han agitado el panorama político. La celebración, además, tiene lugar un día después de que Merz recibiera al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en Berlín para participar en unas videoconferencias organizadas por el alemán con líderes europeos y con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para intentar mediar de cara al encuentro del estadounidense con el presidente ruso, Vladímir Putin, en Alaska este viernes. Este hecho no hizo sino reflejar una vez más lo que cada vez resuena con más fuerza en Alemania: que Merz es “un canciller de Exteriores”, más preocupado del panorama internacional y de viajar por el mundo que de lo que sucede en su propio país.
Por si su gran papel como valedor de los intereses de Europa y defensor de Ucrania no fuera suficiente, Merz sorprendió a todos al anunciar la suspensión de las exportaciones de material bélico a Israel que pueda usarse en Gaza, algo inédito en un país que se siente obligado a considerar la defensa de Israel como “una razón de Estado” —como la definió hace tiempo la excanciller Angela Merkel― por perpetrar el Holocausto bajo el régimen nazi.
Su decisión —que cuenta con el apoyo del 83% de los alemanes— generó grandes críticas dentro de la Unión, también porque, según varias informaciones, ni siquiera habló por teléfono con el presidente de la CSU, Markus Söder, su socio hermanado de Baviera. “Ningún canciller puede permitirse ya semejante comportamiento”, escribía esta semana Der Spiegel sobre una realidad cada vez más patente: el canciller no involucra suficientemente en las decisiones a su grupo parlamentario, a su partido y a los líderes de los Estados federados democristianos, ya sea porque considera que no es necesario o por falta de tiempo.
Su decisión de modificar la ley de endeudamiento del país para sacar adelante un ambicioso plan de inversiones masivas en defensa e infraestructuras rompió con su promesa electoral de defender el freno de deuda y no le ha granjeado mucho apoyo dentro de su electorado.
Con esta suma de crisis internas y promesas rotas, no sorprende que la popularidad de Merz haya sufrido una caída, que contrasta con la valoración de sus antecesores al inicio de sus mandatos. Según Infratest dimap, que lleva muchos años sondeando la opinión de los alemanes para la cadena pública alemana ARD, tras los primeros 100 días en el cargo, el 63% estaba satisfecho con Gerhard Schröder, el 74% con Angela Merkel y el 56% con Olaf Scholz. Merz solo alcanza el 32% tras 100 días y en otro sondeo elaborado por Forsa no pasa del 29%.
Los economistas tampoco lo valoran mejor. Según la encuesta entre economistas de las universidades alemanas elaborada por el Instituto de Investigaciones Económicas de Múnich y publicada esta semana, el 42% de los participantes valora negativamente las medidas de política económica adoptadas hasta ahora por el nuevo Gobierno en materias como la edad de jubilación o las reformas de las pensiones y de la ley del freno al endeudamiento. Solo una cuarta parte de las personas encuestadas hace un balance positivo.
Problemas internos
En el plano interno, destaca la fallida elección de una jueza del Tribunal Constitucional que provocó la primera crisis de la coalición entre los conservadores de Merz y el SPD. La extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) y su entorno pusieron en marcha una intensa campaña contra una candidata progresista, la catedrática de Derecho Frauke Brosius-Gersdorf y lograron convencer a parte de un sector de la Unión, frustrando así una elección que se daba por hecha.
Ante estos problemas internos, el líder del grupo parlamentario del SPD, Matthias Miersch, pidió esta semana que se resolvieran rápidamente las fricciones. “Más allá de los contenidos centrales y los objetivos comunes, la cooperación no ha funcionado bien en algunos aspectos. En la percepción pública, esto eclipsa con demasiada frecuencia los logros en cuanto al contenido. Esto debe cambiar sin falta”, declaró Miersch.
De momento, en un intento por solucionar al menos los problemas dentro de los conservadores, Merz convocó a la cúpula de su partido a una reunión en la Cancillería el pasado martes para tratar la situación y la cooperación en la coalición con el SPD, así como el estado de ánimo de la población, que según los últimos sondeos son desfavorables para el líder conservador.
A esto se suman los problemas para cerrar unos presupuestos que llevó a su Gobierno a reconocer que no es posible aliviar la carga de los ciudadanos y a anunciar que se reducirá el impuesto sobre la electricidad solo a la industria, no a los clientes particulares. Todo esto parece haber empañado uno de sus principales puntos de campaña que sí ha cumplido: un mayor control de las fronteras alemanas y devoluciones en caliente como instrumento para frenar la inmigración irregular.
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