José Sócrates, ex primer ministro de Portugal acusado de corrupción: “Este juicio se sustenta sobre trampas”
El antiguo gobernante socialista, imputado por 22 delitos, es el principal encausado en un macroproceso que comienza este jueves en Lisboa y que contará con 650 testigos


El juicio del siglo en Portugal empezó este jueves en una sala del Tribunal Criminal Central de Lisboa. Treinta minutos antes de su inicio, el principal encausado en el macroproceso por corrupción de la Operación Marqués, el antiguo primer ministro socialista José Sócrates, llegó al Campus de la Justicia solo. Nada que ver con su visita de hace 16 años, cuando se le veía como un gobernante reformista y dinámico que tiraba adelante sin amedrentarse con adversidades. Aquel día, Sócrates acudió allí acompañado por su ministro de Justicia con un motivo bien distinto: la inauguración del lugar donde se iban a centralizar 21 juzgados y dependencias en el Parque de las Naciones, el barrio de Lisboa ganado al olvido gracias a la Exposición Universal de 1998. Casi una veintena de jueces estaban irritados con la medida, aunque aquellas protestas no cambiaron nada. Sócrates reivindicó el campus como algo bueno para la justicia y el país.
Y en una de esas salas buenas para la justicia y el país se sentó este jueves por la mañana, junto a una veintena de imputados, para responder por 22 delitos de corrupción, blanqueo de capitales y fraude fiscal ante un tribunal formado por tres magistradas, Rita Seabra, Alexandra Pereira y Susana Seca. Esta última ha sido recusada por el ex primer ministro porque considera que este tribunal, que tiene régimen de exclusividad para el proceso por decisión del Consejo Superior de la Magistratura, ha sido elegido ad hoc contra él y que eso adultera la justicia a la que será sometido.
Antes de entrar a la sala, Sócrates atendió a un enjambre de periodistas. En esencia, repitió los argumentos que había esgrimido en Bruselas el martes, después de presentar una querella ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos (TEDH) contra el Estado portugués por la tramitación judicial de la Operación Marqués, pues el político considera que está plagada de irregularidades y motivada por una persecución política.
José Sócrates lleva una década entrenando su propia defensa, aunque recurra a prestigiosos bufetes como el despacho belga que llevó el caso de Julian Assange y que le representará ante el TEDH. “Hace cuatro años salí de este tribunal con todas las acusaciones que me formuló el Ministerio Público sobreseídas”, afirmó a las puertas del edificio judicial. “Me fuerzan a venir de nuevo para responder a las mismas acusaciones de hace cuatro años”, añadió. En 2021, el juez instructor Ivo Rosa dinamitó el trabajo de la Fiscalía al archivar 171 delitos y trocear el proceso en cuatro partes para agilizarlo. En ese momento, Sócrates pasó a estar acusado solo de tres delitos y ninguno de ellos por corrupción. A esta decisión judicial es a la que se aferra el político para desacreditar las decisiones posteriores del Tribunal de la Relación, que agravaron de nuevo los cargos contra él.
El ex primer ministro está acusado por la Fiscalía de haber recibido 34 millones en sobornos de empresas que obtuvieron beneficios durante su Gobierno. Una de ellas sería el Grupo Espírito Santo, que gestionaba un emporio empresarial y financiero en decenas de países. Su principal responsable, Ricardo Salgado, es uno de los acusados en este juicio, pero no tendrá que comparecer en las sesiones debido a que sufre una enfermedad neurodegenerativa, una circunstancia a la que aludió su abogado para arremeter contra la decisión de juzgarle.

Junto a Sócrates también se sientan en el banquillo su amigo y supuesto testaferro, el empresario Carlos Santos Silva; el ex ministro Armando Vara y los antiguos gestores de Portugal Telecom, Zeinal Bava y Henrique Granadeiro. Casi todos optaron por permanecer en silencio al inicio del proceso, excepto el antiguo gobernante portugués, que anunció que hablaría en la primera sesión. No lo hizo por la mañana, que discurrió plagada de incidentes entre Sócrates, su abogado, Pedro Delille, y la presidenta del tribunal. Además de recusar a la jueza y a dos fiscales, lo que no impidió la celebración de la sesión, la defensa obstaculizó todo lo posible el avance del juicio hasta el extremo de ser advertido por la magistrada, que también amonestó a Sócrates por ir al baño sin pedir permiso y por exigir turno de palabra.
En la pausa para comer, Sócrates habló de nuevo a la prensa para arremeter contra el tribunal. Reprochó a la jueza que “no concuerda con nada de lo que hace la defensa”, acusó al Consejo Superior de la Magistratura de “ejercer una tutela administrativa” sobre el proceso y admitió que pelea para torpedear el juicio. “Este juicio nunca debió existir y estoy batallando para que no exista, por la simple razón de que se sustenta sobre trampas”, afirmó. “No es razonable que un Estado de derecho realice tres acusaciones distintas en diez años”, agregó antes de irse a comer.
Frente a la locuacidad de Sócrates, el resto de los acusados prefiere el mutismo. No quisieron hablar ni su chófer João Perna, ni su amigo Carlos Santos Silva, que para los fiscales fue el principal testaferro que entre 2006 y 2015 recibió dinero de empresas que luego se destinaba al antiguo primer ministro. El juicio, al que acudirán 650 testigos, se prolongará durante varios meses. Antes de las vacaciones judiciales, están previstas cinco sesiones.
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