Una cuestión capital
Importa diferenciar entre los distintos grupos yihadistas y también entre éstos y aquellos colectivos islamistas ajenos a la violencia


Hace diez años, al visitar la mezquita central de Londres me llamó la atención encontrar la misma literatura yihadista, los mismos panfletos que se podían comprar en las mezquitas deobandi, radicales, de Pakistán. Eran textos sencillos, breves, que explicaban la necesidad de movilizarse contra Occidente. Los cauces de radicalización son hoy otros: los folletos han sido sustituidos por una espesa trama de comunicaciones en la red y en la sociabilidad de los barrios/guetos musulmanes en las ciudades europeas. El resultado es conocido, sobre todo desde que el yihadismo ha adquirido una base territorial y el simbolismo del califato con el ISIS.
Como consecuencia, cientos de jóvenes musulmanes europeos viajan a Siria para engrosar las filas del ISIS, para regresar una vez provistos de entusiasmo ideológico y técnicas útiles para la acción armada. El ISIS ha declarado la guerra a Occidente, también a sus adversarios en el mundo islámico, y ellos se convierten en muyahidines de esta causa sagrada. Es preciso conocer el vínculo entre ambas etapas. Esto nos obliga a conocer con precisión las causas y procesos de radicalización de los musulmanes europeos, muchos de ellos conversos, y que son hoy la clave de la política de atentados. ¿Cómo se ha permitido que el islamismo radical campe a sus anchas en el corazón de Europa?
No cabe cerrar los ojos ante el hecho de que nos encontramos ante un conflicto de ideas, de visión del mundo, donde intervienen factores económicos y sociológicos, que se origina en una ideología concreta, el islamismo radical. La ideología es el detonante que impele a actuar en un sentido u otro. Interviene como máquina de procesar las energías provenientes del descontento, de las expectativas frustradas. Al final tenemos la figura del yihadista, del mismo modo que en otros lugares del mundo, y pienso en mis estudios sobre el radicalismo en India, pueden surgir maoistas o ultranacionalistas hindúes practicantes de la violencia. Las bases socioeconómicas variarán, pero el agente unificador es siempre la ideología.
Resulta importante partir de esta constatación porque las generalizaciones del tipo “terrorismo global internacional” son sólo formas de escapar de una realidad acuciante. Importa definir y discriminar, incluso para entender la diferencias que pueden existir entre los distintos grupos yihadistas, y para marcar la línea divisoria entre los mismos y aquellos colectivos de un islam ortodoxo, salafí, ajenos a la violencia.
Eva Borreguero es profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.
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