Berlusconi amenaza con volver
Silvio Berlusconi siempre está dispuesto a echar una mano al cuello. A Italia, a Monti, a su partido


Silvio Berlusconi siempre está dispuesto a echar una mano. A Italia, a Mario Monti, a su propio partido. Una mano al cuello, se entiende.
Justo unas horas antes de partir hacia la cumbre crucial de Bruselas, el actual jefe del Gobierno italiano invitó a almorzar a su antecesor en el palacio Chigi. Quería —en un gesto muy propio de Monti— hacer partícipe a Il Cavaliere de la importancia del momento, pedirle de manera exquisita que, en lo posible, ayudara en el envite. Como no podía ser de otra manera, nada más salir del almuerzo, Berlusconi buscó las cámaras de televisión y puso a caer de un burro a su sucesor, dijo que no tenía un plan definido para la cumbre, que si esto y si lo otro. A pesar de todo, un rato después, desde la tribuna del Congreso, Monti volvió a referirse a él con todo respeto: “He tenido el placer de encontrar al presidente Berlusconi…”.
Desde que llegó al poder, Monti ha sabido convertir la debilidad ajena en su propia fuerza. De hecho, una parte del apoyo que le brindan los partidos —desde la izquierda a la derecha— proviene de su propia incapacidad para gobernar, envueltos como están —todos— en peleas internas y casos de corrupción. Además, el Gobierno tecnócrata está poniendo en marcha medidas durísimas que ningún partido con afán de ganar unas elecciones acometería con agrado. Por si fuera poco, las últimas elecciones municipales han dejado constancia del hartazgo de los italianos hacia la política tradicional. Las listas ciudadanas agrupadas bajo el Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo han cosechado sonoros triunfos. Ahora, para completar el cuadro, Silvio Berlusconi ha creído ver en todo ese río revuelto una oportunidad para regresar.
A sus 75 años, con procesos judiciales aún pendientes y ante el desconcierto de su propio partido, el anterior primer ministro amenaza con volver. Más populista que nunca. Aprovechando las vacas flacas para meterse con el euro —llegó a decir que por qué Italia no se ponía a imprimir billetes—, instigar los bajos instintos contra Alemania o intentar ridiculizar al nuevo Gobierno…
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