La ciencia reabre el caso de los ataques con cartas contaminadas con ántrax
Un estudio pone en duda que Bruce E. Ivins fuera su único responsable

El FBI dio el caso por cerrado hace tres años. Y lo hizo por la vía fácil: su principal sospechoso, el científico Bruce E. Ivins, se había suicidado el 27 de julio de 2008. Tras su muerte, el Gobierno dijo que había sido el único sospechoso de haber enviado en 2001 siete cartas contaminadas con esporas de ántrax maligno a medios de comunicación y legisladores en el Capitolio, provocando 22 infecciones y cinco muertes. Acababa de ese modo la investigación oficial de unos hechos que aterraron a Washington en los convulsos días posteriores a los ataques del 11 de septiembre.
Ahora, una década después, un pormenorizado estudio de tres reputados científicos asegura que los ataques fueron tan sofisticados que es poco plausible que Ivins fuera su único responsable. En las cartas enviadas en 2001 las esporas estaban recubiertas de silicona y timbre, en una composición tan compleja que, según el informe, es poco probable que Ivins pudiera realizarla en solitario en el laboratorio militar de Maryland desde el que se supone que actuó.
Hace exactamente diez años, la segunda remesa de cartas contaminadas con las esporas estaba de camino al Capitolio. Antes, el 18 de septiembre, cinco cartas se habían mandado a medios de comunicación: las cadenas de televisión ABC, NBC y CBS; el diario The New York Post, y la editora de Florida American Media Inc., que publica el National Enquirer. El nueve de octubre, otras dos cartas se enviaron a los senadores Tom Daschle y Patrick Leahy. Murieron empleados de correos y ciudadanos que tuvieron la mala fortuna de cruzarse con las cartas en su periplo hacia sus destinos.
Las misivas se enviaron desde un buzón frente al rectorado de la universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Contenían mensajes que supuestamente estaban en la línea del islamismo yihadista: “Muerte a América”, “Muerte a Israel” y “Alá es grande”. Estaban contaminadas con esporas de la bacteria ‘bacillus anthracis’, que, inhalada, provoca en el ser humano hemorragia y necrosis, sobre todo en la zona pulmonar y del corazón.
Los científicos aseguran que los ataques fueron tan sofisticados que es poco plausible que Ivins fuera su único responsable
El estudio, coordinado por el epidemiólogo Martin Hugh-Jones, de la universidad estatal de Luisiana, se publicará en la revista especializada Journal of Bioterrorism & Biodefense. Los autores han revisado más de 10.000 páginas de documentos científicos que el FBI desclasificó en febrero. La presencia en las cartas de timbre, junto a la silicona, con los que se adulteró las esporas de ántrax, indican una capacidad de producción fuera del alcance de Ivins, que trabajaba como experto en biodefensa para el Ejército de Estados Unidos, en la base de Fort Detrick.
Timbre y silicona
El autor de los ataques recubrió las esporas con el timbre y la silicona, en una técnica muy común en el sector farmacéutico, para evitar que los medicamentos se dispersen, lo que ayuda a que tengan un mayor efecto. Los tres autores del estudio consideran que esa técnica estaba fuera del alcance de Ivins. A principios de año, la Academia Nacional de Ciencias concluyó, después de meses analizando el caso, que el FBI había exagerado las pruebas contra Ivins, y que había cerrado el caso en falso. El Departamento de Justicia, del que depende el FBI, mantiene a día de hoy que la investigación fue válida.
Cuando Ivins se suicidó, con una sobredosis de paracetamol, el FBI se preparaba para presentar cargos contra él por homicidio. Aseguraba que, en el laboratorio en el que trabajaba, tenía acceso a la misma cepa de bacterias que se empleó en los ataques. Consciente de que el FBI le seguía la pista, comenzó a comportarse de forma errática. Fue puesto en tratamiento psiquiátrico. El doctor que le trató aseguró que presentaba “tendencias homicidas”. Murió meses después. Ese relato de sus problemáticos últimos días, sin embargo, procede de informaciones filtradas por el Departamento de Justicia a los medios. Ivins nunca se autoinculpó.
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