La democracia de uno
El columnista de Repubblica Giuseppe d’Avanzo le llama Quello-Che-Comanda-Tutto o el Egócrata. La democracia italiana y con ella su opinión pública están sufriendo una curiosa y preocupante reducción, devoradas por ese Caimán voraz que se ha encaramado en su vértice. Pero este proceso ni es lineal ni su pesada factura corre exclusivamente a cargo de las víctimas, incluyendo las voluntarias y complacientes, que no faltan en este escenario. El propio ogro devorador sufre de forma indecible en su festín, porque es fruto de una ansiedad insaciable y de una contradicción sin remedio en quien lo quiere todo, la respetabilidad y la transgresión, el poder y la gloria, el amor y el temor, la perdición y la salvación eterna.
Michael Ignatieff expresó hace unos años, a propósito del terrorismo, una preocupación, obsesión le llamaba, “por el fantasma de un ser solitario extraordinariamente poderoso que sería cruel castigo de la mismísima estima moral que nuestra sociedad prodiga sobre la idea de individuo”. Este ser ya está aquí entre nosotros, elegido en las urnas pero expresión perfecta de la democracia de uno, el único que con sus solos poderes, acomodados a sus necesidades, constituye mayoría, hace la ley a su gusto y conveniencia y deja a todo el resto de la sociedad en los márgenes del sistema.
La tensión con que vive y encarna este sistema político acomodado a su persona se puede ver en su rostro, profundamente trabajado por la cirugía y por el desenfreno retenido. Con su piel de tambor batiente, su forzada sonrisa de saurio con implantes, su pelusa trasplantada y planchada, y su cuerpo activado por la química y la cirugía, este hombre situado en la frontera del androide se siente poderoso y sobrehumano, y no duda en decirlo. En su última erupción ha proferido los más graves insultos contra sus predecesores en la presidencia del Consejo. Con su soledad cada vez más aterrorizante, es fácil observar que en uno de sus festines terminará rodando por los suelos, atragantado por una de sus presas indefensas que le quedará atravesada entre las fauces.
(Enlaces: con la entrevista digital de ayer al corresponsal de El País en Roma; con la última crónica de Giuseppe D’Avanzo; con la referencia a Michael Ignatieff; con las diez preguntas de Repubblica. Es obvio que preguntar a una bestia así es como citar al dragón a cuerpo descubierto desde la boca de la cueva.)
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