Les deseo un año realmente nuevo
Este quizá acabe como el Siglo que Apaga las Luces. Ojalá en 2026 pasen cosas esperanzadoras, que vaya racha llevamos


Cuando uno vuelve al pasado aparecen fantasmas. En mi caso, al regresar a Italia aparecieron viejas y absurdas multas, les ahorro detalles. Hacienda no me había olvidado, es conmovedor que alguien te espere tanto tiempo. Pedí cita y fui a pagar y, como pasa en ocasiones con la administración en Italia, fue una experiencia prodigiosa, de las que te lleva a creer en el género humano, y por eso la cuento, tiene espíritu navideño. Había una máquina para el papelito del turno, que era como otras que ya he visto: funcionaba mal y tenía un señor al lado que te ayudaba. Era un empleado muy simpático, que fiel a un talento ancestral enseguida estableció complicidad conmigo. “A ver si conseguimos engañarla”, me dijo, refiriéndose a la máquina, poniéndose ya de mi parte sin conocerme de nada, como si nosotros, los humanos, fuéramos un equipo contra la despiadada tecnología. Trasteando y a golpes, sacó el número como un triunfo. Me pregunté, como otras veces, si tendría trabajo si la máquina funcionara, y si no sería él quien la saboteaba.
Fui a la ventanilla y expuse mi caso, complicadísimo, pero el hombre también se puso de mi parte y me dijo una frase ya familiar: “Yo no debería decirle esto, pero…”. Es entonces cuando te revelan un secreto para iniciados, un truco para burlar el sistema, ese sistema para el que trabajan. Antes que funcionarios, son seres humanos, y el Estado, otro ente despiadado. En este caso me explicó que en los presupuestos, que como siempre se aprobarán en el Parlamento in extremis el 31 de diciembre tras agónicas negociaciones, se ha colado una vez más la llamada rottamazione (desguace): se perdona en masa el recargo de viejas multas y deudas, y solo se paga el importe original. Me aconsejaba esperar al 1 de enero. Así que aguardo el año nuevo con ilusión infantil.
Siempre en búsqueda desesperada de fondos, y mientras colapsan la sanidad y la educación públicas, Italia hace continuas amnistías, condonaciones, legalizaciones. La primera remissio tributi data del emperador Adriano en 118. Meloni hizo casi una al mes en sus dos primeros años. Pero es un círculo vicioso: si crees que te puedes librar, no pagas. Queda en el aire una idea poco edificante: quien paga es tonto. Unos 14 millones de italianos tienen algo pendiente. En el caos, se confía en el milagro. De hecho, cuando te llega una multa se considera mala suerte, te ha tocado (eres tonto). En resumen, una injusticia. Entonces ya querrías que todos pagaran lo que tienen que pagar y que el país funcionara.
No juzguen con severidad. El perdón, la piedad, es un rasgo esencial de la fe tal como se vive en Italia, a diferencia de España, país maniqueo donde el que la hace la paga y arderá en el infierno, algo que llevamos a la vida diaria. Quizá solo en el humanismo italiano podía surgir alguien como Cesare Beccaria, que en 1764 sentó las bases de los estados modernos en De los delitos y las penas al condenar la tortura, la pena capital y defender castigos proporcionales. El gran ducado de Toscana fue el primer estado del mundo donde fue abolida la pena de muerte, en 1786. Beccaria escribió contra el embrutecimiento y la insensibilidad de sus contemporáneos: “No hay libertad allá donde las leyes permiten que en algunos casos el hombre deje de ser una persona y se convierta en cosa”. Claro, era el Siglo de las Luces. Ahora cada vez vemos más personas convertidas en cosas. A fuerza de retroceder, este quizá acabe siendo el Siglo que Apaga las Luces. Ojalá 2026 sea un año realmente nuevo, que no vaya hacia atrás y pasen cosas esperanzadoras para variar, porque vaya racha llevamos. Feliz año a todos.
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