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política
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

EE UU: la guerra como instrumento para cambiar de régimen

Un conflicto bélico es la forma fácil de eliminar a los enemigos internos, en este caso, los inmigrantes, identificándolos con un enemigo externo. El siguiente paso de Trump para acabar con la democracia puede ser atacar Venezuela

Un agente de inmigración estadounidense durante una operación en Little Village, un barrio de Chicago con presencia latina

En ciertos aspectos, este otoño en Estados Unidos ha recordado al otoño de 1938 en la Alemania nazi, cuando la deportación masiva de indocumentados fue una de las políticas coercitivas más ambiciosas de Hitler antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, también, se está poniendo de manifiesto la conexión entre la represión interna y la agresión extranjera.

En aquel otoño, la policía alemana y las SS detuvieron a 17.000 judíos de nacionalidad polaca y los enviaron al otro lado de la frontera, a la vecina Polonia. Esto provocó una cadena de acontecimientos que ofrece una perspectiva útil de la situación actual de Estados Unidos. Una familia fue deportada; un refugiado desesperado se vengó; el gobierno organizó un pogromo y reorganizó su policía; lo que vino después fue la guerra.

La familia era la de los Grynszpan. El padre y la madre se habían desplazado a Alemania en 1911 desde el Imperio Ruso. Sus hijos habían nacido en Alemania, hablaban alemán y se consideraban alemanes. Su hijo Herschel se había ido a vivir con unos parientes a París, donde se tuvo que enfrentar a una serie de complicaciones con su documentación, incluida la pérdida de la nacionalidad.

Cuando le negaron la residencia permanente en Francia en el verano de 1938, Herschel se escondió en un ático para evitar la deportación. Fue entonces cuando le llegó una postal de su hermana: “Todo ha terminado para nosotros”. Herschel se vengó. El 7 de noviembre de 1938 entró en la embajada alemana en París y disparó al diplomático Ernst vom Rath. La política de deportaciones masivas había provocado una reacción que, aunque impredecible en sus detalles, no fue sorprendente.

En Berlín, los nazis vieron una oportunidad. Joseph Goebbels invocó una conspiración y confundió las acciones de una persona con la responsabilidad de un grupo, y Hitler le permitió a Goebbels organizar un pogromo a escala nacional -la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos- dos días después. Las SA, las SS y las Juventudes Hitlerianas, a las que se unieron muchos otros alemanes, destruyeron negocios judíos, quemaron libros judíos, profanaron rollos de la Torá e invadieron hogares judíos. Unos 91 judíos fueron asesinados y cientos se suicidaron. Decenas de miles fueron enviados a campos de concentración.

Nueve décadas después, nadie podía prever exactamente lo que sucedería cuando la administración Trump hizo de la deportación de los indocumentados su política básica, con la Guardia Nacional desplegada en Los Ángeles y Washington -ciudades que deberían ser vistas como “campos de entrenamiento para nuestros militares” y “zonas de guerra”-. Pero era previsible que hubiera consecuencias. Estas llegaron en forma del reciente tiroteo contra dos soldados de la Guardia Nacional que patrullaban en Washington. Uno de ellos murió posteriormente a causa de sus heridas.

El acusado del ataque es un refugiado de Afganistán que había colaborado con el esfuerzo bélico de Estados Unidos en su país natal. Al igual que Grynszpan, es una persona que ha sufrido traumas y deshumanización. Tras haber luchado y matado para un gobierno extranjero en su propio país, el asesino tenía motivos para esperar algún tipo de refugio después de que él y su familia fueran evacuados de Afganistán a Estados Unidos. Al parecer, solo se enfrentó a una serie de decepciones.

Su experiencia, según informó The New York Times, fue inquietantemente similar a la de Grynszpan. Si bien “no estaba claro qué provocó exactamente” el ataque, un voluntario que trabajó con la familia “intuyó que parte de ello se debía a su frustración por la incertidumbre del proceso inmigratorio estadounidense” y al temor de su familia de ser “deportada a Afganistán mientras se demoraba su solicitud de una visa especial de inmigrante”. Esto no justifica un acto horrible. Es un hecho necesario para comprender la estructura del momento histórico.

Era previsible que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tratara de explotar esa violencia. Anunció su intención de atacar a los “países del Tercer Mundo”, culpó de todos los problemas de Estados Unidos a los inmigrantes y llamó “basura” a los somalíes. Trump expresó su deseo de deportar a millones de personas y desnaturalizar -despojar de la ciudadanía- a los norteamericanos cuyos valores menosprecia o a los que considera incompatibles con la “civilización occidental”. La vida se hará aún más difícil para los no ciudadanos en Estados Unidos.

¿Qué vendrá después? Para los nazis, la deportación masiva y el pogromo del otoño de 1938 fueron pasos hacia la creación de una agencia nacional de policía centralizada, la Oficina Principal de Seguridad del Reich, al año siguiente. En Estados Unidos, algo similar está ocurriendo con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE): inicialmente encargado de llevar a cabo deportaciones, el ICE ha asumido funciones de espionaje, ha provocado a los ciudadanos y ha sido reforzado por soldados de la Guardia Nacional. En estos aspectos, se está convirtiendo en una especie de fuerza policial nacional, con propaganda ideológica y vínculos con las fuerzas armadas.

En cierto modo, las deportaciones masivas y la Kristallnacht impulsaron la consolidación del régimen nazi. Pero este tipo de inestabilidad era impopular en Alemania, de la misma manera que las redadas del ICE son impopulares en las ciudades estadounidenses. Los siguientes pasos radicales solo fueron posibles al amparo de la guerra. Ese sería el siguiente paso clásico en el cambio de régimen que Trump parece decidido a implementar en Estados Unidos. La guerra es la forma fácil de eliminar a los enemigos internos identificándolos con un enemigo externo.

Para Trump, iniciar una guerra con Venezuela (o con algún país) puede ser el siguiente paso lógico para impulsar el cambio de régimen en su país. Es evidente que Trump entiende esto, dadas sus crecientes provocaciones desde el verano, cuando Estados Unidos comenzó a atacar a presuntos narcotraficantes en el mar Caribe, incluidos náufragos asesinados en una violación flagrante del derecho internacional.

El pasado nunca se repite, pero sí instruye -a todos-. Quienes quieren autoritarismo en Estados Unidos saben que aferrarse a las emociones asociadas con la pertenencia política puede provocar agitación y un cambio de régimen. Y quienes buscan la democracia en Estados Unidos pueden ver el patrón y, al identificarlo, dar el primer paso crucial para detener el proceso.

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