La asociación canadiense que vendía drogas sin adulterar: ¿un acierto o una insensatez?
La iniciativa de vender sustancias ‘limpias’ compradas en la ‘dark web’ consiguió reducir el consumo y el riesgo de sobredosis. Pero los promotores se enfrentan a un juicio

“Todos a los que quiero están muertos”, declaraba la activista canadiense Eris Nyx en una entrevista en junio de 2023 en la web The Tyee. Un mes antes, en Columbia Británica, su lugar de residencia, 198 personas habían fallecido por consumo de drogas, víctimas de un mercado contaminado con fentanilo. La crisis de los opioides alcanzaba su punto más crítico ese año en Canadá. Convencida de que esta emergencia sanitaria es consecuencia de un negocio no regulado y lucrativo, Nyx, junto al también activista Jeremy Kalicum, lideraba desde agosto de 2022 el Frente de Liberación de Usuarios de Drogas (DULF por sus siglas en inglés): un club, conocido como compassion club, que vendía cocaína, metanfetaminas y heroína con composición verificada.
En la última década, las sobredosis han provocado una crisis de salud pública sin precedentes en Canadá y EE UU, debido principalmente a la adulteración de las drogas ilegales con fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, mucho más barato de producir que otros opioides y altamente adictivo. Con más de un millón de fallecidos desde el año 2000, cifra comparable a la de la pandemia de covid. Pero esta crisis afecta sobre todo a jóvenes: en EE UU es la principal causa de muerte entre personas de 18 a 44 años, y en Canadá, las muertes por opioides en 2024 se concentraron en personas de 30 a 39 años. Columbia Británica, una de las regiones más afectadas en Norteamérica, registra una tasa de mortalidad por sobredosis de 45 por cada 100.000 habitantes, con el fentanilo implicado en más del 85% de estas muertes.
La provincia canadiense ha respondido a la crisis con iniciativas como el programa safer supply (suministro más seguro), a través del que se recetan opiáceos farmacéuticos gratuitos a personas en alto riesgo de sobredosis. El compassion club de DULF proponía extender este modelo a contextos no supervisados en Vancouver, epicentro de la crisis. Descrito por The Economist como “revolucionario”, el club estuvo activo durante un año y dos meses en el Downtown Eastside, un barrio caracterizado por la pobreza, la falta de vivienda y los problemas de salud mental y drogodependencia.
Para unirse al compassion club, los interesados debían cumplir requisitos como ser mayores de 19 años, consumir heroína, metanfetaminas o cocaína de origen ilegal, y estar en alto riesgo de sobredosis. Tras ser admitidos, podían comprar hasta 14 gramos semanales de estas sustancias, analizadas previamente y ofrecidas a un precio ligeramente inferior al del mercado callejero. Las drogas se entregaban en envases precintados, etiquetados con su contenido exacto y advertencias sobre los efectos del consumo, de manera similar a las cajetillas de tabaco. “Hacía tiempo que el modelo del compassion club se planteaba en los debates sobre políticas de drogas para abordar la actual crisis”, explica Gillian Kolla, investigadora en salud pública de la Memorial University de Newfoundland. “Nyx y Kalicum se esforzaron mucho para hacerlo con las autorizaciones pertinentes”, afirma. Solicitaron financiación y una exención a la legislación canadiense, pero su petición fue rechazada en marzo de 2022. Aun así, decidieron continuar el proyecto, notificándolo a las autoridades, y comenzaron a adquirir drogas en la dark web, que analizaban en su laboratorio.
Tras 14 meses en los que vendieron 3.000 gramos de droga a 49 personas, una redada puso fin a la actividad de DULF, y sus fundadores fueron acusados de posesión de drogas con fines de tráfico. Kolla señala que Nyx y Kalicum “decidieron seguir adelante con la intervención como parte de una comunidad que enfrentaba un ritmo alarmante de muertes por sobredosis de fentanilo. Fueron totalmente transparentes, publicando sus protocolos y el modelo del programa en internet. Lo que hicieron no fue una sorpresa para nadie”. Además de abrir DULF a medios de comunicación, colaboraron con investigadores de la University of British Columbia y el British Columbia Centre on Substance Use (un centro de investigación sobre la drogodependencia), convirtiendo el compassion club en un caso de estudio académico, del cual se han publicado cuatro artículos científicos entre 2024 y 2025.
Jeanette Bowles, la investigadora del British Columbia Centre on Substance Use encargada de las entrevistas para el estudio cualitativo sobre DULF, habla de un caso de éxito, de una iniciativa piloto que mejoró la salud de sus participantes: “Mandaba un mensaje muy potente: eres digno de buena salud y de acceso a drogas menos perjudiciales. Lo que descubrí al hablar con los participantes fue que se sentían parte de una comunidad única y encontraban en el club un espacio libre de riesgos donde recibían lo que pedían sin temor a violencia”.
El artículo científico más reciente sobre DULF, de marzo de 2025, destaca que la mayoría de los participantes en su estudio redujeron el consumo de drogas, disminuyó el riesgo de sobredosis y mejoraron su salud mental, física y bienestar general. Estos resultados llevan a Kolla a defender, con mucha precaución, que el modelo es lo suficientemente interesante como para “aprender de él y combinarlo con otras intervenciones necesarias para abordar esta crisis”. Además, hace hincapié en la importancia de tratar paralelamente problemas como la crisis de vivienda y salud mental.
Sin embargo, la comunidad científica canadiense no es unánime en su postura. Mientras algunos, como Kolla, apoyan enfoques de reducción de daños mediante acceso a sustancias no adulteradas y espacios y prácticas seguras, otros sostienen que la solución a la crisis de los opioides pasa, entre otras medidas, por la rehabilitación de los adictos. Para Julian Somers, psicólogo clínico y profesor de la Simon Fraser University, el hecho de que el compassion club operase durante más de un año es una “catástrofe sanitaria”. Argumenta que “la adicción se caracteriza por la pérdida de control y autonomía”, y permitir acceso a drogas sin intervenciones simultáneas es “como jugar a la ruleta rusa”. Somers considera que se debe “proteger” a los drogadictos de un consumo “malsano e inadecuado”.
En España, una investigación de junio de 2024 del Ministerio de Sanidad descartaba la posibilidad futura de una crisis de salud pública relacionada con el fentanilo. Y aunque no hay ejemplos de iniciativas tan arriesgadas como la de DULF, Diego Fernández Piedra, investigador en psicología social de la salud y las adicciones y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, subraya la importancia del PEPSA, un programa experimental de prescripción de heroína farmacéutica inyectable e inhalada de la Junta de Andalucía. Fernández Piedra considera que “lo que hizo DULF fue crear un modelo donde se prioriza el cuidado frente al castigo, la vida frente a la norma. Es valiente y, al mismo tiempo, muy concreto”. Y añade que es “difícil imaginar algo así en España sin consecuencias legales inmediatas”.
Más allá del debate, la viabilidad y el futuro del modelo del compassion club en Canadá dependerán del juicio contra Nyx y Kalicum, previsto para finales de este año. “Los fundadores de DULF, después de ser muy transparentes acerca de lo que estaban haciendo, enfrentan actualmente cargos penales graves bajo la ley canadiense de drogas —sostiene Kolla—. Esto ha frenado la idea de los compassion clubs por ahora”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.