Golf, spa y un paseo por la arena hasta el Peñón: así es el nuevo hotel de Fairmont en un tranquilo rincón de Cádiz

A un lado, prados de color verde inmaculado. Justo enfrente, un campo de golf con un césped tan apetecible y un lago tan tranquilo que parece la maqueta para un videojuego de aventuras. Más allá del campo de golf, la playa y el Mediterráneo. Al otro lado, más prados. Y más allá del otro lado, aunque tampoco demasiado lejos, el imponente Peñón de Gibraltar. El hotel Fairmont La Hacienda Costa del Sol está situado en San Roque, joya de la costa del sol gaditana entre Gibraltar y Estepona por descubrir y en la que aún se puede encontrar autenticidad y silencio.

Situado en una ladera y con varios niveles descendentes (primero está el hotel y acercándonos al campo de golf y la playa, las villas privadas con piscina), todo aquí es sereno: la arquitectura orgánica, que respeta la ladera, la paleta de colores neutros y el diseño minimalista con toques locales. Este hotel de cinco estrellas parece pensado para existir y no existir a la vez. Está ahí, pero lo más importante es todo lo que hay fuera: la luz cálida que entra a raudales por ventanales y terrazas, el verde del entorno y la presencia del mar Mediterráneo, que domina las vistas desde cualquier punto de las instalaciones.

Comer, beber, nadar

El restaurante Dalmar, situado en la planta más alta del hotel y con una imponente terraza desde la que se dominan los prados, el campo de golf, las dos piscinas, la playa y el faro, ofrece mariscos locales de Málaga y Cádiz, tierna carne de Retinto y a manos del chef rondeño con dos estrellas Michelín, Benito Gómez. En otro restaurante, El Faro de la Hacienda, curiosidades como el tartar de remolacha o los tallarines de calamar. Al lado de las piscina, al aire libre, el restaurante Umbra ofrece el espectacular atún de Cádiz o los espetos asados al fuego, así como cócteles. Durante nuestra visita, el camarero se inventa sobre la marcha uno especialmente para nosotros, para el que escoge el nombre de una de las comensales. ¿La base? Café y mezcal. Lo mejor de dos mundos.

Más allá del Umbra y de las dos piscinas (la principal y la infinity, en la que si uno se pone a la altura conveniente el agua de la piscina se confunde y mezcla con la del Mediterráneo) está la playa. Se puede llegar a ella siguiendo un agradable camino que atraviesas las villas privadas y bordea el campo de golf, pero si uno lo pide en recepción, también le pueden llevar cómodamente en un carrito de golf. La playa Con Eduardo es de arena fina, tiene un pequeño faro y si uno camina por la arena llega a la playa de la Alcaldesa, después a la de La Hacienda, después a la de Torrenueva, después a la de Torreburgo, después a la de la Atunara y, antes de darse cuenta, estará en Gibraltar.

Pero si la idea de relajarse no encaja con caminar kilómetros por una playa (hay gustos para todo), uno puede irse a jugar al golf (La Hacienda cuenta con dos campos galardonados y 36 hoyos) o irse al spa del hotel, galardonado con cinco estrellas por Forbes. También se puede no hacer nada y, simplemente, tumbarse y no pensar. En paisajes como los de este enclave de San Roque la gula y la pereza van acompañados, también, de la indulgencia.