‘Yacht rock’: ¿Moñas? ¡Adictivo!
Aquella generación de músicos, la mayor parte de estudio, crearon un estilo tan sofisticado como un yate


Lo llaman con sorna yacht rock y marcó mi adolescencia más temprana. Christopher Cross, Doobie Brothers, Steely Dan o los odiosos Toto. Aquel soft rock llegaba desde Los Ángeles y fue una parte importante de la banda sonora de principios de los ochenta. No duró mucho y, en mi caso, lo admito, la enterré con vergüenza, como un placer culpable de los días en la roller disco de Chamartín.
Una serie web cómica dirigida por J.D. Ryznar fue la que inventó en 2005 el término yacht rock para parodiar a aquella generación de músicos, la mayor parte de estudio, muchos con bigote, que crearon un estilo tan sofisticado, lujoso y suave como un yate. Al igual que Sailing, hit de referencia de Christopher Cross, aquella música estaba hecha para navegar lejos, sin preocupaciones. Aunque el yate, ay, no superó el tsunami de la MTV. Solo años después, de la mano del hip hop, el género vivió cierto renacer en forma de sampler antes de la revisión definitiva de la última década.
La escena nació en California entre los años setenta y ochenta del pasado siglo. Lo cuenta el documental de HBO Max Yacht Rock: A Dockumentary, dirigido por Garret Price, a través de la memoria de sus principales músicos: Cross, Michael McDonald, Kenny Loggins o los hermanos Porcaro.

Eran unos cuantos hombres blancos que, como el gran McDonald, mezclaban R&B, jazz y pop para crear un sonido melódico adictivo, un poco moñas, sí, de esos que no te quitas de la cabeza. De todos sus integrantes, el miembro que caló más hondo en mi grupo fue Christopher Cross. Nos sabíamos todas las canciones de sus dos primeros álbumes. Como en la fiesta del sótano de la película de Sofía Coppola Las vírgenes suicidas, lo poníamos para bailar con los chicos que nos gustaban, que por lo general echaban pestes de aquellos hombres sentimentales y llorones, siempre tan tristes y tan enamorados.
En el documental, Cross (un tipo humilde y muy simpático) recuerda que escribió Ride Like the Wind de ácido en un viaje de Houston a Austin. La película también cuenta que el tema Rosanna, uno de los más famosos de Toto, le debe su nombre a Rosanna Arquette, de la que estaban todos enamorados. El gran éxito de Toto fue Africa, tal vez la canción más absurda de la historia.
What a Fool Believes fue el gran éxito de Kenny Loggins y Michael McDonalds. Me pasé más de dos décadas sin escucharlo hasta que hace unos diez años, viajando en coche por el sur de Francia, sonó en una emisora local y casi lloro de la emoción. El corazón me salía por la boca. El yacht rock tiene ese efecto, y más en verano.
Questlove recuerda en el documental que aquella música, banda sonora también de su adolescencia, se hundió con la llegada de la MTV, cuando la imagen empezó a ser tan o más importante que la música. Como ocurrió con la transición del cine mudo al sonoro, muchos se quedaron por el camino. A Michael Jackson, Madonna o Prince no puedes dejar de mirarlos, pero a Cross, que nunca se sintió cómodo con su físico, aquel nuevo medio lo hundió. Así que el video mató a la estrella de la radio, sí. Pero a esa estrella le queda al menos el consuelo de que su música parece gozar de una eterna segunda juventud.
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