Cuando un “ok” se convierte en violencia: por qué es vital aprender a comunicarnos por escrito
En un mundo en el que ya escribimos más que hablamos, los mensajes escuetos, monosílabos y emojis pueden dar lugar a muchas interpretaciones y no todas son buenas. Los expertos lo llaman ‘dry texting’


Responder a un mensaje largo y elaborado con un escueto y tajante “ok”. Escribir “jaja” ante una anécdota supuestamente desternillante que invita a saber más. Poner el emoji que lanza un beso en una conversación controvertida que exige debate para dar a entender que no hay más que hablar. Estas son algunas de las formas de cambiar el tono y poner fin de forma repentina a una charla digital. Así es el dry texting o los “mensajes secos”, una manera pasivo-agresiva de responder con monosílabos, frases cortas y tajantes o emojis que cortan el ritmo conversacional mientras introducen un halo de desconexión e incomodidad.
En una era en la que el uso de mensajería instantánea duplica las llamadas y los jóvenes apenas hablan por teléfono hemos aprendido a leer entre líneas, a detectar tonos ocultos en el negro sobre blanco (en el caso de WhatsApp, negro sobre verde oliva) escrito en una pantalla. La interpretación de palabras, símbolos, tonos y emojis se ha convertido en un deporte mundial para una sociedad hiperconectada pero en la que la gente se siente cada vez más desconectada en el plano emocional.
“El ‘dry texting’ es un claro reflejo de eso: mensajes fríos, escuetos, sin intención de generar vínculo”, explica Ami Bondía, comunicadora, conferencista y escritora. “Un simple ok o un vale sin más puede no parecer gran cosa… pero según el momento y el contexto, puede doler más que un silencio. El lenguaje digital carece de tono, de expresión, de intención visible. Así que quien recibe el mensaje acaba poniéndole su propio filtro emocional, que no siempre es el más optimista. Muchas veces, detrás de ese dry texting no hay mala intención, simplemente hay cansancio, automatismo o falta de habilidades comunicativas. Pero si eso se repite sentimos que hay falta de interés o incluso indiferencia. En realidad, lo que hay muchas veces es una falta de educación emocional en el entorno digital. Por eso, recuperar la calidez y la intención en el mundo virtual se convierte en un acto de responsabilidad”, asegura.
Albert C, project manager de 42 años, tiene un amigo experto en lanzar respuestas cortantes que siempre le incomodan. Confiesa que aunque tendría que estar habituado, esta forma de responder le enerva. “Me da igual que sea su forma de ser. Cuando le propongo un plan que no le encaja, responde cosas como ‘ocupado’ u ‘otro día’, sin dar más explicaciones. Me hace sentir que no le interesa en absoluto nuestra amistad. Soy consciente de que hay gente seca a la hora de hablar por mensaje, pero él no lo es, por lo que cuando lanza un monosílabo, me enfurezco”, asegura. Este tipo de mensajes pueden herir los sentimientos del interlocutor y dañar cualquier tipo de relación, desde amistosa hasta incluso laboral. De hecho, en TikTok existen numerosos vídeos de usuarios que se preguntan cómo actuar ante este tipo de respuestas cortantes.
Mar España, autora de Así se somete a una sociedad. Cómo mantener el equilibrio y nuestras libertades en un mundo digital (Roca Editorial, 2025), considera que lo mejor es hacer a la otra persona saber cómo le hace sentir este comportamiento. “Dicen que las emociones, si no se expresan, se pudren. La clave es expresarlo de una forma respetuosa, nombrando el hecho sin valoración subjetiva, expresando nuestros sentimientos y necesidades. Y si la otra persona no reacciona a nuestra necesidad de respeto, hay que tomar medidas”, asegura. “Es importante que las personas podamos volver a nuestro eje y nuestros valores y midamos mucho las consecuencias de nuestra huella digital en los demás. Lo que pasa en la red, tiene consecuencias penales, civiles, administrativas y éticas en la tierra”, dice España.
Es más: en julio de 2023 el Tribunal de King’s Bench (Canadá) dictaminó que el uso de un emoticono en una conversación de WhatsApp mantenida entre un empresario y un agricultor no podía ser despojado de su significado, cobrando así valor legal. Se trata de un caso en el que el empresario Kent Mickleborough preguntó al agricultor Chris Achter si aceptaba las condiciones propuestas, respondiendo con el emoji de un pulgar hacia arriba. El Tribunal consideró que el uso del emoticono era válido para entender que aceptaba el acuerdo y de esta forma, como señalaba Mar España, quedó claro que la ley no ignora el uso que se hace a diario de la tecnología.
Teniendo en cuenta que aprendemos a discutir y pelear en persona, ¿podría el envío de señales ambiguas por mensaje de texto hacer que nos enfrentemos peor a los conflictos en los que no hay una pantalla de por medio? Emily Lawrenson, gerente de comunicación de Qustodio, cree que la comunicación por mensajería elimina muchos de los elementos que nos ayudan a entendernos, como el lenguaje corporal, la entonación y la respuesta inmediata del otro. “Si dejamos las conversaciones importantes en manos de lo digital perdemos oportunidades para desarrollar habilidades de resolución de conflictos y dejamos de lado señales clave que nos ayudan a interpretar la intención del otro”, asegura. Considera que esto es especialmente relevante para adolescentes y jóvenes, que han crecido con este tipo de comunicación pero aún están aprendiendo a desenvolverse socialmente.
“Los malentendidos digitales pueden trasladarse a conflictos en la vida real y afectar de forma duradera a las relaciones. Aprender a equilibrar ambas formas de comunicación es esencial para construir vínculos sanos. Este tipo de mensajes son muy susceptibles de malentendidos, al carecer de emoción, contexto o entonación, elementos clave para interpretar correctamente una conversación”, dice. Al no entrar en juego el lenguaje corporal ni la expresión facial, es fácil que el mensaje se reciba como frío o distante, aunque no haya mala intención.
El ghosting, la práctica de desaparecer virtualmente o dejar en visto un mensaje, se ha convertido en un clásico de las conversaciones digitales promovida en gran parte por las aplicaciones de citas. Esta conducta resulta muy dañina, pues al no haber clausura, genera dudas y suposiciones que hacen que esa charla finalizada sin explicación alguna permanezca anclada en la memoria y alimente un runrún agotador de quien vio cómo la conversación o incluso la relación se dio por terminada. La tecnología, que tenía que unir y favorecer la comunicación, al mismo tiempo ha hecho que ignorar a los demás sea más fácil. Mar España señala que el universo tecnológico usa técnicas de validación social y de recompensa, a través de patrones adictivos, que están afectando profundamente a la autoestima y la esencia de las personas. “Cada vez más y muy especialmente para los jóvenes, la meta de nuestra comunicación virtual es conseguir esa validación social, basada en lo externo y lo superficial. Y si se estigmatiza a alguien, el daño tiene mucho más impacto, puede ser viral, inmediato y omnipresente”, explica.
Bondía advierte de que los mensajes escritos no permiten una comunicación rica en matices. “Un ‘me parece bien’ puede sonar neutral o puede sonar a ‘me da igual’, según quién lo lea y cómo se sienta en ese momento. Y cuando no aclaramos las cosas, el conflicto se enquista. Por eso, más que nunca, es necesario educar en habilidades emocionales y comunicativas. En un mundo tan digital, saber comunicar desde la autenticidad es un súper poder”, asegura. ¿Conclusión? Ante la duda con un ok, llame por teléfono.
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