“Un retrete dura más tiempo que la mayoría de los matrimonios europeos”: Christoph Behling, el hombre que ha revolucionado la forma en la que vamos al baño
Empezó trabajando para una relojera, pero desde hace unos años este diseñador suizo está centrado en redefinir los aseos rompiendo con todos los tabús


- ¿A qué te dedicas?
- Diseño retretes.
Hace años que a Cristoph Behling (55 años, Ginebra) le pasa algo muy curioso cada vez que pronuncia esas dos palabras en las cenas con amigos. No importa dónde o con quién esté, la reacción es siempre la misma. Primero se hace el silencio, después se empieza a respirar cierta incomodidad, pero a los cinco minutos todos quieren saber más. “A la gente le encanta preguntar porque no se suele hablar de eso. Es una parte de nuestra vida que escondemos incluso a nuestra parejas”, cuenta. Él, en cambio, no tiene problemas para explicar, con todo lujo de detalles, el potencial del diseño para redefinir el espacio del baño a través del retrete y romper con todos los tabús que lo rodean.
“Un inodoro en Europa permanece instalado una media de 23 años que es más de lo que duran los matrimonios y aún así es uno de los productos menos sofisticados”. En esa misma cena de amigos, explica, muchos se habrán sentido incómodos o avergonzados por utilizar el baño y dejar el olor al siguiente, pero ninguno lo comentará después. Ese silencio es, en parte, el culpable de que durante décadas los retretes apenas hayan evolucionado. “Como sociedad solo nos centramos en lo bonito. Tampoco nos gusta hablar de envejecer y hacemos de todo para evitarlo. Pero lo único que no podemos impedir, por mucha cirugía plástica que utilicemos, es ir al baño todos los días”, añade.
A lo largo de la conversación por videoconferencia, Behling suelta a cada rato una de estas sentencias. Desde su estudio en Queens Park, Londres, habla sin miedo a rozar temas escatológicos. Parece que lleve haciéndolo toda la vida, pero su relación con los baños es más bien un amor tardío. “Y como en toda relación, el amor llega siempre cuando menos te lo esperas”, matiza. Durante años, en sus cenas no se hablaba retretes, sino de relojes, en concreto TAG Heuer.
En 2004 se incorporó a la marca de lujo suiza como uno de los diseñadores principales y desde entonces pensó que el resto de su carrera iba a pasar entre agujas y biseles. Sin embargo, un día sus jefes se enteraron de que Geberit buscaba a un diseñador para reestructurar sus productos de baño y le propusieron como candidato. A él le parecía una pérdida de tiempo pero aún así se prestó. “El edificio era feo y todo me parecía raro. Pero después me hablaron con la misma pasión que los relojeros suizos y me dijeron: ‘Queremos diseñar un producto que dure más de 50 años”, recuerda. No necesitó más, flechazo directo.
El reto era casi contradictorio: innovar con un objeto pensado para resistir décadas. Esta revolución pasaba por fusionar dos antiguos aparatos en uno solo, el inodoro-bidé. Geberit ya había sido pionero en introducir el concepto en Europa en los años sesenta, pero no había conseguido que dejase de considerarse algo minoritario. Por su parte, Behling había descubierto el potencial del inodoro-bidé nada más salir de la universidad cuando trabajaba en Tokio en el estudio de Masuyaki Kurukawa [hermano del arquitecto que introdujo los famosos apartamentos cápsula]. “Te aficionas enseguida. Pero cuando regresé a Londres vivía de alquiler y no me podía permitir costearlo”, precisa.

El precio, la estética o el abismo cultural son algunas de las barreras que siguen separando al publico occidental del producto. Aunque, según Behling, en principio no estuvieran tan separados del inodoro-bidé. La primera patente fue del suizo Hans Maurer que en los años cincuenta ideó el Closomat para las distintas necesidades de los pacientes de hospital. En Europa estos retretes se relegaron solo a cuestiones médicas, pero cuando la idea llegó a Japón causó verdadero furor. “Estaban mucho más acostumbrados históricamente a limpiarse con agua. Si en Europa pasamos 300 años utilizando papel higiénico, ellos solo lo hicieron durante 20 años”, explica. Después de la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación estadounidense, se empezaron a replicar las formas europeas y el baño, hasta entonces separado de la casa, se incorporó dentro y se equipó con los retretes occidentales. Apenas se llegaron a acostumbrar porque el inodoro-bidé de patente suiza les permitió modernizar sus usos tradicionales.
Con el objetivo de replicar esta revolución de la higiene y trasladarla a Occidente, Behling pasó cinco años haciéndose al diseño de baño. “Aunque parezca raro no era tan distinto a diseñar relojes. El principio era el mismo diseñar de dentro para fuera”. El resultado fue la gama Aqua Clean (Mera, Sela y Alba), retretes que dejaban atrás la antigua imagen de armatostes pesados y que ofrecían un abanico de distintos precios desde los 900 hasta los 6.000 euros. Además incorporó pulsadores con un extractor incluido para absorber los malos olores. “No hay olores, no utilizas la escobilla y, en teoría, no deberías ni lavarte las manos porque lo manejas todo con un pequeño mando”, explica.

De esta manera las posibilidades del baño y de su integración con el resto del hogar se multiplican. “Se puede convertir en un espacio mucho más abierto e incluso social. Si lo comparas con la cocina, antes también estaba separada por los olores y el humo, pero cuando eso se solucionó se incorporó con el salón. Las posibilidades arquitectónicas cuando se deja de pensar en compartimentos estancos son infinitas”, comparte. Para Behling, el inodoro-bidé es la primera piedra para trasformar los baños, que siguen prácticamente iguales que en el periodo victoriano. “A excepción del estilo, claro. En los setenta se introdujo el color verde aguacate sí, pero hasta ahora no se ha utilizado el diseño para repensar el baño como espacio”, matiza.
El baño tiene, y ha tenido, muchos usos que hemos ido limitando poco a poco. Como ejemplo pone al Imperio romano donde los baños públicos, o foricae, funcionaban como lugar para socializar mientras los ciudadanos hacían su necesidades. Sin embargo, reconoce que cada vez va apartando más la influencia de las tradición en su trabajo: “Cuando diseñaba relojes todo giraba entorno a hacer pequeñas variaciones del pasado, y justo por eso prefiero ahora este campo donde todo es nuevo”. Uno de estos retos del futuro es el excesivo gasto de agua de los retretes en una época en la que se suceden cada vez más sequías. El problema, defiende, está en las tuberías que recogen el agua y promete que pronto lanzaran un sistema en el que llevan ocho años trabajando. Incluirlo en los nuevos modelos es ahora uno de sus principales proyectos.
La conversación va llegando a su fin porque tiene que volver a trabajar, entre otros cosas, en ese sistema de Mastering Water. Pero antes suelta una última sentencia: “En 20 años lo baños y los hogares serán completamente distintos y la evolución podría ser mucho más rápida, pero, de nuevo nos avergüenza hablar de ello”.
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