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Las revelaciones de Pastora Soler sobre su exrepresentante en su biografía: “Me veía gorda y se cebó con mi nariz, decía que tenía que operármela”

La artista presenta el 11 de noviembre sus memorias, en la que relata los capítulos que han marcado sus más de tres décadas de carrera, centrándose en los problemas de salud mental que le obligaron a parar durante dos años

Andrea Jiménez

“En el espejo, entre las lágrimas, solo podía ver mi cara emborroná por dos grandes surcos negros. No podía parar de llorar. Un gran dolor me oprimía el pecho. Quería hacer desaparecer a Pastora Soler. Borrar de un plumazo a la artista que me había costado 20 años construir. Volver a ser Pili Sánchez, la niña chica feliz que soñaba con ser cantante en su casa”. Así comienza Cuando se apagan las luces, aparecen las estrellas (HarperCollins), la biografía de la artista que se publicaron el 5 de noviembre, que presentará ante la prensa el 11 y en la que reflexiona sobre la autoexigencia, los miedos y la necesidad de renacer.

Pastora Soler es mucho más que una cantante: cuando se apagan los focos es Pili Sánchez (Coria del Río, 47 años), hija, esposa y madre. Y ahora ha querido plasmar en las páginas del libro su historia, sus recuerdos, sus caídas y sus éxitos. Nada de su vida se entendería sin cada uno de los capítulos que ahora relata: de su descubrimiento como artista al miedo escénico que le obligó a parar y alejarse de los escenarios en 2014 y regresar dos años después, pero a su ritmo.

“Este episodio supuso un antes y un después en mi carrera, y no deseo que mis hijas, que todavía son muy pequeñas, lo vean. Quiero ser yo quien les explique, de verdad, las fatigas que ha sufrido su madre, y compartir con ellas el proceso de aprendizaje que dio comienzo esa noche”, explica sobre lo que ocurrió el 8 de marzo de 2014 en Sevilla, cuando se desvaneció en el escenario durante un concierto. Un suceso que marcaría su historia: los vídeos de aquel momento inundaron las redes sociales y llegó a pedir en los contratos, tiempo después, que no le pusieran esas imágenes durante las entrevistas. Aunque intentó por todos los medios volver a ser la misma, no lo consiguió. Ocho meses después, en noviembre de ese año, se quedaría sin voz en un concierto en Málaga: “Me había quedado muda, pero mi mente no callaba, y decidí abandonar el escenario”, relata en el libro. “Me metí debajo de una mesa muy canija. Me hice un ovillo y cerré los ojos. Si hubiera encontrado un agujero más pequeño, allí que me habría escondido. Lo que quería hacer en ese momento era desaparecer. Me quería morir para acabar con aquel sufrimiento. Ya no tenía fuerzas ni para llorar”. Un día después, publicaría en sus redes sociales un comunicado en el que anunciaba su retirada de la música “hasta volver a recuperar la confianza”.

Pero antes de llegar a este punto de la historia, hay que retroceder casi cuatro décadas para entender sus inicios y cómo una jovencísima Pili Sánchez pasó a ser conocida como Pastora Soler. En 1994 llegaría la oportunidad de su vida. Luis Sanz, descubridor de artistas como Rocío Dúrcal y representante de Lola Flores y Rocío Jurado, asistió a una de sus audiciones y pasó a convertirse en su manager. Primero, debía de cambiarse el nombre a otro más artístico. Así nacía una nueva cantante.

Por primera vez, Pastora Soler relata algunos de los episodios que vivió con el representante y que hasta ahora eran desconocidos: “Luis Sanz, que Dios lo tenga en su gloria, era una persona complicada. Por respeto, y en señal de agradecimiento a todo lo que hizo por mí, seré comedida a la hora de hablar de lo que su presencia supuso para mi vida (...) Su influencia dominante, tratando de controlar todos los aspectos de mi vida, desde la imagen hasta las decisiones artísticas o lo que podía hacer en mi día a día, llegó a afectar a mi familia”. Y continúa explicando: “Él quería controlar mi vida entera, y mis padres, con la mejor de sus intenciones, le dejaron. Sanz era capaz de llamar a mi casa a las tres de la madrugada porque se le había ocurrido una idea”.

Su constante control no cesaría y le afectaría también en lo personal: “No me ha hecho olvidar la inseguridad que me provocó el hecho de que siempre me estuviera cuestionando. Se supone que la persona que lleva tu carrera te tiene que apoyar, ayudarte a crecer... Pues nada de eso. Siempre resaltaba lo que había salido mal o menos bien (...) Constantemente buscaba su aprobación, y acepté y asumí el alto grado de disciplina que me impuso, a pesar de que a veces se pasara de la raya”.

Ese control llegó incluso a cambiar sus veranos: desde que cumplió 16 y durante tres años consecutivos tenía que irse a vivir a casa de su representante en Marbella por unos días. “Alucino con lo que hizo conmigo. Nunca estaba satisfecho y hacía hincapié en el tema del peso. Siempre me veía gorda, me puso a dieta y yo empecé a cuidarme y a practicar ejercicio. Quería convertirme en la muñequita que tenía en su cabeza. Gracias a Dios, la situación no me provocó ningún trastorno alimenticio”, explica en la biografía. Aunque su contrato terminó cuando ella tenía 25 años, él continuó muy pendiente: “Me llamaba y me decía: ‘Te he visto en tal programa y estás gordísima’. Sé que no soy una belleza. Pero tampoco tengo tantos fallos como los que Sanz me encontraba. Además del tema peso, se cebó con mi nariz: ‘Es muy fea’. Decía que tenía que operármela. Me negué a pasar por quirófano para corregirla”. También le aconsejó que se operase los pechos, algo a lo que sí que accedió: “Estaba algo acomplejada por mi falta de pecho”.

El representante falleció en 2012, pero Pastora Soler asegura que todavía sigue presente en su vida: “Su obsesión, que hice mía, era que fuese perfecta. Todo eso afectó a mi autoestima y me generó mucha inseguridad. Me pasó factura, lo he comprendido con el tiempo”. Recuerda que incluso perdió una canción que Alejandro Sanz había compuesto por las decisiones que ella tomaba y él no compartía: “Me insultó y empezó a gritarme que le había traicionado, que yo era una miserable”. Una mañana, tiempo después, escuchó aquel tema en la radio, cantado por otro artista del que no desvela el nombre. “Me cerraba más puertas de las que me abría. Había gente que me decía que era imposible hacer negocios con él”, explica.

Incluso le decía quién tenía que ser su novio: “Pensó que el más adecuado era Morante de la Puebla. Es amigo porque somos del mismo pueblo y tiene mi misma edad. Recuerdo que una noche de verano quedamos todos mis amigos y los amigos de Morante en la playa. A la mañana siguiente se lo conté a Luis, porque tenía que darle el parte de todo lo que hacía”. “Fue la excusa perfecta para que llamara a un par de amigos suyos periodistas y darles la información. De aquella noche de risas nació el bulo que durante años me estuvo persiguiendo como si nosotros hubiéramos tenido algo. Y eso nunca sucedió”, desmiente en su libro tres décadas después. Un buen día recibió una llamada de teléfono: dejaba de ser su representante porque se jubilaba. Sin embargo, él ya había dejado firmado quién iba a ser su sucesor, sin permitir que la artista tuviera voz ni voto.

A comienzos de siglo, conocería al que años después se convirtió en su marido y padre de sus dos hijas. Francis Viñolo era bailarín y coreógrafo de sus conciertos y, aunque lo primero que surgió fue la amistad, esto pronto pasó a ser algo más intenso. “Me conocía en todas mis facetas. Conocía a Pili y a Pastora Soler. Habíamos salido de fiesta, mantenido charlas interminables por teléfono. Éramos amigos. Además de su confidente, era su asesora”, recuerda en la biografía. Dejó a su novio y comenzó con Francis una relación, después de que le pidiese la mano a su padre.

Pastora Soler asegura que el comienzo de su caída llegó tras participar en Eurovisión 2013, donde quedó en décima posición. “La noche en que mi voz, mi cuerpo y mi alma me gritaron ‘hasta aquí hemos llegado’, si hubiera encontrado algo a mano debajo de aquella mesa en la que me escondí con que hacerlo, me habría quitado la vida. Llevaba meses sufriendo y ya no podía más. Mi vida era una pesadilla”, explica en un capítulo que tiene por nombre de “Adiós a Pastora Soler”. “Me fui para recuperar a Pili, la niña llena de ilusiones, y a Pilar, la mujer que quería tomar el control de su vida y volver a ser feliz”, afirma.

Semanas después de anunciar su retirada en 2014, se enteró de que estaba embarazada de su primera hija: “Fue mi salvación. Pastora Soler había muerto, y mi única prioridad en ese momento era cuidarme, sanar y prepararme para ser madre”. Poco a poco, fue entendiendo cuál era el problema y cómo debía atajarlo para poder seguir con su vida: “En realidad, mi problema no había sido de carácter profesional. Lo que había fallado era mi vida personal. Me había ocupado muy poco de Pili, de Pilar. Me tenía muy descuidada porque, desde pequeña, habían sido otros los que asumieron el control. Y había llegado el momento de que fuera yo quien lo hiciera. Debía centrarme en mí y ser la dueña y señora de mis decisiones, y así lo estaba haciendo”.

En 2016, anunció a su discográfica que era el momento de regresar, pero que sería a su ritmo. “No reniego, y nunca lo haré, de las cicatrices que llevo en el alma. Solo los que han luchado y han sobrevivido tienen heridas, y las mías ya habían curado. Le había plantado cara a la vida que llevaba, que tanto me hacía sufrir”, afirma. Volvió progresivamente a los escenarios y a la vida pública, pero todavía le quedaba un último golpe. En agosto de 2020, meses después de dar la bienvenida a su segunda hija, fallecía su padre después de una larga enfermedad.

Después de tantos años de aprendizaje, la intérprete de La mala costumbre ha aprendido a ponerse límites: “No estar fuera de casa más de una semana, no hacer más de dos conciertos seguidos, no hacer cosas por compromiso que sé que, a priori, me van a suponer un gran esfuerzo y no voy a disfrutar de ellas”. Pero a pesar de los problemas de salud mental que le han perseguido durante su carrera, al final supo gestionar el último achaque que ha sufrido. El pasado mes de marzo, un médico le diagnosticó un absceso periamigdalino [una acumulación de material infectado alrededor de las amígdalas] y le informó de que debía tratarla con urgencia. La artista, con una agenda ya cerrada para los siguientes días, quiso retrasar la intervención. “Por suerte, tuve ese momento de lucidez para identificar los fantasmas del pasado y enfrentarme cara a cara con ellos. Mi cuerpo me estaba avisando y parecía que yo no quería escucharle”.

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Sobre la firma

Andrea Jiménez
Redactora de la sección Gente y Estilo de Vida. Graduada en Periodismo por la Universidad de Zaragoza, ciudad natal en la que realizó prácticas en RTVE. Trabajó en Jaleos de El Español y cursó el máster de Periodismo UAM-EL PAÍS con la promoción 2021-2023.
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