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Esto no es lo que parece: el auge de los trampantojos de fruta en pastelería gracias a las redes sociales

TikTok e Instagram están llenos de gente probando dulces que recrean frutas de forma realista, lo que los ha convertido en una tendencia que ya ha llegado a España

Trampantojos de fruta en pastelería

Quienes crecieran en los 80 y los 90, probablemente tengan grabado a fuego en su memoria el limón helado, uno de los postres más populares de la época y protagonista indiscutible —junto a la Comtessa— de las comidas veraniegas, que todavía hoy sobrevive en no pocos restaurantes y supermercados. Por aquel entonces, ese limón relleno de sorbete y coronado con su propio sombrerito cítrico nos parecía el cúlmen de la innovación heladera. Lejos de nuestra imaginación infantil quedaban entonces los trampantojos dulces que triunfan hoy en redes sociales y que replican, con una mezcla de realismo y fantasía, todo tipo de frutas.

El famoso pastelero francés Cédric Grolet desató la locura cuando, en mayo de 2024, mostró en un video cómo elaboraba unos pasteles que recreaban arándanos, moras, frambuesas, naranjas y melocotones, esculpiéndolos a mano como si de pequeñas obras de arte se tratara. Llevaba ya varios años haciéndolos en el hotel Le Meurice y, aunque no es ni el primero ni el único pastelero que ha creado este tipo de dulces hiperrealistas, sí ha sido el que los ha catapultado al estrellato. Los pasteles de ese video —a los que se denomina “trampantojos” porque imitan la forma de la fruta que contienen— causaron tal sensación que después vinieron otros muchos, con una producción espectacular, recreando limones, manzanas, cacahuetes, papayas, higos o castañas. La fiebre por estos postres frutales no tardó en llegar a Estados Unidos, donde los vídeos de gente probándolos —muchas veces dentro del coche, justo después de comprarlos— se han acabado convirtiendo casi en un género de TikTok. Y desde hace unos meses, los hemos empezado a ver también en algunas pastelerías españolas.

@cedricgrolet

Tartes aux Fruits en trompe-l’œil à partager cet été! 🌞 #cedricgrolet

♬ Boogie Shoes - KC & The Sunshine Band

Por supuesto, los trampantojos comestibles no son una novedad. El concepto, que viene del francés trompe-l’œil, significa literalmente “engañar al ojo” y se utiliza para provocar un efecto sorpresa en el comensal. Se trata de una ilusión óptica que, en ocasiones, busca confundir a nuestros sentidos y, en otras, simplemente divertir. Aunque el término como tal, aplicado al mundo del arte, se originó en el siglo XIX, el auge de esta técnica en pintura y arquitectura se produjo unos siglos antes. Y cuando se habla de trampantojos artísticos, se suele citar como origen la rivalidad entre dos pintores de la Antigua Grecia, Zeuxis y Parrasio, que se retaron para averiguar quién era capaz de crear el cuadro más realista. El primero logró confundir a los pájaros pintando un racimo de uvas que los animales intentaron picotear, mientras que el segundo engañó a su oponente, pintando una cortina que Zeuxis pidió que descorrieran antes de percatarse de que la cortina era, en realidad, la propia pintura.

En España, elBulli de Ferran Adrià fue uno de los grandes exponentes contemporáneos de esta técnica, con platos como los percebes de Cala Montjoi o el caviar de melón, aunque los ejemplos en nuestra gastronomía son incontables, desde las piedras comestibles de Mugaritz hasta el puro helado de Jordi Roca, por citar solo un par. Por su componente lúdico, era cuestión de tiempo que este tipo de elaboraciones, ya presentes en muchos restaurantes, no solo en los de alta cocina, hicieran furor en redes sociales.

De hecho, uno de los contenidos más populares de internet sigue siendo lo que se conoce como “cake or fake”, que consiste en adivinar si lo que estamos viendo es un objeto de verdad o un pastel. La mayoría de estos vídeos muestran una tarta que imita cualquier cosa —desde un zapato a un móvil, pasando por otros alimentos, como una bolsa de Doritos o una hamburguesa— y que se corta con un cuchillo para desvelar que, en realidad, solo se trata de bizcocho y fondant. El meme ha dado incluso para un programa de Netflix, ¿Es una tarta?, en el que los concursantes deben adivinar si lo que tienen delante es un postre que se come o el objeto real al que representa.

@janemukbangs

Trying the most beautiful desserts in LA! 🍊🍓 (Location: Aurora LA)

♬ original sound - janemukbangs 😚

Las elaboraciones frutales que se han popularizado en redes sociales no son sencillas de hacer, de ahí su precio. Suelen tener un interior a base de trozos de fruta y algún tipo de mousse o crema, que se cubre con una fina capa de chocolate a la que se le da la forma y el color que corresponda, según lo que se quiera recrear. La idea es que se parezcan todo lo posible a frutas reales con ciertas concesiones, ya que, a menudo, el tamaño de los pasteles delata que no lo son. El crujido del primer mordisco es fundamental para quienes se graban degustándolos y, si tras ese mordisco el interior chorrea y se desmorona, mejor que mejor.

En La Cremosa (Rambla d’Ègara, 145, Terrassa), llevan algo más de dos meses elaborando estos pasteles. “Cuando los lanzamos, se terminaron en cuestión de dos horas. Nada más abrir, ya había cola y el teléfono fijo no paraba de sonar”, cuentan desde la pastelería. Confirman, además, lo complejo que resulta elaborar estos dulces, especialmente si se hacen con frutas y frutos secos de verdad, y si, como es su caso, ofrecen una amplia variedad de sabores. En La Cremosa se pueden encontrar mangos, pistachos, frambuesas, limones, maracuyás, cacahuetes o granos de café, a unos precios que van desde los 4,70 a los 6,70 euros, en función de los ingredientes que lleve cada dulce. Bastante más económicos que los de Cédric Grolet, a 18 euros la pieza, sin incluir el desplazamiento hasta París. “Nosotros los hemos acercado un poquito y a un precio más barato”, comentan con gracia, y dicen que a su pastelería acude gente de otras provincias como Tarragona o Girona en busca de los famosos dulces. “Nos han escrito incluso de Latinoamérica”. Comparan lo que está pasando con estos postres con lo que, en su momento, ocurrió con las tartas de queso y están convencidos de que esta tendencia ha llegado para quedarse “al menos, por un rato”.

Ellos, como otras pastelerías que también han empezado a elaborar estos dulces hace unos meses, citan a Grolet como inspiración y como reclamo. En el caso de la pastelería Hofmann (Flassaders, 44, Barcelona), han sabido sumarse a la tendencia, pero dándole su propio toque y aprovechando la experiencia que ya tenían con los trampantojos: “En Hofmann fuimos de los pioneros en España en explorar este tipo de creaciones. Llevamos varios años trabajando los trampantojos como una forma de unir técnica, arte y sorpresa, siempre desde la alta pastelería”, explican.

En su caso, en lugar de optar por imitar las frutas más virales, se inclinaron por piezas como el haba de cacao (9,90 euros) o el pistacho (12 euros) “por su valor simbólico en la pastelería y porque nos permiten jugar con texturas, formas y sabores de una forma más auténtica”. Sus postres-trampantojo, aseguran, llevan más de dos días de trabajo desde el inicio al acabado final, ya que implican varias elaboraciones, además de los procesos de moldeado y glaseado. El pistacho se encuentra entre los más vendidos en su pastelería, donde se pueden encontrar, además, muchas otras elaboraciones, y reconocen haber notado un interés creciente por los trampantojos en los últimos tiempos. Estos dulces, cuentan, “despiertan emoción y curiosidad. Sorprenden a la vista y conquistan al paladar. Los trampantojos son solo una línea dentro de nuestra pastelería, pero reflejan bien esa búsqueda constante por emocionar e innovar sin perder la esencia”.

Detrás de la obsesión de las redes sociales con estos postres frutales podría haber varios motivos. El primero y más evidente es que son extremadamente fotogénicos, perfectos para captar nuestra atención mientras deslizamos entre infinidad de videos y fotos. Estos dulces recrean formas que ya conocemos y las técnicas e instrumentos de cocina actuales permiten hacerlo, además, de una forma muy realista. Sin embargo, no son exactamente como los de verdad, sino una especie de ilusión óptica que despierta fascinación.

Por otro lado, los contenidos que consisten en ver comer a otras personas, lo que se conoce con el término coreano de mukbang, han experimentado un auge en redes sociales en los últimos años. Las razones que hay detrás de este fenómeno todavía no han sido analizadas en profundidad, pero algunos estudios recientes apuntan a que hay quien los utiliza para aliviar la soledad. No en vano, las búsquedas del término mukbang en Google alcanzaron su pico durante la pandemia de covid, cuando estábamos aislados en nuestras casas, en muchos casos sin posibilidad de compartir la hora de comer con nadie. Además, contemplar a otras personas mientras disfrutan de la comida puede generar una especie de satisfacción vicaria. Y no hay que olvidar que estos vídeos también son fuente de placer sensorial para quienes disfrutan del ASMR que provoca ver a alguien comer o cocinar. Una forma de escapismo que nos permite alejarnos por un momento de la realidad de una forma un tanto paradójica: contemplando comida que la recrea.

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