Cómo Barcelona se ha convertido en la ciudad con mayor número de heladerías de España
En diez años ha triplicado el número de locales y ahora se encuentran tanto heladerías italianas clásicas como japonesas, libanesas, veganas o vanguardistas

Barcelona vive un boom heladero sin parangón en ninguna otra ciudad española. El número de heladerías se ha incrementado año a año en la última década: el aproximadamente medio centenar de heladerías que Barcelona tenía en 2014 se ha triplicado hoy, con un total de 240 puntos de venta donde los conos y las tarrinas salen sin parar.
Según datos del Ajuntament de Barcelona, en 2024 había 148 establecimientos dentro de la categoría ‘Chocolaterías/Heladerías/Degustación’. Sin embargo, la ley actual permite que las heladerías operen bajo otros dos epígrafes más: ‘Pan, pastelería y lácteos’ y ‘Otros’. Una búsqueda ampliada, incluyendo heladerías de reciente apertura y filtrando comercios que no vendan helados da un resultado de 240 heladerías en Barcelona en 2025, una cifra superior a cualquier otra ciudad del país.

El gran número de heladerías que posee Barcelona ha diversificado su oferta: existen heladerías italianas como Delacrem, Cloud Gelato o Cosi Duci, que también elabora su propia granita siciliana; argentinas, veganas, como Amma Gelato; creativas, como la Gelato Collection de Albert Adrià y Alfredo Machado o Paral·lelo Gelato; japonesas, como Kurimu, de Takashi Ochiai y libanesas, como Azah, que ofrece un baño de pistachos para cada helado y un sabor típico llamado achta, a base de nata perfumada con agua de rosas y flor de azahar. Y no solamente los heladeros abren heladerías en Barcelona: también pasteleros como Matthieu Atzenhoffer, galardonado con el premio Meilleur Ouvrier de France Boulanger en 2019, o Albert Roca, conocido por sus famosos cruasanes de Sant Croi, que ofrece sus helados en El Gelat, adjunto al restaurante Casa Candela.

A Massimo Pignata le pareció que Barcelona era una zona económicamente sólida e idónea para su nueva aventura. La conoció en 2008 como turista y más tarde se quedó a vivir por amor. Había visto que solamente había ocho heladerías artesanales en toda la ciudad, que por aquel entonces tenía algo más de 1,6 millones de habitantes, comparadas con las 12 de Turín, su ciudad, que tiene 40 mil. “Vi que si trabajaba bien podía crecer”. Licenciado en Historia y formado en heladería bajo los criterios slow food, pensó que esa filosofía funcionaría en Barcelona, y abrió Delacrem en 2010. “Aunque tuve miedo de que no se entendiera: mis helados estaban en pozos y no se veían, y los del resto sí”.
Los primeros años no fueron fáciles para Pignata, pero no cejó en su esfuerzo y siguió creyendo que este era un mercado en el que todavía quedaba mucho por hacer. Su producción diaria, sin stock, fue creciendo a la par que sus clientes, y los restaurantes también empezaron a demandar su producto. Hoy Delacrem cuenta con tres sedes en la ciudad (y sin previsión de crecer fuera de ella) y Pignata se siente favorecido por este boom que explica así: “creo que los que apostamos por aquel entonces por un helado de calidad pusimos una semilla que más tarde floreció. Contribuyó muchísimo, también, la apertura de Rocambolesc, de Jordi Roca. Que el mejor pastelero del mundo abriera una heladería le dio importancia al helado, que hasta no hace tanto se percibía como un dulce para niños (antes se consideraba que las mejores ubicaciones para heladerías era cerca de las escuelas)”. El heladero considera que el talante abierto de Barcelona, con una buena disposición y costumbre a probar siempre cosas nuevas y sin temor a lo que viene de fuera, hizo el resto.

Fabio Pitrola, natural de Sicilia, lleva 20 años viviendo en Barcelona y hace ocho que abrió su heladería, Cosi Duci. “Cuando llegué a la ciudad no existía el helado de calidad y, encima, el que había se conservaba mal, lo cual creaba unos cristales de hielo nefastos”. Su gusto por la gastronomía y la trayectoria de su socia en la hostelería les llevaron a emprender un negocio de helados en el barrio de El Poblenou. “En aquel momento, El Poblenou empezaba un crecimiento (que ha devenido en una gentrificación excesiva) que parecía interesante para abrir una heladería, sumado al interés de los barceloneses de querer comer mejor”. Pitrola dice que el empeño de unos pocos en aquel primer momento sirvió para sembrar el gusto por un helado de calidad: “es muy fácil acostumbrarse a lo bueno y, cuando lo pruebas, ya no hay vuelta atrás”.
Para Maurizio Lunardi, de Cloud Gelato, fue la alta calidad de vida que considera que tiene Barcelona lo que le llevó a escogerla como su nuevo hogar. Además, cree que “el clima de Barcelona es decisivo porque alarga la temporada y, además, la gran afluencia de turistas trae nuevos clientes constantemente”. Lunardi piensa que el nivel de cultura heladera está aumentando entre los consumidores de Cataluña y cree que desde Barcelona, al ser tan visitada por personas de todo el mundo, hará de plataforma para que esos clientes lo demanden en su país de origen.
Para los fundadores de Paral·lelo Gelato, Matteo Reggio, Marco Giancaterino y Francesco Guerrucci, heladería ya histórica en esta nueva revolución barcelonesa del dulce helado, Barcelona fue el lugar que les atrapó “por una combinación de ofrecer lo mejor laboralmente y para nuestras vidas, para ser nuestro hogar y nuestro taller, porque tenía tanto energía como cultura y calidad de vida”. El hecho de que tenga mar, un clima suave durante la mayor parte del año y un tejido económico muy dinámico son rasgos que, a su parecer, favorecen una larga temporada heladera que también deja espacio para más oferta. “Turistas y locales conviven de una forma particular en Barcelona y eso ayuda a que el helado siempre tenga su momento”. Paral·lelo, que nació en Italia como alternativa a las heladerías que eran “pura inversión”, fue una de las piedras de toque para la gran explosión heladera actual.
Angelo Corvitto, maestro heladero afincado en el Baix Empordà, menciona el abundante turismo de Barcelona, una ubicación idónea y una estabilidad climática durante todo el año como factores que explican el éxito de los helados en la ciudad. Destaca la importancia del helado “como un alimento que refresca y que cumple una función social” y cree que su precio asequible lo pone al alcance de todas los bolsillos. Comenta que su incremento de puntos de venta se debe a que pastelerías, chocolaterías y panaderías lo han incorporado a su oferta cuando pierden fuelle hojaldres, pastas y otros dulces. Corvitto también se refiere a la historia de Cataluña como líder de la revolución gastronómica internacional que sacudió el país y su consecuente afloración de talento. Además, relaciona que la ciudad sea un destino preferido de la migración italiana y argentina donde existe una cultura del helado. “La popularización del helado en Barcelona hace que llegue a todos los estratos de la sociedad, se interiorice su consumo y pase a formar parte de la gastronomía de la ciudad”.
El cocinero Albert Adrià, que inauguró junto a Alfredo Machado la heladería Gelato Collection en Las Ramblas de Barcelona, cree que la ciudad no posee ninguna característica especial que la haga más susceptible de acoger una mayor oferta heladera. “Lo que pasa es que lo más probable es que fuéramos la ciudad que antes empezó a abrir heladerías, de la misma forma que sucedió con las hamburgueserías, las coctelerías, las cafeterías de especialidad o las pizzerías. Estoy convencido de que algo similar también ocurrirá en Madrid”.
A pesar de que Madrid aglomere un mayor número de población y de oferta, y de que sus temperaturas veraniegas hagan del helado un dulce muy apetecible por su poder refrescante, la capital española no goza, paradójicamente, del volumen de heladerías presente en Barcelona.
Juan Pablo Brina, propietario de La Dolce Fina (en los barrios de Salamanca, La Latina, Malasaña y Chamberí, y en La Moraleja), arguye que es el clima de Barcelona, “con su verano más largo y su invierno menos crudo” lo que hace que más heladerías emprendan allí “ya que hay más meses para su consumo”. Su cercanía con el mar y la sustancial cantidad de turistas que recibe son, según Brina, otros dos factores notables en el éxito heladero de la ciudad. Pero, en su opinión, Madrid ya no se queda atrás: “aquí ya está sucediendo un boom similar. La Dolce Fina abrió en 2021 y hoy ya tenemos cinco locales propios, además de un obrador central y planes de seguir abriendo sucursales por toda la ciudad, así como expandirnos mediante franquicias al resto de España”. El propietario ha notado que en el último año han abierto muchas otras heladerías en Madrid, señal inequívoca de un crecimiento del interés.
Desde San Blas-Canillejas, Álex de Miguel, de la heladería La Tramontana, razona que Barcelona es más turística y con uno de los climas más estables. “Eso hace que el flujo de turismo esté asegurado y la venta de helados también, motivos de peso para pensar en que montar una heladería puede ser un buen negocio, y sobre todo lo hicieron los italianos”. De Miguel explica que no sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina, pero que la mayoría de maquinaria, distribuidoras y empresas que surten las heladerías de las herramientas y productos necesarios se ubican en Barcelona. Además, el heladero concuerda con Brina que Madrid vive una explosión heladera reciente: “está cambiando eso de que el helado es solamente para tomarlo en la costa el fin de semana y empieza a entrar en las vidas de los madrileños de forma más habitual, en parte gracias a los que lo elaboramos de buena calidad. En unos años se empezará a hacer más clara una distinción que ya ocurre en Barcelona: las heladerías que parten de productos semielaborados y son de rápida manufactura y las heladerías que lo hacen todo por sí mismos”.
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