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Jonathan Anderson celebra los mil y un contrastes del armario masculino en su debut en Dior

El primer desfile del nuevo director creativo de la casa francesa mezcla elementos de distintas épocas para reivindicar la libertad y el gozo de vestir

Jonathan Anderson Dior
Carlos Primo

La gran incógnita de la semana de la moda masculina de París, que comenzó el martes, tenía nombre y apellidos: Jonathan Anderson. El desfile de su primera colección como director creativo de Dior, un nombramiento que se anunció el 2 de junio, aunque ya en abril Bernard Arnault, director ejecutivo de LVMH, había anticipado que el norirlandés diseñaría la colección de hombre, ha desvelado varios de los interrogantes, que no eran pocos. Para empezar, porque los indicios que había ido ofreciendo la marca durante los días anteriores apuntaban en distintas direcciones: fotografías de Basquiat y Lee Radziwill retratados por Andy Warhol, unas imágenes del nuevo embajador de la marca, Kylian Mbappé, con lo que parecían prendas clásicas, e imágenes de bolsos diseños inspirados en cubiertas de libros célebres. La apuesta podía ir desde la saturación de referencias culturales y nombres propios hasta la reivindicación de la elegancia clásica o de los astros del deporte.

La buena noticia es que, en cierto modo, ninguna pista era falsa. El Dior de Jonathan Anderson, al menos el de su primera colección masculina —la femenina se presentará en septiembre—, es más una hoja de ruta para mantener la relevancia de una firma de lujo en 2025 que una apuesta por una estética frente a otra. Adiós al diseñador como dictador del gusto —ese fue el caso de Christian Dior, el autor de la última silueta adoptada unánimemente en todo Occidente, el New Look de 1947—, hola al diseñador como comisario, coleccionista y hacedor de prendas y objetos bellos que no necesariamente aspiran a desbancar a otros objetos bellos.

El espacio del desfile, un pabellón en Les Invalides de París con muros entelados en gris, molduras blancas y suelo de madera, inspirado en la Gemäldegalerie de Berlín, es el marco que permite entender la metáfora. Para Anderson, una maison histórica es como un museo de arte, donde tienen cabida lo elevado y lo cotidiano, las obras más grandilocuentes y las más sencillas. No es un planteamiento extraño para el diseñador que convirtió Loewe en una marca cultural. El Dior de Jonathan Anderson, más que un laboratorio desde el que ensayar una estética rompedora o una revolución indumentaria, es un archivo vivo, un guardarropa donde debe haber algo para casi todo el mundo. En la nota de prensa difundida con motivo del desfile, el diseñador afirma que pretende reflexionar sobre la historia y la riqueza, y decodificar el lenguaje de la casa para volver a codificarlo. Por eso en su extensa colección hay trajes, chándales, camisas, prendas de punto, abrigos, zapatos, zapatillas, corbatas, pajaritas, bolsos e incluso vestidos.

Tres modelos del desfile de moda masculina de Dior para primavera/verano 2026, en el marco de la Semana de la Moda de París, el 27 de junio de 2025.

La silueta predominante es alargada y esbelta, especialmente en los modelos con pantalones vaqueros rectos o en los trajes. La riqueza está en los detalles. Las flores, el símbolo de Dior desde sus inicios, protagonizan bordados, estampados y detalles tricotados. Están en americanas bordadas con esmero, pero también en zapatillas de skater con empeine tejido. Hay guiños a la aristocracia y a la indumentaria histórica: réplicas exactas de chalecos del siglo XIX y antiguos fracs de terciopelo, una prenda que llevaba mucho tiempo ausente de las pasarelas. Las corbatas llevan franjas diagonales, en la mejor tradición militar o académica, pero no impiden que otros modelos luzcan aparatosas pajaritas sujetas a unos curiosos cuellos postizos. Los trajes se llevan con naturalidad, con la camisa por fuera del pantalón o con capas intermedias superpuestas.

Apenas algunas prendas se salen de las tipologías clásicas para reivindicar una la extravagancia lúdica que ha hecho famoso a Anderson. Por ejemplo, pantalones cortos amplios y con voluminosas piezas onduladas que recuerdan a un célebre vestido de costura, chaquetas de punto que se alargan hasta el suelo —y se convierten en vestido— o abrigos amplios y capas que evocan la silueta fluida que cultivó Anderson en su destino anterior. Pero, ante todo, hay muchas prendas sin manual de instrucciones: jerséis de ochos, camisas a rayas de varios colores, pantalones con pinzas sin ironía ni afectación, vaqueros cortados con precisión, chalecos, cazadoras. Un guardarropa completo que cobra magia gracias al talento de Anderson y su equipo para dar con el corte y el color perfectos, pero también a un elaboradísimo estilismo que, tal vez, será uno de los elementos más imitados de este desfile en el futuro. El proverbial talento de Anderson para dar con diseños distintos y reconocibles se percibe especialmente bien en la variedad de calzado, desde sandalias de piel hasta deportivas, pasando por zapatillas destalonadas, zapatos de vestir o un curioso zapato de cordones, con mezcla de materiales y volúmenes de aspecto casi artesanal, que promete ser uno de los elementos virales de la colección. También serán virales, seguramente, los bolsos llenos de borlas de pasamanería, una colaboración con la artista Sheila Hicks.

Desfile de moda masculina en la Semana de la Moda de París, celebrado el 27 de junio de 2025.

Tanta amplitud y variedad podría parecer falta de definición, pero tal vez Jonathan Anderson, que supo ver la fortaleza artesanal de Loewe y su potencial como catalizador cultural, esté formulando aquí una receta para reinventar el negocio del lujo en una época en que las cifras globales del sector no son tan halagüeñas como antaño y varias marcas se han quedado a medias en su intento de reformulación radical. Según el planteamiento de Anderson, tal vez la clave para sobrevivir no esté en cambiarlo todo, sino en convertir a las marcas en repertorios, en archivos: lugares llenos de tesoros que no hace falta desechar, sino reinterpretar para que no pierdan vigencia. Y en los que la calidad se dé por sentada.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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