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El alma jardinera de Pamplona a través de sus árboles y zonas verdes

Flores de temporada, hayas, secuoyas, ginkgos, los jardines de la Taconera y de la ciudadela, el Festival Arbola... En la ciudad navarra es difícil saber en qué punto terminan los vergeles y comienza la naturaleza menos domada

Árboles en las calles de Pamplona
Eduardo Barba

En los campos de Navarra ondean el trigo y la cebada, verdes y henchidos de lluvias y de grano, en la falda de las colinas. Este mar de clorofila llega hasta la ciudad de Pamplona, urbe bendecida con la sombra de los miles de árboles de sus calles. El dominio del plátano (Platanus x hispánica) y de los tilos (Tilia spp.) es evidente, pero se equilibra con la presencia de los almeces (Celtis australis), de los arces blancos (Acer pseudoplatanus), de las hayas (Fagus sylvatica) y de los castaños de Indias (Aesculus hippocastanum).

Mercedes Jover, directora del Museo de Navarra, tiene claro que la ciudad posee un alma jardinera, y hace un resumen de los distintos puntos en los que disfrutar de este aspecto urbano más vivo: “Pamplona se caracteriza por tener muchísimas zonas verdes, como la Ciudadela de Pamplona —la fortificación renacentista militar—, que ahora es un jardín en medio de la ciudad, o la de la vuelta del castillo, asociada a esa ciudadela. Tenemos también la Taconera, otro enorme pulmón, que es el primer jardín romántico que se hizo en una ciudad española. A todo esto, se suman muchos árboles que crecen en todas las calles. Además, la planificación que se hace en los barrios nuevos se realiza incluyendo los árboles. Como digo, es una ciudad muy verde, donde se puede ir andando a todas partes siempre oliendo y viendo árboles”, certifica.

En Pamplona es difícil saber en qué punto terminan los jardines y comienza la naturaleza menos domada. Esto es algo que destaca Marisa Sáenz, una jardinera aficionada que cultiva todas sus plantas en macetas: “Los jardines de la Taconera o los de la ciudadela son imprescindibles, pero, para mí, el pulmón verde de Pamplona es el monte Ezkaba. En su ladera sur está lleno de orquídeas, y en un radio de 50 metros alrededor de mi casa hay ocho tipos de orquídeas, sin necesidad de buscarlas. Así que desde mi casa es posible salir al monte y estar en plena vegetación”.

En el ámbito más jardinero, Sáenz tiene claro por qué decantarse: “Hay muchas flores de temporada, pero lo bonito son los árboles de toda la vida, con sus troncos gordos. Y eso que son bastante jóvenes, porque hace 200 años en Pamplona no había ningún árbol, porque estaba amurallada, y, como defensa de la ciudad, a dos kilómetros desde la muralla no había ningún árbol, estaba todo talado para mejorar la visibilidad y que no pudieran invadirla los franceses, aunque luego la invadieran”, asegura. Aunque, según explica, esto no impida ver especies con portes muy llamativos e imponentes, beneficiados por los suelos ricos y la disponibilidad de agua.

Las alineaciones de árboles dan sombra y verdor a los jardines de Pamplona.

¿Y qué piensa un jardinero profesional de la Pamplona más verde? Andrés San Juan, jardinero municipal de Cendea de Galar, comenta cómo “en los últimos años, el paso más importante ha sido la recuperación del paseo del Arga, una conquista de los caminos fluviales”, un lugar en el que crecen muchas especies autóctonas junto con algunas más ornamentales y jardineras.

En esta apreciación de la recuperación de los paseos a pie del río coincide Javier Ignacio Larrayoz, técnico de sonido en RTVE, que añade el gran valor que tiene Pamplona “por sus zonas de arbolado extraordinarias, que van desde los hospitales, con toda la cantidad de coníferas que hay, hasta los campus de las universidades, que tienen una cantidad de árboles fantásticos, y todo el margen del río, o el monte de San Cristóbal. Lo que echo de menos es que estuvieran marcados, que fueras a un parque y que los árboles tuvieran una plaquita, como en los jardines botánicos, con el nombre popular, la especie… Yo lo agradecería”, afirma.

La estatua de la Beneficencia diseñada por el artista Luis Paret a la sombra de la arboleda de los jardines de la Taconera de Pamplona.

En Pamplona se desarrolla también una programación de lo más especial, al unir el arte, la ciencia y la naturaleza en el Festival Arbola. Este año alcanza su tercera edición, y su finalidad es la de explorar la cultura arbórea a través de actividades para sensibilizar a la ciudadanía. Se celebrará entre el 11 y el 15 de junio, pero durante el mes de mayo también tiene programadas charlas y talleres que alientan a cualquier persona a aprender del mundo arbóreo de la ciudad. Isabel Ferreira, directora artística del festival, es optimista cuando piensa en cómo se cuidan las zonas verdes de Pamplona: “Creo que el Ayuntamiento está haciendo un esfuerzo importante para revegetar la ciudad y por tener una Pamplona más verde. Todavía queda mucho por hacer, pero estamos en el buen camino, hay mucho interés. Por ejemplo, en la parte más simbólica y la joya histórica de la ciudad, el casco viejo, tenemos más dificultad para renaturalizarla, por las características de sus calles, estrechas y muy concurridas”. Cuando Ferreira piensa en un lugar mágico relacionado con el arbolado, no tiene duda: “Hay un corredor verde en la Taconera, formado por ginkgos (Ginkgo biloba) que en otoño producen un manto de un amarillo intensamente poético que siempre espero con ilusión. Me encantan esas hojas del ginkgo caídas en el suelo del jardín”.

Amaia Pérez, coordinadora de comunicación del Festival Arbola, añade otra nota poética más a sus propios recuerdos de una Pamplona arbórea: “Los álamos blancos que hay detrás de la casa de mis padres, porque me encantaba ver las sombras de sus hojas reflejadas en la pared de mi habitación”. Pérez guarda en su memoria otro momento muy significativo relacionado con el cuidado del árbol urbano: “En el barrio de La Milagrosa, cuando era pequeña, al lado de casa estaban construyendo un parque, y unos vecinos iban casi cada día para regar los árboles que se acababan de plantar, con esa generosidad y altruismo. Hoy esos árboles son muy grandes, y están hechos y derechos, gracias a ellos”.

La enorme secuoya de la Diputación con su gigantesco tronco.

En cuanto a los árboles favoritos de los habitantes de esta ciudad, Paco Llamas, un aficionado a las plantas gracias a su mujer, lo tiene claro: “Me gustan todo tipo de árboles, pero me emocionan especialmente las hayas”. Y no es para menos, ya que sus parques muestran un buen repertorio de esta especie, tanto en alineaciones como formando bosquetes, algunos de ellos con hayas de hoja púrpura (Fagus sylvatica ‘Atropurpurea’). Sin olvidar las imponentes secuoyas (Sequoiadendron giganteum) que jalonan varios puntos de la ciudad, como la inmensa de la Diputación, todo un hito arbóreo centenario muy querido por los pamploneses.

Los chavales también tienen mucho que opinar de lo que esperan de su propia ciudad, porque lo que vean entonces les llevará a valorar a los otros habitantes vegetales. Cuatro chavales de unos 15 años charlan divertidos en el quiosco de música de la plaza del Castillo, en pleno centro histórico. Cada cual deja su opinión de sus preferencias en la ciudad. Manuela destaca “la ciudadela, porque es muy verde y está muy bien cuidada”. Federico disfruta con que “haya muchos árboles en medio de las calles, porque le da vida a la ciudad”. Sofía ríe al recomendar “el parque de la Media Luna, porque se puede dar un paseo con buenas vistas”. Y Juan cree que “es muy bonito, que haya flores plantadas entre medias de los árboles”. Parece que la conciencia ciudadana para querer una Pamplona llena de naturaleza y de árboles goza de buena salud.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.
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