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El síndrome del Tío Gilito: pasar de tacaño a miserable no es cuestión de cuánto gastas, sino de por qué lo haces

Cuando una persona deja de entender el fin utilitario del dinero y malvive por acumularlo se dice, en términos coloquiales, que sufre el síndrome asociado a este famoso pato, algo que se puede solucionar con una buena educación financiera

Cuando el dinero se convierte en el principal fin de la persona, y se empiezan a desarrollar comportamientos compulsivos y pensamientos obsesivos hacia poseerlo, se convierte en una adicción.
Eva Machón Saavedra

Mr. Scrooge y el Tío Gilito son, probablemente, los dos ejemplos que primero vienen a la memoria cuando se piensa en personajes de ficción conocidos por su actitud avara y cicatera. El segundo, como un reflejo amable del primero. En los años cuarenta, el historietista y guionista estadounidense Carl Bark incluyó en la trama de Disney protagonizada por el Pato Donald a un tío lejano cuya historia giraba en torno al dinero que había cosechado a lo largo de su vida y que le había convertido en el pato más rico del mundo. Su fortuna, conseguida a base de esfuerzo y dedicación, era tan grande que podía nadar en dinero, literalmente. Esta versión dulcificada y cómica de Ebenezer Scrooge, el protagonista de Cuento de Navidad, de Charles Dickens, representa el perfil de hombre miserable que escatima en gastos tanto para sí mismo como para los demás, incluso incurriendo en privarse de ciertos mínimos con los que vivir cómodamente. Por ejemplo, pasar frío en invierno y hacérselo pasar a su empleado, pudiendo sobradamente pagar el gasto que genera la calefacción, que es uno de los primeros actos de miseria que aparecen en la novela de Dickens.

La frase “el dinero no da la felicidad” se aplica bien a ambos personajes de ficción que, en realidad, son uno mismo. Pese a poseer grandes fortunas, ninguno de ellos disfruta de la vida ni del dinero que tanto esfuerzo han dedicado a atesorar. En este sentido, un reciente estudio publicado por la revista Personality and Social Psychology Bulletin confirma que las personas más codiciosas tienen menores niveles de satisfacción en general. Tras analizar una amplia muestra de personas con altos niveles de codicia ―afán excesivo por acumular riqueza—, los investigadores sugieren que la constante insatisfacción y el deseo perpetuo de obtener más dinero conducen a una menor satisfacción vital porque los esfuerzos no se vierten sobre lo que se tiene, sino sobre lo que aún no.

“El dinero es una herramienta con distintos fines que por sí solo no genera una adicción”, explica el psicólogo Roberto Ochoa, experto en adicciones y conductas obsesivas. “Cuando se convierte en el principal fin de la persona y se empiezan a desarrollar comportamientos compulsivos y pensamientos obsesivos hacia poseerlo, podemos empezar a hablar de adicción, ya que se comenzará a generar una dependencia”, continúa. Ochoa aclara que, actualmente, en los manuales de psiquiatría como el DSM-V o CIE-11 no existe un trastorno que contemple a aquellos que sufren por gastar, pero sí que hay algún rasgo del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad que recoge esta preocupación excesiva por acumular dinero sin que exista una verdadera necesidad económica.

El Tío Gilito contando monedas en un fotograma de 1983.

Hay quienes, conforme pasan los años, cada vez se vuelven más tacaños con los demás y, a veces, consigo mismos. Este afán por acumular riqueza nace del deseo de ver cómo la cuenta bancaria crece sin un objetivo claro en el que emplear el dinero. No se trata del que ahorra, por ejemplo, para un viaje, sino del que ahorra y se priva del viaje que podría hacer porque vivir esa experiencia no le satisface más que ver sus arcas llenas. “Cuando estas conductas obsesivas interfieren en el desarrollo de la vida diaria, ya sea limitando la interacción social, los hobbies o afectando a la salud, se irá produciendo una escalada del problema. Es importante entender que las personas tendemos a normalizar comportamientos, por lo que es difícil ser consciente de cuándo pasamos de ser un poco ratas a ser unos miserables. Normalmente, el contexto cercano será más consciente que la propia persona”, añade el experto.

Según Pau A. Monserrat, profesor de Economía Financiera en la Universitat de les Illes Balears, esta especie de obsesión por acumular riqueza sin pensar en lo que se sacrifica a cambio radica en el desconocimiento absoluto que se tiene de lo que significa el concepto de dinero: “La verdadera naturaleza del dinero es tremendamente esquiva para el público en general, y para no pocos economistas en particular. Pensamos que sabemos de qué hablamos por tener representaciones en forma de billetes y monedas en nuestra cartera, y apuntes contables accesibles en formato en línea. Pero desconocemos su verdadera esencia porque nadie se para a hacer la reflexión de qué es el dinero”.

Un grabado de John Leech para la primera edición de 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens, 1843, que muestra la austera vida de Ebenezer Scrooge a pesar de su fortuna.

En este sentido, el también economista de Futur Legal añade: “El dinero no es nada, es una convención social. Lo que realmente tiene valor es el tiempo y la calidad de nuestro tiempo. Lo demás es prácticamente un milagro, es decir, hemos convenido socialmente intercambiar nuestro tiempo por unas fichas o papelitos que en sí mismo no valen nada”. Sobre esta primera idea de la falta de conciencia de lo que significa el dinero, Monserrat aclara que no se trata de gastar mucho o gastar poco, sino saber por qué lo hacemos.

El escritor Morgan Housel reflexiona en La psicología del dinero (Planeta, 2021) sobre la relación emocional, muchas veces inconsciente, que cada individuo tiene con sus finanzas. Esta determina si usamos el dinero como herramienta de libertad o como refugio de miedos no resueltos. Housel sostiene que el dinero es algo profundamente personal, pues cada uno toma decisiones económicas influidas por su entorno, su historia y su experiencia con la escasez o la abundancia. Por eso, conocer el contexto de alguien es fundamental para entender su comportamiento financiero. Por ejemplo, alguien tacaño que no gasta para poder hacer frente a cualquier imprevisto futuro puede haber tenido una mala experiencia pasada. Sin embargo, alguien miserable ha perdido esa proyección del posible gasto futuro y guarda dinero por su obsesión de poseer, aun sin riesgo de que exista una necesidad económica real.

El miserable es el que ha perdido la relación sana con el dinero y vive esclavo de él a expensas de un consumo que nunca llega.

El miserable, en definitiva, ha perdido la relación sana con el dinero y vive esclavo de él a expensas de un consumo que nunca llega. Ha dejado de entender el fin utilitario del dinero y malvive por acumularlo. Y es entonces cuando se dice que sufre el síndrome del Tío Gilito. Desde la perspectiva de la psicología del dinero, las personas que lo padecen tienen un apego extremo al dinero y no comprenden que simplemente es un medio para vivir mejor. Por tanto, el síndrome del Tío Gilito sería la versión sofisticada de la pobreza, pero de una pobreza vital y no económica.

“Las cosas más importantes normalmente no se pagan con dinero”, recuerda Monserrat. “Tienen un valor que no está en el ingreso mensual, es un valor que está en la propia vida, en cómo se gasta el tiempo”, añade. Pasar de ser rata a ser miserable no es cuestión de cuánto gastas, sino de por qué lo haces. Según el experto, tener una buena educación financiera es fundamental para entenderlo.

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Sobre la firma

Eva Machón Saavedra
Redactora experta en nuevas tendencias y estilo de vida. Graduada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Complutense de Madrid, publica desde 2018 en diversos medios de comunicación especializados en moda, bienestar y sociedad. Explora temas relacionados con la psicología, la sociología, el crecimiento personal y la cultura pop.
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