De Lavapiés al Mundial de Fútbol Calle: “Vamos a traer la copa del mundo”
Ocho personas sin hogar, miembros del equipo Dragones, son seleccionadas para representar a España en esta competición en Oslo


“Socialmente iguales, humanamente diferentes, libres totalmente”. A la sombra de un mural de una mujer con el puño en alto y rodeada de esas palabras, entrena en el barrio madrileño de Lavapiés la selección española de fútbol calle. La integran personas que viven o vivieron en la calle, algunas por días y otras, por años. Hacen rondós, practican tiros al arco, trabajan el recibimiento del balón bajo presión “¡Ey!; toca; ¡vamos, al balón!; ¡Buena, qué golazo!”, se escucha constantemente. Son unas 20 personas que forman parte del proyecto de fútbol calle Dragones de Lavapiés. Ocho de ellas han sido seleccionadas para viajar a Oslo a representar a España en la Copa Mundial de Fútbol Calle (Homeless World Cup), entre el 23 y el 30 de agosto. “Vamos a traer la copa del mundo a Lavapiés”, dice uno, Ricardo Torres (Madrid, 37 años), empapado de sudor.
Hace tres años que Torres intercambia camas entre albergues, parques, cajeros e iglesias. En una pausa del entrenamiento, toma agua y cuenta que juega fútbol desde niño. Siempre le ha gustado “organizar el juego, dar los pases, buscar los huecos; la visión de juego”. En el campo es de los que más suda y grita, de los que más exige. Disputa cada balón como si fuera el último.

Él es una de las 1.146 personas sin hogar que hay en Madrid, según los últimos datos del INE. En España, esa población supera los 28.500, aunque el INE solo contemplan a quienes acudieron a centros asistenciales. La organización Hogar Sí eleva la cifra a 37.000 y asegura que el 30% de los sin hogar está fuera del sistema de atención.
“Hace tiempo que no me sentía tan a gusto”, dice sobre los Dragones. “Me ha dado la oportunidad de volver a confiar en mí y en la gente a mi alrededor”, explica, para subrayar que en la calle “te roban hasta tus compañeros”. En la cancha, al contrario, los compañeros son todo. Hay que confiar en que van a llegar al pase, bajar a defender, anotar el gol.
Miguel Buzeta, coordinador de Dragones de Lavapiés y uno de los entrenadores, asegura que el proyecto es “una pata más” en todo el entramado de recursos que necesitan las personas sin hogar. Una que tiene que ver con el ocio y el deporte, dos asuntos que Buzeta considera derechos. Además de visibilizar a la población sin hogar, buscan “ayudar a mejorar la calidad de vida desde el deporte”. Los participantes llegan principalmente derivados de la Red de Atención de Personas Sin Hogar de Madrid. “Todos son bienvenidos, independientemente de sus habilidades o condición física”.
“Es lo único que me hace feliz”
El fútbol calle tiene sus propias reglas. Los partidos duran 14 minutos, divididos en dos tiempos de siete. En cancha son tres jugadores y un portero por equipo. El balón nunca sale y se juega con las vallas alrededor del campo. Hay máximo cuatro suplentes, los cambios son ilimitados y se hacen sin detener el partido.
Además, los equipos pueden ser mixtos, y en el de Dragones hay dos mujeres. Una de ellas es Zahra El Boubkary (Marruecos, 30 años), a quien le gusta jugar “con los chicos”. “Son buenos, hay respeto, pero nosotras jugamos bien también, ¿eh?”, enfatiza, inclinando la cabeza. Es risueña, expresiva y gesticula con las manos al hablar. “De niña siempre jugaba con los chicos en Marruecos”, asegura.








“Lo único que me hace feliz hace mucho tiempo es el fútbol. Es lo único que me saca de mi cabeza, estoy 100% ahí, disfrutando y ya está”, explica. Llegó a Madrid hace ocho años; cinco después terminó en la calle por una ruptura amorosa. “No lo aceptaba, me volví loca, y ahí comencé a tomar pastillas, fumar porros, salir, dejé el trabajo, no era yo”. Pasó 13 días en la calle durmiendo en bancos por el centro de la ciudad.
El mes pasado viajó a Suiza a representar a España en la Eurocopa Femenina de Fútbol Calle, con el equipo femenino de Dragones. Terminaron octavas, pero El Boubkary disfrutó cada segundo, hizo muchas amistades y pasaba las tardes bañándose en el río tras los partidos.
“En la calle luchamos mucho para juntarnos con gente y aquí se da muy fácil. Cada uno acepta al otro y pasas un buen rato jugando”, explica. Haber compartido la experiencia de la calle es un plus: “Todos lo vivimos, aquí o en otro lugar. Todos lo pasamos mal y todos estamos aquí también jugando fútbol”.
Un torneo para visibilizar la vida en la calle
La de agosto será la 20ª edición de la Copa Mundial de los Sin Techo, una competencia que busca “apoyar e inspirar a las personas sin hogar a que cambien su propia vida, así como cambiar las percepciones y las actitudes” hacia ellas, aseguran en su web. Madrid fue sede en 2021 de una versión reducida por la pandemia y fue aquí, a petición de la organización, cuando Dragones de Lavapiés lanzó su primer equipo de fútbol calle.
“Ha sido como todos los proyectos de Dragones”, dice Dolores Galindo, presidenta del club, mientras en la cancha continúa el entreno. “Empiezan de manera muy altruista: ves la necesidad y actúas sin saber muy bien cómo lo vas a conseguir”. Ahora cuentan con el apoyo de la Federación Española de Fútbol, que se ha comprometido a aportar ayuda para los billetes a Oslo y entregará los uniformes.
Durante el entrenamiento hay uno que sobresale del resto. Por su técnica, pero más por el estilo. Pelilargo, pantaloneta estampada y unas gafas oscuras de marco fosforescente que le dan un aire al legendario jugador holandés Edgar Davids. Es Juan Manuel Perea (37 años), Juanma, seleccionado primero en la lista para ir a disputar el mundial.
“Estaba de primero, pero encontré trabajo y me va a ser imposible ir”, se lamenta en parte, pues el motivo le alegra. Trabajará durante el verano como auxiliar de información en un centro cultural.

A Juanma le gusta jugar de 10, en el centro del campo, el de la calidad, que la tiene, aunque es modesto y dice que su especialidad es la entrega. “Tengo la intención, que es lo que cuenta”. Lo que hace constantemente es reír y solo deja de hacerlo cuando cuenta que estuvo dos años en la calle por motivos que prefiere no detallar. “No sabría explicarlo”.
“Estaba en una depresión muy grande y me era imposible ver el final del túnel”, cuenta, aunque fue precisamente la actividad física, y en particular el fútbol, lo que lo sacó. Primero en un programa de fútbol solidario y después en Dragones. “El fútbol te ayuda a distraerte, a socializar, a observar tus problemas, sin quedarte ahí fijado”.
Alrededor de la cancha se van aglomerando niños del barrio, reclamando ya su turno para usar el campo. Queda poco tiempo de luz y sus madres los llamarán pronto a casa. Termina el entreno de los Dragones y Henry Rubalina (Ecuador, 54 años), otro de los seleccionados, dice que estando en la cancha se alegra. “Pierdes las ganas de estar sentado en un parque, de estar paseando en autobús”, asegura.
Asiste casi religiosamente, todos los lunes y los jueves. Durante la pandemia perdió su casa y estuvo tres años durmiendo en un lugar al que llaman “colchones”, en el barrio de Opañel, en el sur de Madrid. “Te olvidas de todo”, insiste, tras explicar que hace unos meses consiguió una habitación.
Se entusiasma al pensar que en un mes viajará a Oslo a representar España. En Ecuador jugó de niño para la selección de su colegio, la de su barrio, y estuvo cerca de entrar a la municipal “pero tenía que trabajar”. Ahora le cuesta creer que llevará la camiseta española. “Flipo, como dicen acá”, y suelta una carcajada. “Flipo y a colores”.
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