Otra máquina de escaparate en el Hospital La Paz: muchos titulares pero poco rendimiento
El hospital bandera de la sanidad madrileña, que decepcionó por su mal uso de un aparato apodado “el pepino”, jubila otro artefacto “pionero” que ha resultado un fiasco


La propaganda política suele vender cualquier compra de alta tecnología sanitaria como la octava maravilla del mundo, pero a veces esos equipos decepcionan y eso, claro, no se publicita. Son máquinas de escaparate como “el pepino”, el nombre que dieron en la Consejería de Sanidad madrileña a un aparato de vanguardia para tratar el cáncer, donado por el multimillonario Amancio Ortega, y que fue infrautilizado tras su instalación en 2021 en el hospital estandarte de la sanidad pública madrileña, La Paz. Son aparatos anunciados con visita del político de turno, fotos y notas de prensa, pero si algo falla, nunca nos lo dirán.
Ha pasado con una máquina presentada en 2008 en La Paz y retirada el año pasado. Telemadrid la describió como “la primera resonancia abierta de la sanidad pública española”, un aparato de 1,5 millones de euros que iba a favorecer sobre todo a niños o pacientes con claustrofobia que no se podían meter en ese tubo tan estrecho que parecía un ataúd. Sin embargo, la máquina fue reemplazada en junio de 2024 y no se ha comprado una del mismo tipo en la última tanda de adquisiciones con fondos europeos, el año pasado.
¿Qué ha sucedido? Uno de los jefes de radiología, Daniel Bernabéu, explica que esa nueva máquina se sumó en 2008 a otras dos de resonancia magnética cerrada que estaban disponibles antes. Desde el principio, vieron que el número de pacientes que usaban el tercer aparato, la resonancia abierta, era reducido, así que acabaron destinando el nuevo aparato para todo tipo de pacientes porque la lista de espera era abultada y no podían permitirse el lujo de tenerlo semiparado.
El problema era que la resonancia magnética abierta siempre da una resolución peor debido, precisamente, a que es un tubo abierto por los laterales, lo que repercute negativamente en la imagen. Mientras que la máquina abierta tenía una capacidad de campo magnético de un tesla, las máquinas cerradas han alcanzado en años recientes los tres teslas, aportando imágenes con gran detalle. Así, esta máquina era inútil en los casos más serios como lesiones cerebrales complejas, problemas del corazón o pequeños tumores.

“Se incorporó en un momento en que las clínicas privadas publicitaban sus máquinas abiertas y eso vendía bien”, dice Bernabéu, que es también representante del sindicato Amyts en La Paz. “Era útil para casos muy banales como un juanete, pero un incordio para los estudios diagnósticos complejos. Blasfemábamos en hebreo sobre por qué no era cerrada, pero teníamos que trabajar con lo que había”.
Bernabéu añade que hubiera sido posible anestesiar a los pacientes con claustrofobia como se hace en otros hospitales, o en su defecto derivarles a una clínica privada. De hecho, debido a lo elevado de la lista de espera, La Paz lleva años externalizando miles de resonancias magnéticas a clínicas privadas.
Para las resonancias abiertas, la Consejería de Sanidad saca concursos específicos desde febrero de 2024 y al año se derivan unos 500 pacientes. Las tres veces que se ha publicado ha sido adjudicado al Grupo Vivo, una empresa privada que tiene de consejero al exministro del PP Rafael Catalá, por un total de 132.345 euros.
Un portavoz autonómico explica que la máquina fue sustituida por obsolescencia por una cerrada de 1,5 teslas con mejor visualización de detalles en alta definición. El nuevo aparato es más rápido en la adquisición de imágenes y reduce la necesidad de que el paciente permanezca mucho tiempo dentro del equipo. Hay más beneficios, según el portavoz: “Las nuevas máquinas traen herramientas de entretenimiento como música o vídeo que ayudan a los pacientes que tienen dificultades para realizar la prueba diagnóstica a encontrarse en un entorno más amigable”.
Mercado cambiante
Hay que reconocer que la compra de alta tecnología médica tiene un alto componente de riesgo porque se trata de un mercado muy cambiante. Lo que un día parece la vanguardia puede quedar obsoleto al cabo de poco tiempo. Según indican varias fuentes médicas, es lo que está pasando con las máquinas de resonancia magnética, que cada vez son más sofisticadas e incorporan inteligencia artificial para mejorar la resolución. Las imágenes son más precisas y por eso, los aparatos abiertos han perdido preferencia entre los radiólogos, quienes siempre prefieren tener imágenes de alta calidad, sobre todo cuando estudian a pacientes con situaciones graves.
La resonancia magnética abierta es un nicho muy reducido, explica la radióloga gallega María Jesús Díaz Candamio, portavoz de Sociedad Española de Radiología Médica. “En mi caso creo que los pacientes que la necesitan no llegan ni al 1%”, añade esta doctora del Hospital de A Coruña. “Es un lujo para la sanidad pública disponer de una máquina de resonancia magnética abierta porque supone un sacrificio de la calidad, así que la mayoría de hospitales públicos grandes derivan a los pacientes claustrofóbicos a la privada”.
Ese lujo se lo dio la sanidad pública madrileña aquella mañana de enero de 2008, cuando el consejero de Sanidad Juan José Güemes presumía en La Paz de aquella adquisición, rodeado por una nube de micrófonos.

Las televisiones pudieron grabar “imágenes de recurso” de una madre que abrazaba a un niño mientras hacían la exploración en la máquina. El informativo de Telemadrid concluyó la noticia celebrando que la Comunidad estaba a la cabeza en número de equipos punteros. Era un motivo para celebrarlo, pero también para comprobar con el paso del tiempo si todo había funcionado tan bien como nos prometieron.
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