De la Gran Vía a El Escorial: tres planes para exprimir la Comunidad de Madrid
El Mercado Avellaneda y La Mínima permiten salir de la ciudad y conocer nuevos lugares


A veces Madrid te lo da todo, otras veces te agota. Por suerte, la ciudad y sus alrededores ofrecen ese equilibrio perfecto entre el planazo de última hora y la escapada con intención. Esta semana, Madrid te enreda recomienda planes desde el centro hasta la sierra: una nueva azotea con alma francesa en plena Gran Vía, un restaurante con las mejores brasas en Valdemorillo y una galería de cerámica en la que se puede tocar el arte en El Escorial. Tres formas de salir de la monotonía y de encontrar nuevas maneras de disfrutar la ciudad: en una taza de cerámica, montando a caballo por el campo o en un croissant que justifica el precio del café.
Caballos, masajes y brasas en Valdemorillo

Quienes busquen una escapada cercana a Madrid encontrarán en Mercado Avellaneda una opción que combina campo, buena comida y actividades que invitan a alargar la jornada. La experiencia puede comenzar con un paseo a caballo por los alrededores del centro hípico Mojadillas, seguido de un masaje al aire libre antes de sentarse a comer, todo dentro de una misma finca situada a menos de una hora de la capital.
Este proyecto está liderado por César Galán y Javier Rueda. Galán, de raíces argentinas, acumula más de dos décadas de experiencia en el mundo de las brasas y domina desde asados a la estaca hasta técnicas de cocción bajo tierra. Por su parte, Rueda es quien se encarga de la atención en sala, la selección de vinos y la experiencia general del comensal.
La propuesta gastronómica de Mercado Avellaneda se basa en elaboraciones con carbón o leña, ingredientes de temporada y una cocina sin artificios y centrada en el sabor. Entre los platos recomendados destacan las croquetas, la ensaladilla, el salmorejo y, por supuesto, alguna de sus carnes a la brasa. Como cierre perfecto, muchos sugieren la tarta de queso.
Más allá del restaurante, el establecimiento acoge una programación variada que incluye entrenamientos con brunch y DJ, mercadillos, conciertos o tardes de salsa en el jardín. En especial durante el verano, se trata de un espacio en el que el plan puede prolongarse hasta bien entrada la noche.
El precio medio se sitúa en torno a los 70 euros. El local abre de viernes a domingo en temporada baja, y amplía sus días de apertura durante el verano, adaptando los horarios según los eventos programados.
Visitar El Escorial y comprar una cerámica

El plan puede seguir hasta El Escorial. Ir a comprar o a hacer cerámica es el nuevo brunch. O el nuevo “no puedo más con la ciudad”. Para muchos de sus clientes, hay algo profundamente terapéutico en salir de Madrid un sábado cualquiera y plantarse en San Lorenzo de El Escorial con la única misión de meter las manos —aunque sea mentalmente— en el barro. LAMÍNIMA (en la calle del Rey, 27, San Lorenzo de El Escorial), el proyecto de Juanra Martín, es justo eso: una galería donde las piezas no son solo decoración.
“Quería hacer algo que mostrara la cerámica contemporánea como lo que creo que es: una forma más de expresión artística, con una gran carga conceptual y estética importante”, explica Martín. No es una tienda al uso ni un escaparate de souvenir ilustrado. Es un espacio íntimo donde las piezas se pueden tocar, girar, pesar en la mano.
¿Hace falta saber de cerámica para disfrutar? En absoluto. Basta con dejarse llevar por la textura, la imperfección buscada, los esmaltes que parecen accidentales, pero no lo son. Y si además sales con una taza única o un cuenco imposible, mejor. El precio medio ronda los 150 euros.
El plan se completa con un paseo por el casco antiguo, un café con vistas al Monasterio y ese pan galardonado del Obrador Abantos que ya es casi leyenda.
Una nueva azotea en Gran Vía

Si no hay suficiente tiempo para salir de la ciudad, una buena opción siempre es subir a una azotea. Y sí, en Madrid siempre hay alguna de estreno. La última llega acompañada por croissants de mantequilla auténtica, masajes de diseño y una obsesión por el detalle que, curiosamente, no empalaga.
Se llama Brach Madrid (en la Gran Vía, 20) y es el primer hotel de la cadena francesa Evok Collection en España. Es justo lo que esperas: vistas, cócteles, diseño de Philippe Starck y ese punto medio entre sofisticación europea y ganas de caer bien a los locales.
La idea no es impresionar, sino seducir. Ir despacio. No es tanto un hotel como un ecosistema: restaurante, pastelería, brunch dominical y una zona de bienestar llamada Capsule Wellness donde prometen que uno entra tenso y sale parisino.
Según su CEO, Emmanuel Sauvage, Madrid era “una elección natural”. Porque vibra, emociona. Y porque, digámoslo claro, Gran Vía es el sitio donde todos quieren estar (aunque luego digan que prefieren Malasaña). La carta arranca en los 18 euros —café y pastel incluidos— y de ahí puede escalar hasta donde se quiera. El ambiente sube cuando cae el sol y los planes se vuelven más líquidos. No hace falta dormir allí para formar parte del teatro.
¿Es una experiencia? Sí. ¿Hace falta planearla? No mucho. A veces basta con subir, mirar la ciudad desde arriba y dejarse llevar por esa idea francesa de que el lujo puede ser simplemente tomarse un buen postre sin prisa
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