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La desinformación agravó la emergencia y socavó la confianza institucional durante la dana

El 28% de los bulos se originaron o difundieron desde entornos periodísticos, según un estudio de la Politècnica de Valencia y de la Universidad Internacional (VIU)

Un grupo de bomberos a la entrada del parking del centro comercial Bonaire, en Valencia, tras la dana.
Andrés Herrero Gutiérrez

El parking subterráneo del centro comercial Bonaire, en el municipio valenciano de Aldaia, atrajo todas las miradas durante los días posteriores a la dana. En las redes sociales y algunos medios de comunicación circulaba la idea de que en el interior del aparcamiento completamente inundado ―con dos plantas subterráneas― había un centenar de cadáveres. No había fundamento para atribuirle veracidad a la historia. Pero le dieron pábulo los presentadores del programa de televisión Horizonte, Iker Jiménez y Carmen Porter, o el entonces colaborador de este espacio Rubén Gisbert. No se hallaron fallecidos en el parking.

Es solo un ejemplo. El 28% de los bulos se originaron o difundieron desde entornos periodísticos profesionales, según una investigación de la Universitat Politècnica de Valencia, la UPV, y la Universidad Internacional de Valencia, la VIU. La desinformación de esos días condicionó la opinión pública y dificultó la respuesta institucional ante la dana del 29 de octubre que devastó buena parte de la provincia de Valencia y segó 228 vidas humanas—.

La investigación ha sido realizada por Germán Llorca-Abad, profesor titular del departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte de la UPV, en colaboración con el profesor Alberto E. López Carrión, de la VIU, y ha sido publicada en la Revista Mediterránea de Comunicación.

Los autores han analizado 185 noticias publicadas entre el 28 de octubre y el 17 de noviembre de 2024 en los diarios nacionales y locales con más audiencia, en las que identificaron 192 bulos que circularon durante el período crítico de la catástrofe.

“La mayoría de los contenidos tenían una fuerte carga emocional, diseñada para generar indignación, miedo o rechazo hacia las instituciones”, señala Llorca. Pese a ello, Los autores destacan el papel de algunos medios que, consideran, contribuyeron a desmentir falsedades, así como el trabajo de plataformas de verificación como Maldita.es, Newtral o VerificaRTVE.

El estudio recoge también que tres de cada cuatro bulos fueron creados intencionadamente, y que el 75% se difundieron por redes sociales como X, Instagram o WhatsApp.

Las narrativas conspirativas que culpaban al Gobierno de destruir presas “construidas por el franquismo”, o que acusaban a la AEMET de ocultar información sobre las lluvias, se difundieron ampliamente.

El ‘diagonalismo’ y la instrumentalización política

El estudio utiliza el concepto de diagonalismo, una estrategia comunicativa que, según los investigadores, fue especialmente visible en esta crisis. Esta corriente combina discursos de extrema derecha con mensajes tradicionalmente vinculados a la izquierda, como la crítica al poder institucional o a las élites.

El objetivo es conectar con el malestar ciudadano desde múltiples ángulos ideológicos y aprovechar la incertidumbre para reforzar narrativas de desconfianza. Durante la dana, esta estrategia se tradujo en ataques al Gobierno, a organismos científicos y a ONG como Cáritas o Cruz Roja.

“En situaciones de catástrofe, el descrédito de las instituciones es aprovechado para sembrar el caos informativo y movilizar políticamente a ciertos sectores”, explica López-Carrión. Además, los algoritmos de las redes sociales —que priorizan los contenidos más virales, no necesariamente los más veraces— amplificaron estos mensajes, favoreciendo su rápida expansión. “Las emociones extremas, como la indignación o el miedo, son las que más interacción generan. Y los bulos apelan precisamente a esas emociones”, concluyen los autores.

El estudio concluye que es urgente reforzar la alfabetización mediática de la ciudadanía, mejorar los mecanismos institucionales de respuesta informativa y exigir mayor transparencia y responsabilidad a las plataformas digitales. Aunque el Gobierno activó perfiles oficiales en redes sociales para combatir la desinformación, estos esfuerzos llegaron tarde y tuvieron un alcance limitado.

Los investigadores recomiendan protocolos ágiles de comunicación en emergencias, así como alianzas más efectivas entre instituciones públicas, medios de comunicación y organismos de verificación. “Combatir los bulos no es solo una cuestión de verdad, es también una cuestión de salud pública y cohesión social”, sostienen López-Carrión y Llorca-Abad. Y advierten: “Si no se actúa con decisión, la próxima emergencia no solo será climática, sino también informativa”.

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