Compromís, Sumar y la orquesta del Titanic
El partido necesita un golpe de timón que le devuelva la capacidad para marcar la agenda y dirigir la conversación pública que antaño tuvo

Llegados a estas alturas de la película podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la izquierda española (e incluso la portuguesa) se está italianizando. ¿Qué quiere decir esto? Que, las que antaño se llamaban “fuerzas del cambio”, destinadas a la noble tarea de “asaltar los cielos”, son incapaces de suscitar entre sus filas la más mínima emoción, bunkerizadas, ensimismadas en el aburridísimo debate de la unidad e incapaces de mirar hacia afuera y ver lo que les están pidiendo sus (cada vez más minoritarias) bases; todo ello, en plena era de Tik Tok, de los titulares efímeros y en la que los políticos se han convertido en creadores de contenido.
Ante esta coyuntura y las poco halagüeñas encuestas para Sumar no son pocos los valencianos que se preguntan qué pinta Compromís dentro de la coalición, que no es más que el Titanic hundiéndose mientras la orquesta toca “El vals del obrero”. Tras dos años de legislatura, hemos visto más bien poco a sus diputados, que han quedado invisibilizados y, lo que es peor, contradichos en numerosas ocasiones por otros cargos de Sumar. A veces, tengo la sensación de que, a medida que entran en la M-30, desaparecen en una especie de agujero negro enorme. Cicerón hablaba de una ley innata, compartida por todos los seres humanos e inherente a la naturaleza. Tras unos años como consultor, tengo claro que si hay una ley innata en la política esa es la ley de la inercia, que lleva a los partidos a continuar girando cual hámsteres en una rueda sin apenas tiempo para preguntarse el porqué.
El otro día fue realmente importante. Compromís tenía en sus manos una decisión que iba mucho más allá de su permanencia en el grupo parlamentario de Sumar. Tenía que ver con la estrategia que seguirán en el futuro: en el trasfondo decidían si quieren parecerse a Más Madrid o al Bloque Nacionalista Gallego. Y decidieron que querían parecerse a Más Madrid. Y continuar girando en la rueda, claro. Salirse del grupo parlamentario de Sumar era una oportunidad para Compromís —en unos meses en que el gobierno no pasa por su mejor momento— para reposicionarse y comenzar a marcar un perfil propio, valencianista y autocentrado tras los constantes vaivenes, el ruido y las disputas entre los partidos que conforman Sumar y Podemos. Al otro lado, observamos al BNG, creciendo a nivel autonómico por encima del 30%, con alcaldías como la de Compostela y la de Pontevedra y a quien, además, muchas encuestas ya dan dos diputados en el Congreso.
Y es que Compromís era —junto a Vox — el partido mejor posicionado para crecer después de la catástrofe de la barrancà y las exorbitantes consecuencias que ha propiciado en la sociedad valenciana. Lo tenía todo a su favor: la necesidad de un discurso valencianista que levantara la moral, la independencia de Madrid a la hora de tomar decisiones —que, a veces, acucia al PP y PSOE — y el momento de repliegue identitario y vuelta a las raíces que vivimos. Pero una falta flagrante de liderazgo más allá de un Baldoví que brilla menos en Les Corts que en el Congreso, la excesiva dependencia de liderazgos del pasado como el del gran Ribó y la incapacidad manifiesta para dibujar un horizonte para los valencianos más allá del Botànic han acabado minando sus posibilidades electorales. Por eso, no son pocas las voces que esperan, pacientemente, que termine el calvario judicial de Mónica Oltra, para que la coalición recupere su esencia y vuelva a convertirse en la herramienta útil y en la máquina electoral que un día fue. Sea con Oltra o sin ella, el partido necesita un golpe de timón que le devuelva la capacidad para marcar la agenda y dirigir la conversación pública que antaño tuvo. Aún están a tiempo.
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