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Pilar Aymerich: “Es culpa nuestra no haber sabido contar a los jóvenes qué fue la dictadura”

Especializada en el fotorreportaje y el retrato, captó el momento más álgido de la transición española

Pilar Aymerich

Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) fue testimonio de los años de censura del régimen, de los momentos más convulsos de la Transición y de las primeras manifestaciones feministas. Dedicada al fotorreportaje y al retrato, sus primeros trabajos surgieron paralelamente a la muerte de Francisco Franco. Ahora, 50 años después, encuentra “horrorosos” los últimos datos del CIS: más del 21% de la población considera que los años de la dictadura fueron “buenos” o “muy buenos”. “Para todos los que luchamos por una sociedad mejor, estos datos son una mala noticia”, reflexiona en esta entrevista en el Aquí Catalunya de SER Catalunya.

“Tenemos que haber hecho muy mal las cosas, supongo que no hemos sabido explicar la historia y lo que significa una dictadura”, añade. Rememorando su pasado, asegura que esos 40 años “nos arruinaron la infancia y juventud”. Habla en plural, pero cita su realidad: “No se podía hacer nada, según cómo ibas vestida no podías subir al autobús”. Nada que ver con ahora, dice, “los jóvenes visten como quieren, estudian lo que quieren... No saben qué es una dictadura”, y eso insiste que es “muy grave”. “Es nuestra culpa, de todos, porque estábamos acostumbrados a callar”, lamenta.

Hace justo 50 años, 20 de noviembre de 1975, Aymerich estaba en su estudio de fotografía, en Barcelona. Tenía puesta la radio, contaron que Franco había muerto. Bajó a la bodega de delante, compró una botella de cava e invitó a la mujer que la ayudaba en casa desde hacía 15 años, Josefa. “¿Quiere una copa, puesto que se ha muerto Franco?”, a lo que Josefa accedió, y fue entonces cuando le reveló que un familiar suyo había estado en las huelgas de 1962 en Asturias, de los mineros, y que por esto había estado un tiempo en la cárcel. Llevaban 15 años conociéndose y Josefa no se lo había contado hasta entonces. “Era el miedo de decir que tenías familiares que habían estado en la cárcel en la época de Franco”, explica.

Los primeros años tras la muerte del dictador cuenta que los recuerda “con mucha alegría”. Se respiraba en las calles, “Barcelona era una ciudad nueva, la gente salía a la calle, contenta, reclamaban sus derechos”. Había esperanza de ver un país cambiar. Aymerich acudió a cubrir distintas manifestaciones por aquel entonces, una de estas, la de periodistas de 1976, en Barcelona. En una de sus fotos se ve una pancarta con el lema ‘Que nos dejen ser periodistas’. “En aquel momento el poder no estaba acostumbrado a que hubiera periodistas que contaran lo que pasaba en la calle”, recuerda la fotoperiodista. Tuvo problemas por acceder a sitios, a manifestaciones, también la censura era una amenaza constante a su trabajo: “Tenías que ir con cuidado con lo que publicabas”. Pone el ejemplo de Triunfo, una de las revistas de izquierdas más importantes de la época y donde trabajó con Montserrat Roig. “La cerraron durante seis meses”, recuerda. Franco había muerto, pero una dictadura no es solo de una persona, “es el poder en general el que hace que se reprima una sociedad”.

¿Y el hecho de ser mujer, cómo influyó en su carrera? “Tenía que buscar estrategias diferentes”, responde. Pilar Aymerich se sentía como una intrusa: “Era un trabajo de hombres, había manifestaciones en las que solo estaba yo”. La fotógrafa se formó en teatro antes de dar el salto con la cámara, y reconoce que fue gracias a esto que decidió construirse un personaje para poder trabajar. Era “una niña inofensiva”, bien vestida, con su maquillaje en el bolso. “Si había cargas policiales, yo me paraba en una esquina y simulaba maquillarme para disimular, como si pasara por allí”. No correspondía que una mujer estuviera en sitios (manifestaciones) como esos. Había una diferencia de género.

Aymerich vio nacer el movimiento feminista, formó parte de él. Fotografió a las que salieron por Barcelona en 1976 con carteles que clamaban "Jo també soc adúltera“, en apoyo a María Ángeles Muñoz, una empleada de hogar de 30 años que fue una de las últimas mujeres acusadas de adulterio en España. En esta conversación recuerda también las jornadas de la mujer que se celebraron en la UB. “Nos sorprendió hasta a nosotras: esperábamos unas 300 personas como mucho, y se pasaron unas 4.000”, se pone contenta al recordarlo. “Fuimos entonces conscientes de la fuerza del movimiento, vinieron mujeres católicas, de izquierdas, las de algunos partidos políticos... Vimos que éramos muchas y distintas, pero que queríamos lo mismo”. Pedían algo tan básico como la ley de divorcio, el aborto libre, el derecho a la patria potestad de sus hijos y la abolición del delito de adulterio.

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