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Aliança catalana
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El rechazo del diferente porque es pobre

Hay que ver qué papel juega el racismo, el clasismo y la aporofobia en el crecimiento de las expectativas electorales de Aliança Catalana, que esparce la cizaña del odio al diferente en todo el electorado

Milagros Pérez Oliva

El rápido crecimiento de las expectativas electorales de Aliança Catalana ha sacudido el tablero político. El debate es intenso y los partidos con mayor riesgo de trasvase de votos no saben muy bien qué hacer ante un discurso muy efectista que focaliza en la inmigración el malestar social acumulado por diversas causas. Ese discurso se resume en la idea de que los extranjeros amenazan la identidad catalana, saturan los servicios públicos y ponen en riesgo el Estado de bienestar.

Míriam Nogueras, la portavoz de Junts, lo explicitó esta semana cuando en el Congreso afirmó que más de la mitad de los niños que se benefician de las becas comedor en el Vallès Occidental son inmigrantes, y en algunos lugares, hasta el 70%, cuando “las clases populares y medias, que llevan toda la vida trabajando y pagan sus impuestos, no reciben los servicios que necesitan”. No dijo que la mayor parte de esos niños inmigrantes son también catalanes, porque han nacido aquí. Y aunque sea cierto que una proporción importante de las becas son para familias inmigrantes, no las obtienen porque sean extranjeras, sino porque son pobres.

Aquí radica uno de los nudos del falsario discurso de la ultraderecha. Cuando se dice que los inmigrantes acaparan las becas y otros de aquí se quedan sin ellas, hay parte de verdad, pero está distorsionada. Las obtienen porque ellos son ahora los más pobres. Y a los pobres de aquí les pasa que no son tan pobres, pero tampoco les va bien. Desde la crisis de 2008, el trabajo se ha vuelto precario para todos, los salarios han perdido poder adquisitivo y tanto los servicios básicos como la vivienda son ahora mucho más caros. Hasta las clases medias se han empobrecido. Y ahora se da la circunstancia de que los más pobres entre los pobres son mayoritariamente inmigrantes.

Los servicios públicos que deben compensar esas desigualdades todavía no se han recuperado de los recortes que aplicaron tanto el PP como CiU cuando gobernaban, y sus presupuestos no han crecido en la proporción en que lo ha hecho la población necesitada. Plantear que los inmigrantes acaparan los servicios sociales es enfrentar a los pobres de aquí, que también tienen necesidades no cubiertas, con los más pobres, que son los inmigrantes.

Orriols explota esta situación, pero además añade un elemento identitario que puede hacer mella en quienes, por razones explicables, tienen la sensación de que la catalanidad está amenazada. Lo hace cuando insiste en que esos que acaparan los servicios son personas extrañas que tienen otra cultura y otra religión a la que no piensan renunciar. Los presenta como una amenaza para la identidad catalana. Así es como Aliança Catalana quiere atrapar a votantes que no tienen ningún motivo para temer a la inmigración porque no entran en competencia e incluso se benefician de ella.

Hay que ver pues qué papel juega el racismo, el clasismo y la aporofobia en el crecimiento de las expectativas electorales de Orriols. Esto es lo que más debería preocupar porque esparce la cizaña del odio al diferente en todo el electorado. El otro argumento, el de la competencia por los servicios, se puede combatir aplicando políticas públicas de igualdad que mejoren las condiciones de vida de todos, sea cual sea el origen. Pero los elementos identitarios o de clase, ¿cómo se combaten? Esa es la cuestión.

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