Ascensión al Bastiments: metadona veraniega para los adictos al esquí
Desde el refugio Ulldeter hasta la cima de 2.881 metros, el deshielo convierte las pistas de la estación de Vallter 2000 en senderos repletos de marmotas y rebecos

Los más adictos al esquí encuentran su metadona veraniega a los pies del Bastiments (2.881 metros), montaña que bajo su falda cobija la estación de Vallter 2000 (Girona). A partir de la primavera, el deshielo convierte sus pistas en senderos y a medida que el blanco se funde para dar paso al verde, las marmotas salen de sus cuarteles de invierno. Silban alarmadas las marmotas, como si fueran verdaderos pisters, para avisarte de que te sales de la ruta y te acercas demasiado a sus escondrijos de roca. Mientras, los caballos trashumantes descansan bajo la sombra de los telesillas y digieren la pastura. Al fondo y mirando al cielo se levanta como una elegante pirámide rocosa el Bastiments, uno de los picos más grandes del Pirineo catalán en su extremo oriental, rincón de la Península donde la cordillera encuentra su final natural en el Mediterráneo.
Las grandes nevadas que el pasado invierno inundaron de nieve el valle tras tres años de una perspicaz sequía han revitalizado el río Ter, cuyo nacimiento se sitúa en plena estación de esquí, antes de encarar el Coll de la Marrana. A finales de la pasada primavera, el paisaje estaba todavía completamente teñido de blanco a partir de los 2.000 metros, por lo que los crampones eran impensables para realizar la ascensión. Ya a partir de mediados de junio, la ruta se vuelve asequible para cualquier nivel (sin pasos técnicos), y la bajada vigorosa del río de este año ha dejado en sus márgenes un húmedo oasis verde que rebosa vida salvaje.

Tras aparcar en el aparcamiento de Vallter 2.000, en apenas media hora se llega al refugio Ulldeter, con una cincuentena de plazas y abierto en invierno para los esquiadores alpinos o de travesía que quieran dormir a pie de pista, y en primavera y verano para los senderistas. La instalación fue construida en 1940 para sustituir al considerado como primer refugio de montaña de España, construido en 1909 a mayor altitud y cuyos restos de piedra se conservan para recordar los vestigios del pionero montañismo catalán. Los materiales de la instalación original no resistieron a las heladas y la construcción se fue degradando con el paso de los inviernos y sus brisas heladoras. La intrahistoria de la construcción también le da un aura de leyenda antifranquista, ya que fue finalmente demolido por las tropas golpistas, temerosas de que pudiera servir de cobijo para los maquis.

Tras dejar atrás el nuevo refugio Ulldeter, el sendero se entrecruza con pistas de esquí y las marmotas se alertan entre ellas de la llegada de extraños a través de su característico grito agudo. Los primeros kilómetros del tramo bordean el, este año sí, vigoroso nacimiento del Ter, para luego dejar a un lado los restos del antiguo refugio Ulldeter. Desde allí, en torno a los 2.500 de altitud, el camino empieza a ganar pendiente para encarar una empinada subida de piedras que dará acceso a un pasillo natural de rocas. Es la puerta al Coll de la Marrana, con vistas al imponente Valle de Núria y donde los rebecos pirenaicos saltan las rocas, cruzan en fila india los pedregales y posan sobre las nieves que aún se resisten a morir al calor veraniego.

Por el cielo, es fácil también identificar a grandes buitres planeando en busca de cualquier carroña que llevarse al pico. Ya desde el collado, mirando al Vall de Núria, el camino de la izquierda se dirige a otra cima, el Gra de fajol (2.700 metros), y que si uno tiene buenas piernas puede coronar y después volver sobre sus propios pasos para encarar después a la derecha el Bastiments, también conocido como Pic del Gegant.

El plácido Coll de la Marrana, frontera natural que divide los valles de Ulldeter y de Núria, y también punto intermedio del nacimiento mágico de agua y vida de los ríos Ter y Freser, encarará la última pendiente antes de la cresta cimera. El último obstáculo es un tramo escarpado en forma de zigzag en un pedregal con impecables vistas a la garganta del Freser. Tras el último repecho, una gran cruz de hierro marca el inicio de la cresta que llevará a la cima. Bajo los pies, el gran renacer de los ríos. En el horizonte: el macizo del Canigó, el Puigmal, Puigpedrós o la Pica d’Estats. En el vértice geodésico que marca la cumbre hay instalada una pequeña placa con un proverbio hindú: “La caminada més llarga comença amb un pas…”.
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