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Isabel Rodà, arqueóloga: “La Antigua Roma les obsesionará a ellos, pero somos muchas las que la estudiamos”

La experta recuerda que aunque haya numerosos hombres que piensan continuamente en legiones y gladiadores (y orgías), el papel de las mujeres en la investigación de la antigüedad clásica es fundamental

Paul Mescal como Lucius en 'Gladiator 2'.
Jacinto Antón

Todos tenemos pensamientos que nos asaltan de forma recurrente. Las redes sociales han revelado que los hombres tienen una extraña propensión a pensar en el Imperio romano. Son pensamientos, obsesiones o simples ideas que nos vienen a la cabeza cuando uno menos se lo espera. ¿Cuál es tu imperio romano? Varias firmas de EL PAÍS cuentan en esta serie aquello en lo que no pueden dejar de pensar y buscan lo que hay detrás. Esta primera entrega ahonda precisamente en la obsesión masculina por el imperio romano.

Hay que reconocer que el tópico tiene parte de cierto y muchos hombres padecemos una indiscutible obsesión con el imperio romano, sobre todo con las legiones, los gladiadores y los emperadores, preferiblemente los muy guerreros, locos y tiranos, por no hablar de las orgías. Es difícil decir por qué esto es así y por qué pensamos a todas horas en los romanos, pero nos fascina de manera especial, me temo, la colorista violencia de ese mundo, expresada en su ejército y en los combates del anfiteatro. ¡Cómo nos ponen el aparato militar desplegado contra los bárbaros en los bosques de Germania o Britania, la lucha entre el tracio y el reciario en la arena del Coliseo, las peligrosas carreras de cuadrigas en el Circo Máximo!... Hay amigos con los que, para estupor de los extraños, nos saludamos con frases enteras de Gladiator (“Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de los Ejércitos del Norte, general de las Legiones Félix, fiel servidor del emperador Marco Aurelio”, etcétera), con la consigna del general antes de desatar la batalla contra los bárbaros (“Fuerza y honor”) o con la letanía de los Monty Python de “¿qué han hecho los romanos por nosotros?”. Los hay que tienen en casa y hasta en el despacho un escudo de legionario, un casco de centurión (los más afortunados) o una espada (yo mismo), y hasta coleccionan los Playmobil de romanos, incluida la trirreme, esa maravilla. SPQR no es para nosotros el acrónimo de Senatus Populusque Romanus, sino de Siempre Pensando ¡Quiero Romanos!

Un fotograma del 'Calígula' de Tinto Brass.

Nos pirran las novelas de Simon Scarrow sobre los dos amigos Cato y Marco que pelean bajo las enseñas imperiales, y nos hemos zampado las abultadas trilogías de Santiago Posteguillo y los cómics de Marini de la serie Las águilas de Roma. Si nos piden que digamos algunas de nuestras escenas favoritas del cine señalamos invariablemente el arranque de Gladiator, esa magnífica batalla en la que Ridley Scott mezcló La caída del imperio romano con Apocalypse now, la artillería romana (balistas, catapultas y escorpiones) con el olor del napalm por la mañana; o la del valeroso enfrentamiento del joven centurión Aquila a pie con el druida britano montado en un carro en El águila de la legión perdida. La devoción por el mundo romano abarca también la República y las guerras civiles y hasta antes, alcanzando a Rómulo y Remo y los más antiguos mitos romanos como el del valor de Horacio Cocles, que detuvo al ejército etrusco él solo en el puente Sublicio y salvó a Roma, episodio que, por cierto, obsesionaba a Tom Cruise en Oblivion vía el poema de Thomas B. Macaulay.

La épica del imperio romano es un punto, pero también nos atrae a los hombres, confesémoslo, su erotismo (tanto si eres de Mesalina como de Maciste, de ostras como de caracoles, por citar el famoso diálogo sobre preferencias sexuales en la película de Stanley Kubrick Espartaco entre el patricio Craso, interpretado por Laurence Olivier, y su sufrido esclavo Antonino, encarnado por Tony Curtis). Probablemente en las pantorrillas del general Acacius (Pedro Pascal) de Gladiator II y en todo lo demás de Julia Drusila (Teresa Ann Savoy) de Calígula, se encuentran parte de las razones para que te obsesione el imperio romano. Ya lo sintetizó, el capitán Clarence Oveur (Peter Graves) en Aterriza como puedas: “¿Te gustan las películas de gladiadores?”.

Spartacus

Ver pelis de romanos permite contemplar escenas de sexo, orgías, desnudos y violencia con el aura culta que proporcionan los filmes históricos, como sucede con la citada Calígula o la tan morbosa, calenturienta y sanguinaria serie Spartacus. Obviamente también puedes ver, en un registro menos palmario, La túnica sagrada, o Quo vadis?, aunque vaya con el faldellín de Marcelo Galio (Richard Burton), en la primera y los escotes de Popea (Patricia Laffan) en la segunda.

¿Territorio masculino el imperio romano, pues?, ¿una obsesión solo de chicos alimentada desde la infancia? Disiente absolutamente de ello la especialista mundial en la Antigua Roma Isabel Rodà (Barcelona, 76 años), catedrática de arqueología por la Autónoma de Barcelona y reputada epigrafista. “Les obsesionará especialmente a ellos (a vosotros), pero somos muchísimas las mujeres que nos lo curramos, las que estudiamos el imperio romano desde la arqueología y la historia”, subraya. Ahí están nombres tan reconocidos como Mary Beard, Emma Southon, Patricia González Gutiérrez o ella misma. Es cierto, reconoce, que la dimensión militar de la Antigua Roma ha atraído y atrae de manera especial a muchos hombres (también para estudiarlo), porque el ejército era evidentemente un fenómeno masculino. Pero incluso en la investigación de aspectos que se asocian tanto al público masculino como la gladiatura, destaca Rodà, encontramos mujeres, como las dos comisarias de la actual exposición en el Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid ¡Hispano!, gladiadores en el imperio romano: Trinidad Nogales, directora del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, y Ángeles Castellano, directora del departamento de Antigüedades Griegas y Romanas del Museo Arqueológico Nacional.

Isabel Rodà, rodeada de estatuas romanas en el Museo Marés de Barcelona.

El propio interés de Rodà por el mundo romano no empezó por el peplum, el cine de espada y sandalia, sino porque su padre, abogado y humanista, le leía la Eneida de niña en los pequeños libros de la colección Araluce. Allí descubrió a Lavinia, la mujer de Eneas, de floridos cabellos y róseas mejillas. A los 12 años su madre, muy religiosa, embarca a la familia en una pía peregrinación a Roma, pero Isabel, con 12 años, y su padre se escapan para recorrer las ruinas del foro y ver el Coliseo: “Me quedé paralizada de emoción”. ¿Y las legiones? “El ejército romano me interesa, claro, sin él no hay imperio. En su gran momento lo componen medio millón de soldados. Es apasionante su funcionamiento. La organización era fabulosa, las tácticas, la manera en que se adaptaba a todos los terrenos y climas. ¡La intendencia!: si falla la intendencia falla el ejército. Pero sobre todo lo que me atrae del mundo romano es la forma en que se organizaba la sociedad, y el derecho, que básicamente es el nuestro”.

Legionarios romanos en una reconstrucción histórica.

En fin, los hombres seremos muy obsesos del imperio romano, pero ¿cómo hay que denominar el gran interés de Isabel Rodà por el hormigón, “uno de los grandes inventos de los romanos que les permitió edificar como lo hicieron”, o el hecho de que sus dos hijas se llamen ¡Claudia y Lavinia! (y un nieto Félix)? La estudiosa tiene en todo caso un límite en su fijación con el imperio romano: “No pienso ver Gladiator II, ¡salen tiburones!, ¡tiburones en el Coliseo, por favor, hasta ahí podíamos llegar!”. Bueno, un rato más de conversación, y la convenceremos.

Las redes sociales han revelado que los hombres tienen una extraña propensión a pensar en el Imperio romano. ¿Cuál es el tuyo? Varias firmas de EL PAÍS cuentan en esta serie aquello en lo que no pueden dejar de pensar y buscan lo que hay detrás.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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