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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ni oficialidad en Europa ni consenso lingüístico

La posible incorporación del catalán, el gallego y el vasco al elenco de lenguas oficiales de la UE ha embarrancado definitivamente

José Manuel Albares
Albert Branchadell

El 27 de mayo el Consejo de la Unión Europea aparcó la propuesta de convertir al catalán, el gallego y el vasco en lenguas oficiales de las instituciones de la Unión, que previsiblemente habría sido rechazada. Aquel día fuentes diplomáticas aseguraron que España insistiría en su propuesta en la sesión del Consejo del 24 de junio. Lo cierto es que en la reunión de ayer el asunto ni siquiera figuró en el orden del día. En otras palabras: la posible incorporación del catalán, el gallego y el vasco al elenco de lenguas oficiales de la Unión ha embarrancado definitivamente.

Más allá de la coyuntura política que dio origen a la propuesta española en un lejano agosto de 2023, la defensa que ha hecho de la misma el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manual Albares, brilla con luz propia. Según Albares, la identidad nacional de España es plurilingüe: el español como idioma común y las demás lenguas oficiales, catalán, gallego y euskera, “nos definen”. Esta visión no solo suponía un cambio de rumbo en la trayectoria del nacionalismo español, que siempre había considerado el español como único estandarte lingüístico de la identidad española, sino que también interpelaba a los nacionalismos subestatales de España. Si la identidad nacional española es plurilingüe, ¿también lo es la identidad nacional catalana, por ejemplo?

Según cómo evolucione el mapa político español, este cambio de perspectiva tendrá poco recorrido. En el Partido Popular hay quienes se ofenden cuando en una reunión oficial el presidente de una comunidad autónoma española se expresa en una lengua oficial española diferente del español, y considera “cateto” vivir en el País Vasco y llamarse “Jon” pudiendo llamarse “Juan”. Pero no estamos hablando solo de las ocurrencias de la presidenta de la Comunidad de Madrid. También están los hitos del presidente de la Comunidad Valenciana, que pretende ignorar los resultados de las votaciones sobre la lengua base de la educación cuando son demasiado favorables al valenciano, o con la complicidad de Vox decide “asfixiar” al organismo que según el Estatuto de Autonomía es la institución normativa del valenciano. La presidenta balear no le va en zaga cuando utiliza la ley de presupuestos para satisfacer a Vox eliminando subrepticiamente las pocas garantías que le quedaban al catalán en las Baleares.

En mayo Feijóo proclamó que antes de plantearse la oficialidad del catalán en Europa habría que volver al consenso lingüístico y solventar la “situación atípica” que vive el español en Cataluña, para alcanzar un estadio de “bilingüismo cordial”. Según Feijóo, si en Cataluña se respetasen las sentencias sobre el 25% de docencia en castellano “habríamos avanzado mucho”, pero nunca hasta la oficialidad en Europa, que considera metafísicamente imposible. A la vista de lo que está pasando en Valencia y en Baleares, resulta difícil no aventurar que si el Partido Popular regresa al gobierno de España con la ayuda de Vox no solo no habrá oficialidad europea para el catalán, el gallego y el euskera, sino que tampoco habrá consenso lingüístico.

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